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las hormigas, los elefantes, los hombres y la máquina de arruinar el fútbol

La historia se repite. Se repite como se repiten, a veces, las jugadas para determinar si un gol fue lícito o no o si un jugador estaba o no en posición adelantada, tal como ocurre desde la llegada del VAR a la Argentina. Un VAR que era esperado por muchos, pero que termina siendo resistido por casi todos porque, en definitiva, se hace resistir. Porque no sólo no termina de hacer justicia como se esperaba, sino que se transforma en una máquina de arruinar espectáculos.

En Argentina tenemos un VAR que, paradójicamente, se repite en sus polémicas y en la sensación constante de que el tiro puede salir para cualquier lado. Un VAR que funciona a 24 cámaras en algunos partidos, los de los equipos más convocantes, y a sólo ocho en otros en los partidos más chiquitos -no hay que olvidar que tenemos la enormidad y anormalidad de ¡14 partidos por fecha!-. Y, es es obvio, 24 cámaras no ven lo mismo que ocho.

Tenemos también un VAR que encuentra árbitros que eligen descansar en el VAR y un VAR que descansa en árbitros que tienen diferencias de criterios -algo que sucede a menudo con las manos y sus disímiles interpretaciones-. Pero ese no es el problema mayor. Se pensaba que el VAR había llegado para apaciguar las polémicas. Pero las polémicas no se detienen.

El problema central es que estamos ante un VAR que despierta sospechas, algo lamentablemente lógico en un mundo como en el del fútbol donde todos desconfían de todos.

Este martes por la noche el beneficiado fue Barracas Central, el equipo del presidente de la AFA, Claudio Chiqui Tapia, que trae en su mochila polémicas a granel durante su meteórico y ascendente que camino que lo depositó en Primera. No es el único beneficiado, claro. Sin embargo, los fallos que quedaron bajo la lupa durante el partido con Patronato resultan difíciles de explicar. Por no decir que son inexplicables. Más allá de las explicaciones de los árbitros involucrados. Y más allá de las explicaciones del jefe de los árbitros.

Hay quienes se empeñan en buscar el más mínimo detalle para que la historia cambie su curso. Hay quienes omiten groserías para que la historia no cambie nunca bajo el imperio del siga, siga. Hablan de hormigas y de elefantes. Pero tenemos que hablar de los hombres. El problema es que tenemos un VAR que no entrega las certezas que debería entregar. Porque el problema, como los chanchos que no paran de engordar, no es del VAR ni de la tecnología, sino los humanos que lo manejan.

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