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Una de las principales razones que lleva a los autores a escribir es la necesidad de canalizar a través del papel una emoción. En ese sentido, Diego Armando Maradona fue -y es- uno de los mayores generadores de sensaciones y sentimientos por excelencia. Además, es requisito indispensable creer en lo que se escribe. Y, ¿cómo no creer en Diego?
Por eso, la literatura fue uno de los tantos espacios en los que “Pelusa” dejó una huella imborrable. Su vida, claro está, ofreció infinitas perspectivas desde las cuales ser abordada: fantasía y realidad, amor y odio, lujo y pobreza, drama y comedia, éxito y fracaso, deporte y política. Es que la vida de Diego tuvo todos esos condimentos y también muchos más.
A raíz de su muerte, la pulsión de escribir sobre Maradona se intensificó, tal como se evidenció en cada portal de noticias, blog y red social. Sin embargo, cada vez resulta más difícil escribir sobre Diego sin caer en la burda repetición. Hay infinitos textos que encaran alguna de las infinitas aristas de su vida. Y lo que no está escrito, seguramente alguien ya lo pensó. Por eso, quizá lo más pertinente sea limitarse a mantener vigente lo que otros ya plasmaron en palabras.
Mario Benedetti, Hernán Casciari, Eduardo Sacheri y Eduardo Galeano son algunos de los escritores que encontraron inspiración en el “Barrilete Cósmico”.
En ese sentido, Eduardo Galeano, escritor, periodista y “mendigo de buen fútbol” -como se definía a sí mismo-, fue uno de los que mejor supo describir la eterna dualidad con la que Diego debió convivir. En el texto “El parto”, de su libro “Cerrado por Fútbol”, escribió: “Al amanecer, doña Tota llegó a un hospital del barrio de Lanús. Ella traía un niño en la barriga. En el umbral, encontró una estrella, en forma de prendedor, tirada en el piso. La estrella brillaba de un lado, y del otro no. Esto ocurre con las estrellas, cada vez que caen en la tierra y en la tierra se revuelcan: de un lado son de plata y fulguran conjurando las noches del mundo, y del otro lado son de lata nomás”.
Más adelante, en el mismo libro, el uruguayo se refirió a los dos goles más reconocidos del Diez: “Este ídolo generoso y solidario había sido capaz de cometer, en apenas cinco minutos, los dos goles más contradictorios de toda la historia del fútbol. Sus devotos lo veneraban por los dos: no sólo era digno de admiración el gol del artista, bordado por las diabluras de sus piernas, sino también, y quizá más, el gol del ladrón, que su mano robó”.
El escritor uruguayo Mario Benedetti fue uno de los que mejor supo describir la eterna dualidad con la que Diego debió convivir. Foto: Archivo.
“Maradona fue condenado a creerse Maradona y obligado a ser la estrella de cada fiesta, el bebé de cada bautismo, el muerto de cada velorio. Más devastadora que la cocaína es la exitoína”, agregó.
Por su parte, Eduardo Sacheri, profesor de historia y escritor reconocido de la Argentina, escribió un cuento sin mencionarlo, para inferir que no es necesario nombrarlo para saber que se habla de Maradona. Para relatar el la famosa “Mano de Dios”, combina fútbol y política, Estadio Azteca y Malvinas: “Porque los roba. Porque delante de sus ojos los afana. Y, aunque sea, les devuelve ese afano por el otro, por el más grande, por el infinitamente más enorme y ultrajante”.
“Arranca desde el medio, desde su campo, para que no queden dudas de que lo que está por hacer no lo ha hecho nadie. Y aunque va de azul, va con la bandera. La lleva en una mano, aunque nadie la vea. Empieza a desparramarlos para siempre. Y los va liquidando uno por uno, moviéndose al calor de una música que ellos, pobres giles, no entienden”, escribió respecto del segundo, del “Gol del Siglo”.
Para terminar el relato, remarcó: “Pero no me jodan con que lo mida con la misma vara con la que suponen debo juzgar a los demás mortales. Porque yo le debo esos dos goles a Inglaterra. Y el único modo que tengo de agradecérselo es dejarlo en paz con sus cosas”.
En la descripción de los goles ante Inglaterra se embarcaron muchos otros autores. Entre ellos, el mítico Roberto Fontanarrosa y su increíble segundo a segundo de la jugada, en su cuento “Aquel gol a los ingleses”: “…opta por un nuevo enganche de zurda hacia su diestra, muy finito, para dejar atrás al guardapalos que pide perdón a gritos por haber invadido las Malvinas”.
Además, el rosarino es dueño de una frase que, aunque no plasmó en papel, sí quedó inmortalizada en el inconsciente colectivo de la sociedad, que se encargó de viralizarla tras la partida de Diego: “Qué me importa lo que Diego hizo con su vida, me importa lo que hizo con la mía“.
