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SPARTANBURG, Carolina del Sur (EE.UU.) – De niña se deslumbró con Eva Perón, aunque con los años moderó esa admiración. Creció en Ecuador y se siente íntimamente ligada a América Latina, pero es en el sur profundo estadounidense donde se encargó de impulsar un cambio histórico: Spartanburg es la primera ciudad de Carolina del Sur en pedir oficial y unánimemente disculpas a la población negra. Por la esclavitud, claro, pero también por el hecho de seguir siendo hasta hoy, en muchos aspectos, ciudadanos de segunda categoría.
“Esto es un pago a cuenta por el futuro, estamos construyendo futuro”, dijo Meghan Smith a Infobae en la sede del gobierno municipal. Smith es uno de los siete concejales de la ciudad y cree que Spartanburg está dando una señal muy importante en medio de un contexto muy especial como es el de las protestas por el “Black Lives Matter” y la carrera presidencial entre Donald Trump y Joe Biden.
“No pensé que estaría viva para ver esta disculpa”, dijo Brenda Lee Pryce al diario local “Spartanburg Times”. Pryce, de 72 años, recuerda perfectamente cuando en los años ’70 las topadoras municipales arrasaron con su casa y todo el vecindario. La ciudad se estaba ampliando y renovando, necesitaba esos terrenos donde vivía la población negra. Fueron desplazados y pasaron a vivir peor y con menos oportunidades.
Cualquier visitante que llegue a la ciudad en el corazón de Carolina del Sur llega a la conclusión de que Spartanburg es un lugar cómodo y agradable para vivir: la sede del gobierno municipal, del único diario de la ciudad, de la policía y de la iglesia metodista están en un radio de 500 metros, las calles son limpias y arboladas y la arquitectura entre agradable, entre sureña y neoclásica. A mitad de camino entre Atlanta y Charlotte, lejos del mar, aunque no demasiado, los bosques y el terreno ondulado y fértil contribuyen a la sensación de paz y placidez.
Error, imagen apenas parcial. Alcanza con escarbar un poco para encontrar problemas serios.
“Siempre tuvimos cierto grado de conciencia del legado del racismo en nuestra comunidad. Y nos dimos cuenta de que nuestra idea de progreso no alcanzaba”, explica Chris Story, un rubicundo y afable rubio que se revela como el “cerebro” dentro de la administración municipal. Es el director ejecutivo del municipio y no apela a las medias tintas.
“En Spartanburg hay muchas disparidades, y el común denominador era la división racial, un problema que se hunde en lo más profundo de la historia del sur americano. Cuanto más estudiábamos los datos, más claro nos quedaba que en cualquiera de las dimensiones cívicas de nuestra comunidad, la división era racial. Nos lo demostró un estudio, el Índice de Equidad Racial, hace dos años”.
“Llevo precisamente dos años en este puesto, y en mi primera reunión con el concejo municipal se decidió unánimemente que nos convirtiéramos en la primera ciudad de Carolina del Sur en hacer algo propio de California o Nueva Inglaterra, pero que por esta zona es absolutamente revolucionario”.
Lo llamativo es que una decisión histórica para la ciudad, aprobada el martes 29 de septiembre, un día antes del primer debate presidencial entre Trump y Biden, pasara relativamente inadvertida entre sus habitantes.
“La verdad que no estaba al tanto”, dice a Infobae Harrison McGuiness, un joven de 21 años que trabaja en Little River Roasting, la mejor cafetería de la ciudad, frente al periódico local y a 200 metros de la sede del gobierno municipal. “Pero es muy necesario, es un paso adelante. Yo no había nacido en los ’70 para ver lo que sucedía aquí, pero en esta región del país hay una gran sed de reparación y asunción de responsabilidades”.
“Yo nunca viví en otro lugar que no fuera Spartanburg”, añade McGuiness antes de quedarse pensando. “No sé si ayudará, pero era necesario”.
En “Hub City Bookshop”, la librería al lado de la cafetería, la joven que atiende tampoco estaba enterada del pedido de perdón de la ciudad a la comunidad negra. Si lo estaban, en cambio, sus jefas, Sharon Purvis y Anne Waters, que dirigen la librería y un proyecto destinado a escritores en la ciudad. Las dos damas, de mediana edad, no caben en sí de felicidad ante el paso dado por Spartanburg.
“Creo que es maravilloso”, dice Waters. “Nos hace sentir muy orgullosas de nuestra ciudad”, coincide Purvis. “Es un gesto importante, no son meras palabras”.
Las dos están espantadas con la presidencia de Trump y no pudieron ver el debate completo con Biden, se les atragantó a mitad de camino. “El gesto de Spartanburg llega en el momento justo teniendo en cuenta lo que está viviendo el país”, coinciden.
A seis minutos en auto, en la zona norte de la ciudad, el paisaje cambia. Las calles ya no son impecables, y a ambos costados del camino las casas parecen vencidas por el paso del tiempo. Es el barrio negro de Spartanburg. En un pequeño y sombrío almacén junto a un taller mecánico atiende Reema, una joven negra que no quiere fotos, pero que con una sonrisa luminosa explica a Infobae lo que siente: “No estaba enterada del pedido de disculpas de la ciudad. Creo que es un lindo gesto, pero ahora les diría: muéstrame más”.
