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los arrepentimientos, lo que volvería a hacer igual y el porqué de su caída

Guillermo Coria está feliz, exultante, enfocado, pleno, sonriente, locuaz, hiperquinético. En el mediodía de un sofocante miércoles de diciembre en el Tenis Club Argentino de Olivos, aquel que fue uno de los máximos exponentes de la mejor generación del tenis argentino y que hoy es el capitán del equipo de Copa Davis se sienta y se dispone a la charla con Clarín. Para hablar de todo. Aunque, para arrancar, prefiere hacerlo sobre el balance de quien está a punto de cumplir los 40 (el 13 de enero).

“¿40? Guauuu… Es mucho, ¿no?”, dice y se pregunta Coria. Y empieza: “Pensar que la mitad de mi vida la pasé jugando al tenis. ¿También es mucho, no?

-¿Qué harías igual y qué cambiarías?

-Mirando para atrás cambiaría muchísimas cosas de las que hice. Hay varios errores en decisiones que tomé aunque las fui tomando creyendo que era lo mejor para mí para ser el número 1 del mundo que era mi objetivo. Pensá que me fui a los 13 años solo afuera, dormí en el piso de un hotel porque no tenía plata para pagar una habitación y mis compañeros me alcanzaban medialunas y yogurt del desayuno porque tampoco tenía para pagarlos. Un montón de cosas fueron duras en este hermoso largo camino que recorrí pero que también las volvería a hacer porque me dio la fortaleza necesaria para que, a la hora de entrar a un partido, no regalar nada y fuera aguerrido.

El Mago Coria en el Tenis Club Argentino. Foto: Andrés D'Elía.

El Mago Coria en el Tenis Club Argentino. Foto: Andrés D’Elía.

-¿Y en cuanto a la personalidad?

-Sí cambiaría mi forma de ser, pero es fácil ahora decirlo con 40 años. Pero yo pasé del jardín de infantes a ser el CEO de la compañía más grande del mundo, a tener muchas responsabilidades. Hice ese camino sin la educación, sin ese aprendizaje. Me crié siendo una persona que no podía demostrar sus sentimientos para no preocupar al resto. Ocultar tus sentimientos a los 13 años…. Yo estaba solo en Estados Unidos y volvía cada siete meses porque no tenía un mango para volver. Después de eso es difícil abrirte y confiar en la gente.

-A veces parecías pedante adentro y afuera de la cancha.

-Son errores que me perdono por la inexperiencia. Después tuve a mi mujer que me acompañó en todo, era mi sostén, me bajaba a Tierra y me cagaba a pedos. Pero también miro para atrás y valoro mucho todo lo que fui logrando. Yo quería ser perfecto, quería ser el número 1. Llegue a estar tercero en el ranking y estuve ahí peleando con Federer.

-¿Y tenés noción de lo que jugabas?

-Cuando veo el partido con Nadal, el de la final de Roma, digo: ‘¿Cómo no me disfruté más?’. En ese partido salí puteando de la cancha y ahora pienso: ‘¿Cómo no me quise más?’. Porque digo: ‘Wow lo que jugué en ese partido’.

-¿Tus hijos conocen la carrera que hiciste y lo famoso que sos?

-Para mis hijos el famoso es el tío Fede. Yo quería que crecieran sin la obligación de seguir el camino que yo seguí. Con Carla, mi mujer, les dejamos que sean libres, los motivamos a hacer deporte pero no los obligamos. Thiago juega al fútbol y a Delfi le encanta el baile y la equitación.

En la cancha de tenis, donde pasó más de la mitad de su vida. Foto: Andrés D'Elía.

En la cancha de tenis, donde pasó más de la mitad de su vida. Foto: Andrés D’Elía.

-Admitís aquellos errores en tu forma de ser. ¿Cómo sos ahora en la relación con la gente?

-A mí el fútbol amateur me ayudó a abrirme un poco más, a ser más abierto y a no tener vergüenza de hablar. Yo sufría mantener una conversación. Ahora, con el fútbol, estoy distinto y disfruto de otra manera.

-También, sin el tenis, supongo que habrás encontrado gustos en otros lugares.

-Cuando me retiré recorrí mi país. No quería tomar aviones, me relajé. Es durísimo tener tantos viajes y de repente despertarte a la noche en un hotel y no saber donde estás. Hice mi club que terminé vendiendo porque me fue mal, invertí mucha plata en Rosario

-¿Y cómo estás económicamente? Si hubieras sido top ten hoy hubieras embolsado mucho más dinero.

