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los apellidos piden la perfección y se sabe de memoria que la perfección no existe en el juego

​Esto es fútbol. Por eso cualquier opinión anticipada puede quedar desairada por una actuación excelente o un resultado excepcional. Pero el caso es el del Paris Saint Germain, el ya conocido PSG.

Cuenta en su equipo con varios de los mejores jugadores del mundo. La llegada de Lionel Messi -el “supremo”- pareció sumar la estrella que lo colaría la corona de invencible. Sólo con pensar en la trilogía atacante que pueden formar Messi, Mbappé y Neymar, alcanzaría para que nadie dudara, en el mundo del fútbol, sobre la potencia de esa formación.

Agregando que están las alternativas de Di María (ya ampliamente reivindicado en la Selección Argentina) o el propio Icardi, de gran trayectoria europea. Y quedan detrás, el italiano Verratti, Paredes​​, Draxler, y en el fondo, el lateral marroquí Hakimi, Marquinhos, Kimpembe, Sergio Ramos, Bernat, todos internacionales y el arquero Donnarumma, de la selección italiana y, también el-costarricense-español Keylor Navas, por muchos años portero del Real Madrid.

Abrazo entre Messi y Mbappé, luego del agónico triunfo de PSG sobre Rennes por la Ligue 1. Foto: AFP

Abrazo entre Messi y Mbappé, luego del agónico triunfo de PSG sobre Rennes por la Ligue 1. Foto: AFP

Juega el PSG, por lógica, en la Ligue1 de Francia. Está primero, claro, y le lleva 13 puntos al Marsella, su rival más cercano, en 24 fechas disputadas. Se puede decir que Francia, actualmente campeón del mundo (y también en 1998) no tiene un torneo doméstico de la envergadura de la Premier inglesa o propiamente de Italia y España, repletas también de futbolistas de otras latitudes. Pero el caso es que el PSG está cómodo allí. Pero su público no lo está. Al contrario.

En el último partido empataba con el Rennes 0 a 0 al cabo del primer tiempo y la estruendosa silbatina se completó con banderas que criticaban a la dirigencia (el presidente es el multimillonario qatarí Nasser Al Khelaifi), a los jugadores (“sin ganas”) y al hecho de no usar los colores tradicionales del club en las camisetas.

Lo cierto es que el equipo no juega con el fulgor que representan los nombres que lo integran. Y justamente ese es el tema central. Este martes será la prueba mayor. Deberá enfrentar en París al Real Madrid, en la ida de los octavos de final de la Champions. Y esos duelos (este y la revancha) dependerán todas las perspectivas de sobrevida inmediata de este fenómeno futbolero.

Leo Messi no termina de alcanzar el nivel que mostró en continuado en Barcelona. Foto: REUTERS/Benoit Tessier

Leo Messi no termina de alcanzar el nivel que mostró en continuado en Barcelona. Foto: REUTERS/Benoit Tessier

¿Fenómeno? Justamente esa nominación es la que multiplica las responsabilidades. Cuando se hizo el gran traspaso de Messi desde Barcelona, este cronista pensó que -tal vez- Mauricio Pochettino, el entrenador argentino, no estuviera tan entusiasmado como se mostraba.

Porque por lógica aumentaban doblemente sus necesidades de lograr los grandes objetivos. Y la suma de esta clase de jugadores superiores -con sus egos multiplicados por sus propias aptitudes- no significa una formación “ciegamente” confiable.

Porque en este juego son tan importante la solidaridad y los acoples como la clase individual de sus integrantes. Y eso debe reclamar el público francés, creemos.

Neymar parece estar cerca de volver después de una lesión que lo alejó por casi tres meses. Pero parece increíble esa hostilidad de la gente. O no tanto. El tema de los colores de la camiseta parece una nimiedad (las grandes empresas de indumentarias lo impusieron en todo el mundo) pero no lo es.

Se reclama identidad.

Mauricio Pochettino no termina de encontrar el funcionamiento de un equipo de estrellas. Foto: AFP

Mauricio Pochettino no termina de encontrar el funcionamiento de un equipo de estrellas. Foto: AFP

Una identidad que también parece desfigurada cuando los dueños del club son cataríes y no franceses. Se supone. Y cuando a las figuras de nombres enormes -más si son extranjeras- se les exige rendimientos enormes. Esta parece ser la realidad del sorprendente PSG. Como si la evidencia de la imprevisibilidad, clave en gran parte de los movimientos futboleros (la dinámica de lo impensado, dixit Dante Panzeri) no participara.

Los apellidos del PSG parecieran pedir la perfección. Y se sabe de memoria que la perfección no existe en el juego. El primer examen será con el Real Madrid, en París. Pero como se dijo al comienzo esto es fútbol. Y cualquier opinión anticipada puede quedar desairada cuando corre la pelota.

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