En las madrugadas frías, cuando la tos no deja dormir y la congestión nasal quita el aire, una solución ancestral vuelve a ganar terreno frente a los medicamentos industriales. El té antigripal casero -esa mezcla de jengibre, miel, limón y canela- no es solo un placebo cálido: la ciencia avala cada uno de sus componentes.
Prepararlo requiere menos tiempo que hacer un café. Dos minutos de hervor para el jengibre (un antiinflamatorio natural que mejora la circulación), una cucharada de miel pura (con propiedades bactericidas demostradas) y el jugo de medio limón (con su carga de vitamina C) forman un cóctel que alivia mientras fortalece las defensas. La canela, opcional pero recomendada, suma su efecto antimicrobiano.
“Es como darle al cuerpo las herramientas para que se defienda”, explica la nutricionista Laura Márquez. Aclara que no reemplaza tratamientos médicos en casos graves, pero sí puede acortar los días de síntomas leves. La clave está en la frecuencia: tres tazas diarias -mañana, tarde y noche- mantienen activos los beneficios.
El ritual incluye un paso olvidado: inhalar el vapor antes de beber. Este simple acto abre las vías respiratorias, potenciando el efecto descongestivo. Para quienes sufren de garganta irritada, la miel actúa como un bálsamo natural, mientras el jengibre reduce la inflamación de manera similar a algunos fármacos, pero sin efectos secundarios.
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