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Sorpresas tras el debate que no fue: noche desafiante para Trump y plácida para Biden

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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el candidato demócrata a la Casa Blanca, Joe Biden, durante sus encuentros con los electores, celebrados en Florida y Pensilvania (ABC/MSNBC / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO)
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el candidato demócrata a la Casa Blanca, Joe Biden, durante sus encuentros con los electores, celebrados en Florida y Pensilvania (ABC/MSNBC / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO)

WASHINGTON DC – A Filadelfia y Miami las separan 1.900 kilómetros, pero en la noche del jueves la diferencia era sideral, parecían pertenecer a planetas diferentes. La amable Filadelfia en la que hablaba Joe Biden sonaba a 1980. La Miami en la que hablaba Trump era, otra vez, un mundo distópico, aunque con una diferencia importante respecto de otras apariciones del presidente estadounidense: esta vez era él el que estaba en apuros, esta vez era él el interrumpido y el que con frecuencia no podía hacer pie en la entrevista.

“Sí, usted me lo está diciendo, pero permítame que no necesariamente lo crea”, le lanzó Trump a Savannah Guthrie cuando la moderadora de la entrevista formato “town hall” (una especie de asamblea de ciudadanos) le dejó tomar aire en la eléctrica hora que compartieron en la NBC. Abogada de 48 años y nacida en Australia, Guthrie se llevó por momentos por delante a Trump con una sucesión de preguntas breves y bien formuladas, toda una novedad respecto de otras entrevistas al inquilino de la Casa Blanca.

La noche del jueves debía ser la del segundo debate presidencial. La sede prevista era Miami, pero Biden no estaba allí. Tras contagiarse Trump el coronavirus, la Comisión para los Debates Presidenciales decidió reconvertir la cita a una virtual. Trump se molestó, dijo que no perdería el tiempo y renunció al debate. Enseguida se daría cuenta de que, sin debate, le hacía un favor a Biden, que había salido indemne del primero en Cleveland y lidera las encuestas para las elecciones del 3 de noviembre.

George Stephanopoulos, un periodista que formó parte del gobierno de Bill Clinton en los ’90, entrevistó a Biden con un formato reposado y amable. Como escenografía, artículos de la Constitución de los Estados Unidos, no en vano estaban en Filadelfia. Era la televisión y el tono de los ’70, de los ’80. Iluminación discreta y sin estridencias, Biden se comportaba en forma “presidencial”, y el trato que le dispensaban sus interlocutores iba en sintonía.

Trump no tiene intención de parecer “presidencial”, y tampoco le importa. Él apuesta a otro estilo de comunicación, de frases breves, contundentes y repetitivas, pasando por encima de su entrevistador o de su rival ocasional, como se vio con Biden en el explosivo primer debate a fines de septiembre. Lo sorprendente fue que esta vez no pudo. Guthrie ejerció todo el poder que tenía como conductora del programa especial, y no pareció especialmente impactada por tener a cinco metros al presidente.

“¡Usted es el presidente, no es como un tío loco que puede retuitear cualquier cosa!”, le espetó Guthrie a un desconcertado Trump. La periodista lo estaba poniendo contra las cuerdas con una pregunta referida al inasible grupo QAnon, que disemina teorías conspirativas que van desde los planes de impulsar la pedofilia por parte de políticos demócratas hasta que Barack Obama habría falseado la muerte de Osama bin Laden, que estaría vivo.

U.S. President Donald Trump speaks with host Savannah Guthrie during a live one-hour NBC News town hall forum with a group of Florida voters in Miami, Florida, U.S., October 15, 2020. REUTERS/Carlos Barria
U.S. President Donald Trump speaks with host Savannah Guthrie during a live one-hour NBC News town hall forum with a group of Florida voters in Miami, Florida, U.S., October 15, 2020. REUTERS/Carlos Barria

Guthrie vs Trump: de QAnon a Antifa

“¿Puede, de una vez y por siempre decir que esto no es cierto y desautorizar a QAnon totalmente?”, le preguntó Guthrie a Trump, que se movía incómodo en su banqueta alta.

“Sólo sé que están muy en contra de la pedofilia, luchan muy duro”, fue la respuesta del presidente. “La verdad que no sé qué es QAnon”, añadió.

“Sí que sabe”, contraatacó la entrevistadora, que añadió que acababa de explicarle en qué consistía el grupo.

“No sé”, insistió Trump, que retuiteño recientemente un tweet de QAnon en el que se aseguraba que Bin Laden está vivo porque Obama mintió sobre su muerte. “Sólo lo difundí”, se escudó. Y fue entonces que Guthrie le hizo notar que no es una persona cualquiera que puede tuitear teorías conspirativas.

Otro de los muchos momentos de tensión llegó cuando Guthrie le preguntó a Trump por su renuencia a denunciar a los supremacistas blancos. El presidente se molestó: “Denuncié a los supremacistas blancos por años, pero siempre preguntan lo mismo. ¿Por qué no le preguntan nunca a Biden por los antifa?”.

U.S. Democratic presidential candidate Joe Biden walks on stage beside host George Stephanopoulos, ahead of an ABC Town Hall event at the National Constitution Center in Philadelphia, Pennsylvania, U.S., October 15, 2020.  REUTERS/Tom Brenner
U.S. Democratic presidential candidate Joe Biden walks on stage beside host George Stephanopoulos, ahead of an ABC Town Hall event at the National Constitution Center in Philadelphia, Pennsylvania, U.S., October 15, 2020. REUTERS/Tom Brenner

Biden no atravesó ningún momentos de tensión comparable, y habló con comodidad desde un amplio sillón en Filadelfia en el programa especial de la ABC. Su trato con Stephanopoulos era familiar, se conocen desde hace décadas y ambos son demócratas. Titubeó más de una vez, pero a esta altura nadie se sorprende ya con esas dudas del candidato demócrata.

“George, tu y yo lo sabemos: la palabra de un presidente importa, y cuando se burla de las mascarillas o de mi cuando llevo mascarilla, eso influye”. Al terminar el programa se quedó conversando unos minutos con los espectadores que le habían planteado preguntas. Se lo veía tranquilo y confiado.

Trump, que tuvo el mérito de nunca renunciar a la esgrima verbal pese a la presión por momentos asfixiante de Guthrie, vivió una noche para el desconcierto, con el clímax quizás en la aparición de una señora que, antes de su pregunta, le dijo algo quizás nunca antes escuchado en televisión: “Usted tiene una sonrisa tan hermosa, señor presidente… Es hermoso cuando sonríe”.

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