Antonio Silio es un nombre reconocido dentro del mundo del atletismo. El entrerriano, oriundo de Nogoyá, fue el dueño del récord argentinos de maratón y mantiene vigente el de medio maratón. Además, tiene los registros más altos en 15 y 30 kilómetros den ruta, además de los de 5.000 y 10.000 metros.
El nombre de Silio, que se define como “atleta para siempre” y se radicó hace 33 años en España, volvió a sonar en medios y redes, aunque no por una noticia deportiva. Es que, el entrerriano realizó un via crucis de más de seis mil kilómetros que arrancó en Guadalajara, pasó por Baden Baden, en la selva negra alemana, para llegar a la frontera con Polonia y darle una mano a una familia ucraniana. Aunque, lo que arrancó con la idea de una pequeña acción, terminó siendo el socorro para mas de 20 familias con cerca de 60 niños refugiados de la guerra entre Rusia y Ucrania.
“Fue una acción que se fue gestando en el día a día. Tengo un amigo uruguayo y en un asado, conversando con su novia, surgió la idea de traer gente de Ucrania, algunos de los que están esperando salir del país. Veíamos en la televisión que salen con lo puesto, sentimos que podíamos hacer algo y decidimos organizarnos en un plazo corto. Esta chica, llamada Patricia, ponía su auto y entre los primeros trámites, tuvimos que conformar una Sociedad Benéfica, para no ir en forma particular y ser rechazados, ya que no podríamos lograr el objetivo”, arrancó Silio a FM Estación Plus Crespo.
La familia ucraniaana en el living de Antonio Silio.
Así, lo que arrancó en una charla informal con amigos fue tomando forma. Y comenzó a sumar adhesiones: “Quienes se iban enterando, nos acercaron medicamentos y cosas para los niños principalmente, como para que llevemos ayuda. Llenamos 4 furgonetas y un sábado partimos”.
“Hubo gente que nos llamaba para colaborar, nos alojaron en el camino y otros que nos daban ayuda económica como para ir pagando gastos de gasolina y compras básicas. También en el tiempo de hacer ese trayecto, fuimos reuniendo familias que querían contener o alojar niños. De hecho, llegamos a la frontera de Polonia con 20 familias interesadas en recibir a 50 ó 60 niños, con sus mamás o sus familiares, que habitualmente son mujeres, porque los hombres deben quedarse a luchar, sólo salen aquellos que tienen más de tres hijos”.
Silio, relata su camino quijotesco: “Hicimos 3.200 kilómetros para ir y lo mismo para volver, repartidos en tres fases. Primero llegamos hasta San Sebastián, la frontera de Francia; luego hasta Baden-Baden, una ciudad en la Selva Negra de Alemania y finalmente hasta Polonia, cerca de Cracovia. Nos hospedaba una familia y a 350 km de ahí, estaba el Centro de Refugiados. Concurríamos a diario cerca de Leópolis, hasta un supermercado enorme, que sólo admiten personas acreditadas, ya sean de una ONG o una Fundación para rescate de niños”.
Después de ese periplo, el entrerriano radicado en España, regresó a su casa de Guadalajara con una familia compuesta por seis personas: “Son 4 chicos, la madre y la abuela. De esa familia quedó pendiente la llegada de una hermana de la madre, que a su vez es la mamá de dos de esos chicos. Aún no viajó, porque estaba embarazada y dio a luz justo cuando tuvieron que dejar el país. Mientras la esperamos, están con nosotros las dos mujeres, una nena de 7 años y tres varones de 9, 10 y 11 años”.
Ahora, Silio y su familia debieron adaptarse a una nueva vida, aunque está claro que la parte más dura la trae consigo la familia ucraniana que los acompaña que no se acostumbra a vivir en un lugar lejano a los ruidos de la guerra.
“De los cuatro chicos, el más grande es el que se ve que más ha sufrido la guerra, se le nota cuando escucha un ruido fuerte. Ayer estábamos caminando y justo cruzaba el tren de alta velocidad. Él se asustó, pensaba que era un avión que venía a bombardear. Igualmente, creo que el primer día es el más duro de transitar, porque desconfían muchísimo -y es normal-, no quieren tomar nada ni aceptar un caramelo siquiera. Cuando los retiramos del centro de operación, los llevamos hasta la familia polaca que nos hospedaba y como ellos dominaban un poco el idioma ucraniano, les explicaron que éramos un grupo que quería ayudar, que no tuvieran miedo y con los días se fueron soltando un poco”, cuenta el entrerriano.
Los vecinos de Silio que armaron la colecta.
Silio contó que no tiene apuro por reubicar a la familia y tampoco tiene claro hasta cuándo estarán con ellos: “No sabemos hasta cuándo estarán, pero estamos muy a gusto, porque nos hacen sentir también su familia. Acá el gobierno ha tomado algunas medidas y tomará otras para ayudar. Hoy escribimos los niños para el ciclo escolar y en estos días ya nos confirman en qué Centro Escolar van a poder cursar. El gobierno dispone de un transporte escolar, para el traslado hasta la escuela. Está previsto que se les otorgue un permiso o residencia como para que puedan trabajar, porque ellos mismos han pedido tener su propia economía”.