El ataque de Rusia a Ucrania ha tenido el involuntario efecto colateral de poner en el foco al defensa central Yaroslav Rakitskyy, único ucraniano entre los 25 jugadores inscriptos en la UEFA por el Zenit de San Petersburgo ruso que esta tarde se enfrenta al Betis en el Benito Villamarín, en la vuelta de los dieciseisavos de final de la Europa League.
La relación entre fútbol y política, en su más amplio sentido de la palabra, es tan antigua como la existencia de este deporte y de aficionados en sus estadios, cuyas tribunas y campos de juego han sido el escenarios en los que se han dirimido rivalidades y enemistades religiosas, económicas, sociales y de toda índole.
Rusia era así llamada en Europa pese a que desde comienzos de la década del veinte del siglo pasado no era ya exclusivamente la patria de los zares, sino una confederación de repúblicas muy heterogéneas bajo la estricta férula unificadora del régimen comunista de Moscú.
El futbolista ucraniano Yaroslav Rakitskyy, del Zénit ruso.
Al oeste, en la parte occidental del entonces llamado ‘Telón de Acero’ o países del Pacto de Varsovia, todo parecía igual aunque no era lo mismo, desde la selección que se aparecía a los occidentales con los caracteres cirílicos de CCCP, la traducción de URSS, hasta los muchos Dinamos que se decían rusos pero que no lo eran, aunque sí soviéticos.
En Moscú había un Torpedo, un Spartak, un CSKA y un Dinamo, como también lo había en la georgiana Tiflis o la ucraniana Kiev, todos de la Unión Soviética hasta que ésta dejó de existir como tal. Así, los que hasta ayer tenían la condición de ser rusos en genérico, o soviéticos, empezaron a respetar su lugar de nacimiento. Lo mismo pasó con deportistas legendarios: Oleg Blokhin o Protasov empezaron a ser ucranianos, Shengelia de Georgia y Lev Yashin, la Araña Negra, de Moscú, Rusia, la de los zares.
La historia de Rakitskiy
Este escenario es en el que Yaroslav Rakitskiy, nacido soviético en 1989, empieza a jugar al fútbol en el Shakhtar Donetsk de su país en 2007 y lo hace naturalmente hasta que en enero de 2019 ficha por el Zenit de San Petersburgo y, lo que era natural, deja de serlo por la traslación de la política al fútbol.
Diez meses más tarde de recalar en la ciudad de los zares, Rakitskyy abandonó la selección de Ucrania no sin antes acusar a su entrenador, su compatriota Andrei Shevchenko, de no haberlo convocado desde que fichó por el equipo ruso, de mezclar la política.
El futbolista ucraniano Yaroslav Rakitskyy junto a su familia.
Sentenció así su “do svidania”, su “adiós” a la selección con la que jugó 54 partidos y disputó las Eurocopas de 2012 y 2016 con el único apoyo del exfutbolista Oleg Salenko, que fue máximo goleador del Mundial de 1994 y en el que confluían mucha de la complejidad de la URSS: su padre era ucraniano y jugó en el Dinamo Kiev, aunque optó por la selección rusa.
“El gran fútbol se ha transformado en la gran política”, afirmó el zaguero ucraniano en sus redes sociales ante lo que estaba viviendo. Ya estaba en marcha el conflicto bélico entre Ucrania y las milicias prorrusas en las regiones de Donetsk y Lugansk, provincia de nacimiento del entrenador del Zenit que hoy ha sido invadida por columnas de tanques rusos.
“¡Detengan la guerra!”, suplicó el futbolista en Instagram, en un posteo en el que pidió por la paz y reiteró su sentimiento ucraniano con una bandera de su país. En ese clima hoy saldrá a la cancha para jugar un partido de fútbol.
Fuente: EFE