Story asegura que ese “más” que pide Reema existe. “Estamos trabajando duro en el rediseño urbano de barrios de comunidades de color. Un nuevo parque de esparcimiento y colegios, y buscamos hacer lo mismo en otras zonas. También hemos diseñado programas especiales para emprendedores afroamericanos, porque hemos comprobado que emprender es para ellos mucho más difícil que para los blancos”.
De nuevo a bordo del auto, a dos minutos del almacén de Reema aparece una construcción que, por estar totalmente fuera de contexto, llama la atención. Es el nuevo centro comunitario de la ciudad, con instalaciones envidiables que incluyen aulas, salones, gimnasio y piscinas. Es uno de los gestos concretos de Spartanburg para moderar las desigualdades. Mario Bruteen, encargado del centro, está feliz: “Sí que estaba enterado de lo que hizo la ciudad. Han pasado muchas cosas complicadas en el pasado, creo que este gesto ayuda”.
En el barrio negro de la ciudad hay mucha menos gente en las calles, y las miradas ante el forastero son huidizas o desconfiadas. Si se sigue por esa misma carretera unos 20 minutos se llega a “Little Africa”, una comunidad semi autónoma con casas desperdigadas entre la profundidad de bosque y la inmensidad ondulada del campo en la que se buscaba huir de la supremacía blanca. Fundada en 1880 por dos ex esclavos, hoy no solo alberga afroamericanos, sino también blancos. Tiempo atrás se encontró pintada allí una cruz esvástica, algo que lamenta Story, el hombre que tiene todas las cifras y los proyectos de Spartanburg en la cabeza.
“Sí, en las áreas rurales aún hay otras dinámicas…”, dice. Smith, la concejala, admite que en público solo observó “buenas reacciones” al pedido de disculpas por parte del municipio, aunque “hay gente blanca que lo critica a nuestras espaldas”. Es lo que comprobó a Infobae hablando con una policía de la ciudad: “Es una cosa extraña, no sabemos bien por qué se emitió esta disculpa”.
Smith es consciente de esa reticencia. “Hay ciudadanos de edad que dicen que no lo entienden, incluso un ex alcalde se preguntó de qué hay que disculparse. Pero el simbolismo de esta disculpa es clave, mucho más en este momento que estamos viviendo. Vimos cómo el presidente no rechazó a los supremacistas blancos. Esa ambigüedad es peligrosísima. Porque además hay que recordar algo: aquí tenemos también al Ku Klux Klan”.
El concejo municipal de Spartanburg es apartidario, como sucede en la mayoría de las ciudades de ese tamaño en la región. No hay republicanos y demócratas, aunque sí sensibilidades muy diferentes. Story y Smith intercambian miradas cómplices y una risa cuando se les pregunta si les costó mucho lograr la unanimidad. “No fue fácil”, terminan admitiendo.
Spartanburg no es solo la ciudad, es también el nombre de todo un condado. Llama la atención que Smith habla de “comunidad de color”, en vez del habitual “afroamericanos”. ¿Por qué? “Es que vemos similares disparidades también con la comunidad latina. Y el condado es muy diverso: hay camboyanos, alemanes, ucranianos…”.
La ambición de quienes dirigen hoy Spartanburg es que Carolina del Sur se disculpe a nivel estatal con su población negra, pero saben que es un momento de alta tensión en la política regional y nacional. Saben que habrá que esperar. Mientras lo hacen, Smith cuenta su relación con la figura de Eva Perón, con Argentina y con Ecuador, el país en el que vivió hasta los 15 años.
“En mi adolescencia me fasciné y me enamoré de la historia de Evita, y sigo estándolo. Una mujer que llegó desde abajo y tuvo la fuerza y la determinación para cambiar su posición en la vida, el modo en que sirvió a los ‘descamisados’, en que impulsó el voto femenino, su sentido de la moda, la forma en que intervenía en política, que era un territorio tan masculino… Y su muerte temprana y trágica. De joven la admiraba ciegamente”.
Con los años, esa visión cambió. “Cuando fui conociendo más acerca de los lazos de Juan Perón con los nazis que huían de Europa, el conocimiento que Eva tenía del tema e incluso las dudas acerca de lo genuino de su servicio a los pobres, me di cuenta de que admirar ciegamente a una figura histórica no es bueno. Pero más allá de sus verdaderas intenciones, su impacto fue profundo, y ella tuvo una influencia imborrable en mí. Le canto las canciones del musical a mis hijos y espero un día visitar la hermosa Argentina para ver las cosas con mis propios ojos”.
Meghan Smith, está claro, es una mujer optimista. No se contenta con ver: quiere ser y hacer. Un par de horas después de la charla con Infobae sale del edificio municipal junto a uno de sus hijos, detiene su auto y dice: “Sé que hablamos de temas muy duros y que el momento es complicado. Pero, por favor, ¡no pierdas las esperanzas en este país”.
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