Los jugadores vestidos de blanco se abrazan mientras una multitud los aplaude; sus colegas de atuendo azulgrana, en tanto, se retiran cabizbajos. La instantánea parece haber sido tomada en el Waldstadion de Fráncfort. Pero no. La imagen del Camp Nou sorprende. No solo por la victoria 3 a 2 del Eintracht que catapultó al conjunto teutón a las semifinales de la Europa League, sino también por la multitud de hinchas visitantes que coparon el coliseo catalán, una situación que generó indignación y acusaciones cruzadas entre la dirigencia y los simpatizantes del Barcelona.
Alrededor de 30.000 alemanes dieron el presente en el Camp Nou, un número que quintuplicó la cantidad de localidades que estaban destinadas a ellos en virtud del espacio que se les había asignado en el estadio. Lejos estuvieron de limitarse a ese sector. Ocuparon tribunas en las que convivieron (y superaron) a los locales. ¿Cómo fue posible que eso sucediera cuando solo 6.000 localidades estaban reservadas para los aficionados visitantes y el resto, a los del Barça?
“Teníamos 34.440 entradas a la venta, aunque con restricciones, ya que no podían ser compradas con tarjetas de crédito alemanas ni con una IP alemana. Por tanto, el club no vendió entradas a alemanes, impuso las restricciones que se pueden imponer y que se vienen haciendo desde hace seis años”, explicó el presidente Joan Laporta, quien quedó en el ojo de la tormenta por lo sucedido.
“Me siento muy molesto por lo ocurrido, que es muy grave. Pasamos vergüenza y fue un día triste por el resultado y por lo que sucedió en lo que respecta a la asistencia de tantos alemanes al estadio”, sostuvo el dirigente, quien asumió la responsabilidad por el hecho y dijo estar trabajando para encontrar soluciones, pero enseguida apuntó a los hinchas catalanes.
“Los socios tenían prioridad las primeras 24 horas y después (las entradas) se pusieron a la venta al público general. Pero los que las compraron se las hicieron llegar a los alemanes, es una evidencia”, disparó. Y señaló que también había habido transferencia de abonos, algo que no está permitido. “De los 37.746 abonos ocupados, una parte también fue a manos de aficionados alemanes. Por tanto, hay dos conductas irregulares”, detalló.
La venta de entradas para el partido ante el Eintracht reportó al Barcelona una recaudación de tres millones de euros, según reveló la vicepresidenta institucional, Elena Fort. Sin embargo, eso no sirvió como consuelo. Con el objetivo de que no se repita una situación como la del jueves, Laporta anunció que a partir de la próxima temporada, las localidades para partidos correspondientes a competencias internacionales que se disputen en el Camp Nou serán nominales, una medida que la dirigencia se había negado a adoptar hasta ahora “porque incomoda y molesta a los socios que tienen una conducta correcta, normal y corriente”.
La indignación que dijo sentir el presidente del club fue la misma que experimentaron los simpatizantes que asistieron al estadio y que se sintieron visitantes en su propia casa. Para manifestar su descontento, la Grada de Animación (el sector más bullicioso de la hinchada) abandonó la cabecera norte del Camp Nou durante el entretiempo y recién regresó a su sitio cuando habían transcurrido 10 minutos del segundo período.
“Acordamos esta protesta en un momento de crispación porque tenemos claro que los partidos se juegan en el césped y en la grada, y lo que pasa en la grada influye. Pero el club permitió que se perdiera en la grada”, argumentó Albert Yarza, presidente de Almogàvers (el grupo organizado más numeroso de los cinco que integran la Grada de Animación), en declaraciones recogidas por el diario Mundo Deportivo. “No nos gusta que se haga negocio con nuestros sentimientos. Se prioriza el dinero fácil al hecho de tener público local. ¿Quién puede pagar los 180 euros que costaban la mayoría de las entradas?”, se preguntó.
Más allá de las acusaciones cruzadas sobre quién hizo llegar las entradas a manos de los hinchas del Eintracht, varios son los factores que se combinaron para que el jueves hubiera más simpatizantes alemanes que catalanes: la merma en la cantidad de abonados activos que el club registró esta temporada (tiene 57.262, que son 7.728 menos que la campaña pasada), la programación del encuentro en un día de la Semana Santa (una festividad muy importante en España) y, sobre todo, la poco seductora temporada del equipo.
Treinta mil hinchas del Eintracht llegaron hasta Barcelona para alentar a su equipo. (Foto: Joan Monfort / AP)
Incapaz de superar la fase de grupos de la Champions League (terminó tercero en la zona E detrás de Bayern Múnich y Benfica), eliminado en los octavos de final de la Copa del Rey por el Athletic Club de Bilbao y alejado de la pelea por el título en la Liga de España (está a 12 puntos del líder Real Madrid), al Barça solo le quedaba como consuelo la Europa League, un torneo de segundo orden para un club de esta dimensión. Y el jueves también dejó escapar esa última oportunidad de alzar un trofeo mientras 30.000 alemanes celebraban la victoria de un conjunto que marcha noveno en la Bundesliga y que va en busca de su primera corona internacional en más de cuatro décadas (ganó la vieja Copa de la UEFA en 1980).
Como si la eliminación en casa y la marea alemana no hubiesen sido motivos suficientes de fastidio, el club catalán se expone en estas horas a sanciones de la UEFA. Por un lado, por la muy numerosa presencia de aficionados teutones fuera de la zona de seguridad que estaba destinada a ellos. Por el otro, por las deficiencias en el control de acceso que permitieron que los hinchas visitantes accedieran al coliseo con bengalas y latas de cerveza.