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Una mujer canadiense dice estar maldita por las ruinas ancestrales que hace más de una década se llevó de la antigua ciudad romana de Pompeya y en un desesperado intento por quitarse esa maldición ha resuelto devolverlas y pedir perdón.
Las piezas robadas encontraron su vía de regreso al Parque Arqueológico de Pompeya -el museo al aire libre en que se convirtió la grandiosa ciudad del Imperio Romano tras la destrucción ocasionada por la erupción del volcán Vesubio en el año 79 d.C.- en un paquete enviado desde Canadá, el cual traía una nota firmada simplemente con el nombre de Nicole.
“Tomé algunas piezas cuando visité Pompeya en 2005. Era joven y estúpida. Quería tener un pedazo de historia que nadie pudiera tener. En realidad, no pensé ni me di cuenta de lo que estaba obteniendo. Tomé un fragmento de historia que se ha cristalizado con el tiempo y que tiene mucha energía negativa . Ha muerto gente de una forma tan horrible y he tomado piezas relacionadas con esa tierra de destrucción. Es desde entonces que la mala suerte ha jugado conmigo y con mi familia “, dice Nicole en su carta.
La mujer, ahora con 36 años, relata que ha sufrido cáncer de mama dos veces, y que la última vez la enfermedad resultó en una mastectomía doble, es decir que todo el tejido de sus dos senos fue removido por completo.
Dice además que tanto ella como su familia han sufrido “problemas económicos”, y que teme pasar lo que califica como una “terrible maldición” a sus hijos, por lo que tomó la decisión de devolver los restos y pedir perdón.
“Aprendí mi lección. Estoy pidiendo el perdón de los dioses. Solo quiero deshacerme de la maldición que ha caído sobre mí y mi familia. Regresé estos artefactos para que se haga lo correcto por el error que cometí. Lo siento mucho, algún día regresaré a su hermoso país para disculparme en persona”, le dice Nicole al museo de Pompeya.
Finaliza su carta diciendo que cuando volvió a Canadá con las reliquias robadas le regaló una de ellas a una amiga suya, con la que comparte un gran amor por la historia y que ahora, tras tomar la decisión de regresar sus reliquias, le pidió que hiciera lo mismo.
“Le dije que los enviaría de regreso a donde pertenecen, pero no sé si lo hizo “, resalta.
En el mismo paquete en el que venía la carta de Nicole, el cual contenía dos fragmentos de mosaico, un trozo de pared de una domus (casa antigua romana) y dos fragmentos de ánforas, también había otra carta escrita por una pareja canadiense que firman con los nombres Alastain y Kimberly G. Ellos, aunque no manifestaron explícitamente ser víctimas de una maldición, también decidieron pedir perdón y regresar los pedazos de la antigua ciudad que habían robado.
“Hola, les devuelvo estas piedras que mi esposa y yo tomamos mientras visitábamos Pompeya y el Monte Vesubio en 2005. Las tomamos sin pensar en el dolor y sufrimiento que estas pobres almas experimentaron durante erupción del Vesubio y la terrible muerte que tuvieron. Lo sentimos y por favor perdónenos por tomar esta terrible decisión. Que sus almas descansen en paz “, dicen en su misiva.
Una vieja maldición
Como en los famosos casos de Tutankamón o Moctezuma, cuyas “maldiciones” se han convertido en verdaderas leyendas alimentadas por años de misterio alrededor de las muertes de los arqueólogos que profanaron sus tumbas, el caso de Pompeya está también tomando fuerza entre los creyentes en este tipo de maleficios.
Y no es para menos, al Parque Arqueológico que administra uno de los museos al aire libre más grandes del mundo, llegan recurrentemente paquetes como el de Nicole y la pareja canadiense, en los que turistas saqueadores, imprudentes y ladrones, han devuelto arrepentidos los restos robados afirmando que les han traído grandes desgracias.
El fenómeno incluyo motivó una exposición titulada “Lo que me llevo de Pompeya”, en la que se exhiben las reliquias devueltas y los mensajes con los que han llegado acompañadas.
Allí por ejemplo, se encuentra la carta de un turista español que había robado un trozo de yeso decorado y que devolvió su botín describiendo en sus disculpas cómo ese robo había sido un “presagio de desgracias personales y desgracias familiares”. Así también le ocurrió a una mujer de Inglaterra que en 2015 regresó un mosaico robado 32 años atrás por sus padres afirmando: “devuelvo lo que retiré indebidamente en 1983 y que solo me trajo desgracias”.
Otro caso, recogido por el medio italiano Corriere Della Sera, habla de una dama canadiense que de su luna de miel en Pompeya se llevó una estatuilla de terracota, “mientras los tortolitos regresaban a su tierra natal, el esposo recién casado murió de un infarto: la estatuilla robada en Pompeya estaba en su maleta. La viuda, después de devolver el artefacto, se casó con un rico industrial”, publica.
Así, crece la historia alrededor de Pompeya, una ciudad destruida en el siglo primero por una explosión volcánica cuyas ruinas se han convertido en uno de los principales destinos turísticos de Italia y Europa, visitada por miles de personas cada año que ante la vastedad de su extensión y de su belleza -la cual dificulta mantener apropiados controles- deciden llevarse consigo un pedazo de historia robada, sin saber que con eso podrían traer para su vida un sinfín de maldiciones. Para los que aprendieron la lección, solo les queda esperar que su perdón sea suficiente.
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