Una semblanza del hombre que contribuyó a una nueva forma de vivir de los argentinos y que hoy, por múltiples motivos, ya es una realidad que supera al deporte.
No siempre, pero en cualquier momento en que cuatro tenistas aficionados jueguen un dobles en el club puede surgir una referencia hacia el ídolo. Sea una chanza o un comentario de admiración. En nuestro caso, por ejemplo, decenas de veces alguna persona nos comentó un relato de los principales éxitos de Guillermo Vilas para referirnos qué estaban haciendo en ese momento o en qué circunstancia: en la puerta de una sala de partos o en el interior, arriba de un techo para que llegara el sonido de la radio.
Muchos se preguntarán si el tiempo irá borrando su existencia en el imaginario popular porque la actualidad va produciendo nuevos tenistas y la expectativa sobre sus campañas acapara la atención. Parte de ello pasará, pero en notas, libros, reconocimientos y monumentos su figura siempre estará presente. O habrá quien cuente que el mejor tenista argentino y algo más de los tiempos, al margen de haber reinventado un deporte, contribuyó a una nueva forma de vivir de los argentinos que hoy, y por múltiples motivos, ya sea una realidad que supera al deporte.
A partir de la explosión Vilas, a la que hay que ubicar en 1974, se fueron encadenando las circunstancias. Los que no jugaban tenis, comenzaron a hacerlo y los socios de los clubes tenían que colocar carnets de cada uno de los participantes en un dobles para lograr, en una maniobra no exenta de picardía, el de cada uno de ellos para conseguir cuatro turnos de una hora en un fin de semana. Esa carencia y necesidad, trajo como consecuencia el surgimiento de los countries. Primero, poder jugar, luego acostumbrarse a esa nueva forma de vida.
Festejo de Vilas tras la victoria sobre Dick Stockton por la Copa Davis de 1977. Foto: Archivo.
Todo fue creciendo. En el comienzo, apenas una radio y un par periódicos cubrían la actividad. Y parece historia antigua, comparado con la intensidad de la TV y los múltiples medios de la actualidad potenciados por las redes sociales. Pero con un origen incontrastable: seguir a Guillermo Vilas.
El tenista va mucho más allá que los 62 torneos internacionales y profesionales ganados, sus casi 200 “clínicas” posteriores con cerca de medio millón de asistentes y de las que fuimos testigos: reunían a padres e hijos, socios de clubes, turistas, según el lugar. La condición de ídolo surgía a gritos.
Vilas, en una exhibición de 2005. Foto: Archivo
Vilas fue un hacedor, diría Jorge Luis Borges. Y, fundamentalmente, fue único. Una denominación que supera mucho más que referirse a un “número 1”.
Así como sus hazañas no podrán olvidarse, siempre habrá quien recuerde y mantenga en la memoria sus atributos. Gracias Guillermo, tan grande, tanto que recordamos en este cumpleaños que nació el mismo día en que el General San Martín pasó a la inmortalidad. Sin ninguna intención de comparación, solo son circunstancias.
Nada más y nada menos.