
En la habitación de su casa, Laura se colocó el guardapolvo con una mezcla de emociones. Al mirarse al espejo, supo que no sería un día fácil. Respiró profundo y salió hacia el comedor, donde su esposo Ricardo esperaba para llevarla a la escuela, algo poco habitual.
Al llegar al colegio Juan Fanzolato en Rawson, Laura vio muchos adornos y, aunque no había fiesta, imaginó lo que se acercaba. En su salita de 4 años saludó como siempre: “Buen día mis Pichones”, recibiendo el eco entusiasta: “Buenos Días Seño Pichona”.
Las horas pasaron rápido y cuando sonó el timbre, algo difícil estaba por suceder. Los chicos salieron raudos del aula y ella, sin entender, cerró el portafolio y miró con lágrimas el aula vacía. Respiró profundo y salió, enfrentando un doble pasillo formado por los alumnos de sexto a primero, quienes gritaban emocionados “Seño Laura, Seño Laura”.
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