-Económicamente estoy bien, tengo propiedades. Toda mi inversión esta acá, en Argentina. Soy de acá, vivo acá y quiero estar acá. Y quiero aportar mi granito de arena acá.

-Jugás al fútbol y al pádel. ¿Encontraste la pasión que tenías con el tenis?

-Esa pasión no la encontré en ningún lado. Sacá de la ecuación ver nacer a tus hijos pero a nivel profesional, las mariposas que vos sentís en el estómago en los momentos previos a un partido o a un torneo o lo que sentís escuchando el himno y ver la bandera argentina en Roland Garros, en el estadio donde todos soñamos estar alguna vez, son únicas. Eso no lo volvés a sentir nunca más en la vida.

-¿Y el equipo de eSports que lanzaste en septiembre de 2020?

-Me metí con el gaming para trasmitirles a los chicos lo que viví como profesional. Y que traten de ser profesionales. Me gusta educar a los pibes, acompañarlos. Que hagan deportes y gaming. Los clubes deben tener un espacio de gaming aunque se puede hacer sólo si es un complemento del deporte.

El debut en la Copa Davis y las coincidencias

El 5 y 6 de marzo será el debut argentino en 2022 en la Copa Davis. En el Buenos Aires y frente a República Checa. Paradojas del destino, el mismo escenario y el mismo adversario del primer partido de Guillermo Coria -hoy capitán- como jugador como local, hace ya 16 años. “Es muy loco el dato pero aquello forma parte del pasado y hoy hay que concentrarse en la serie que se viene”, cuenta Coria.

-¿Te interesaba el sorteo?

-Yo quería ser local para contar con todos y para que se sientan cómodos estando acá. Hoy por hoy están todos conformes y todos contentos. Quiero que todos se sientan parte del equipo.

El Mago Coria, en Roland Garros 2005.

El Mago Coria, en Roland Garros 2005.

-¿Está bien o no que Argentina haya ganado sólo una Davis?

-Argentina, por toda su historia, merece tener más de una Copa Davis. Creo que tenemos con qué ganarla otra vez. Yo me ilusiono, confío en los chicos, en la camada nueva que viene a acompañar a los grandes. Tenemos una camada similar a la nuestra, que juega muy bien al tenis, que compite y tiene personalidad.

-¿Por qué habiendo sido un jugador tan importante estuviste en tan pocas series? Fueron apenas cuatro.

-Se fue dando así. Hubo una en la que estaba desgarrado, otra en la que no me sentía con la confianza para jugar y no quería poner en riesgo al equipo. Me encantaba jugar de local; la presión poner la cancha como yo quería. Eso me dolió en mi carrera porque casi siempre me tocó jugar de visitante.

Vilas abraza a Gaudio y Coria observa tras la histórica final que el Mago perdió con el Gato en Roland Garros 2004. Foto: AP

Vilas abraza a Gaudio y Coria observa tras la histórica final que el Mago perdió con el Gato en Roland Garros 2004. Foto: AP

-¿Cuál era tu secreto, sobre todo en el polvo de ladrillo donde llegaste a ser imbatible?

-Es que a la hora de jugar yo me la creía. Si jugaba con un americano que no se podía mover en el polvo de ladrillo, sabía como me iba a ir. Yo entraba confiado y cuando estás en tu mejor momento entrás break arriba y si ganás el primer mano a mano en el partido ya tenés un set entero. Pero ojo, eh… Porque yo me ganaba todo eso llegando primero al club, antes que nadie a entrenar. Que te vean profesional y con hambre de gloria también impone respeto. Yo quería ser número 1 y asumí esa responsabilidad y fui por eso. Aunque hoy, a mi edad, pienso que podría haber disfrutado más ser el tercero del ranking mundial.

-¿Qué fue lo que pasó para que te vinieras abajo de una manera tan sorprendente? Lo del partido ante Gaudio de Roland Garros no pudo ser porque al año siguiente perdiste la final de Roma con Nadal por 7-6 en el quinto set y jugando en un nivel extraordinario.

-Viví momentos muy duros por el tema de un juicio. Mucho no puedo hablar, pero fue un problema personal a raíz del doping. Tuve que ir a declarar, personas que estuvieron conmigo, a la hora de declarar y apoyarme se cubrieron ellos. En el medio de mi mejor momento estaba luchando contra otra cosa y yo quería ir hasta el final para demostrar mi inocencia. Fui al juicio y salió todo bien. Pero todo eso me afectó.

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