Osvaldo Soriano escribió: “Maradona es el gran relato de este país. Un gran relato que todavía no terminó(…) Por eso no cuenten conmigo para crucificar a Diego”.” El recordado autor, junto a Fontanarrosa en una Feria del Libro. Foto: Archivo
Otro texto que se encargó de detallar minuciosamente el “Gol del Siglo”, es “10,6 segundos”, del periodista y escritor Hernán Casciari: “El jugador sabe que ha dado cuarenta y cuatro pasos y doce toques, todos con la zurda. Sabe que la jugada durará diez segundos y seis décimas. Entonces piensa que ya es hora de explicarle a todos quién es él, quién ha sido y quién será hasta el final de los tiempos”.
En “Vivir para contarlo (carta a Diego)”, otro de sus textos, Hernán Casciari escribió: “Me dan ganas de explicarle al mundo qué pocas alegrías tuvimos en los últimos veinte años, y que de esas pocas, casi todas vinieron con tu firma. En el futuro nadie se va acordar de que eras un fanfarrón y un boca sucia. Van a decir que eras capaz de levantar a un pueblo triste y volverlo loco de alegría, de hacerlo feliz incluso en las épocas más negras… Para que no se muera ese, yo rezo”
Por su parte, el periodista deportivo Ariel Scher, sin darse por vencido ante la inmensidad de referencias al mejor gol de los Mundiales, logró darle una vuelta de tuerca más y lo narró desde la perspectiva de un vendedor de Coca Cola que, tal como se evidencia en una de las miles de fotos de ese día, no pudo ser testigo de la jugada por hacer su trabajo: “El cocacolero estuvo ahí, ahí, ahí, ahí, ahí, ahí, ahí donde cualquiera con buen gusto por el fútbol o por respirar hubiera pagado hasta con sus huesos por estar, y se dedicó a vender unas gotas de gaseosa en lugar de parpadear de cara a la mayor obra de todos los artistas de todos los tiempos. Y sí: se lo perdió“.
Otro periodista, futbolero hasta la médula, fue Osvaldo Soriano, que le dedicó infinitas crónicas y columnas a “Pelusa”. En uno de ellos, dejó clara su postura respecto del ídolo: “Maradona es el gran relato de este país. Un gran relato que todavía no terminó. Nosotros estamos viéndolo ahora en la inmediatez. Porque lo que le pasa al sujeto de nuestro amor no puede sernos ajeno. Por eso no cuenten conmigo para crucificar a Diego”.
Martín Caparrós hizo un texto irónico tras la fraase de Diego “Que la chupen, que la sigan chupando).
Photo CEZARO LUCA
Por otro lado, el periodista y escritor argentino Martín Caparrós publicó un irónico artículo en la revista SoHo, luego de la controversial frase de Maradona tras clasificar al Mundial de Sudáfrica 2010 (“Que la chupen, que la sigan chupando”).
“Nos pidió —nos ordenó— que se la chupáramos; aquí estamos, dispuestos a tomar sus órdenes como deseos o algo así. Solo queda que usted fije día y hora, un lugar más o menos discreto —dentro de lo que cabe—, y varios millones nos pondremos en cola para ejercer, de uno en fondo, esa succión que usted comanda. Quizá nos lleve días o semanas: valdrá la pena complacerlo. Será nuestro último homenaje, por los buenos viejos tiempos. Después, si sobrevive usted a tanto respeto —ya no creo que podamos considerarlo amor—, olvídenos, váyase, por favor, adonde pueda y permítanos recordarlo como era cuando era Maradona”.
En tanto, el uruguayo Mario Benedetti, además de afirmar que “aquel gol que le hizo Maradona a los ingleses con la ayuda de la mano divina es, por ahora, la única prueba fiable de la existencia de Dios“, le dedicó algunas de sus mejores líneas en el poema titulado “Hoy tu tiempo es real”.
El mexicano escribió anticipadamente “Obituario para Maradona”. Juan Villoro ©Basso CANNARSA/Opale via Leemage
“Hoy tu tiempo es real, nadie lo inventa/ Y aunque otros olviden tus festejos/ las noches sin amor quedaron lejos/ y lejos el pesar que desalienta/ Tu edad de otras edades se alimenta/ no importa lo que digan los espejos / Tus ojos todavía no están viejos/ y miran sin mirar más de la cuenta/Vida tuya tendrás y muerte tuya / Ha pasado otro año, y otro año / Les has ganado a tus sombras, aleluya”.
También el peruano Mario Vargas Llosa se rindió ante los pies de Maradona. Durante el Mundial de España 1982, publicó un artículo en el diario El Comercio: “¿Un gran jugador? Más que eso: una de esas deidades vivientes que los hombres crean para adorarse en ellas. Maradona es un mito porque juega maravillosamente, pero también porque su nombre y su cara se graban en la memoria al instante”.
Desde México, Juan Villoro se aventuró en imaginar lo que sucedería tras la partida del Diez y escribió “Obituario para Maradona”: “Diego fue de una humildad ejemplar en la isla de césped; fuera de ella, estalló como una dramática supernova. No le faltó cariño a Maradona y, en cierta forma, eso contribuyó a su caída”. Y finalizó: “Diego Armando Maradona ha muerto. En el fútbol, solo una vez un hombre fue todos los hombres“.
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