Dos o tres gotas. No es más que eso lo que amenaza la nube que cubre al Congreso. En una pantalla gigante del lado celeste de la plaza (sucede igual del lado verde) transmite Diputados TV. Se ve la imagen de Sergio Massa -nadie chifla-. Se ve la imagen de Graciela Camaño -todos aplauden-. Se ve la imagen de Nicolás del Caño -se encienden los silbidos-.
A las siete de la mañana hay poca gente de este lado. En su gran mayoría, son jóvenes. Muchos de ellos se congregan alrededor de instrumentos de percusión e intentan mantener el espíritu. Hay también algunas familias: madres con hijas, madres con hijas y amigas de las hijas, adolescentes solos, algunos curas, señoras solas, señoras acompañadas, un padre y un hijo que unos minutos más tarde se abrazarán con el rostro tomado por la tristeza.
Paradójicamente, no reina la fe de este lado. No la fe en la votación, al menos. “Creo que faltó tiempo, no se pudo debatir bien, se está hablando de una asignación de presupuesto que no fue discutida en el presupuesto. No se pudieron discutir muchos aspectos. Se podría haber tratado también un proyecto de despenalización, como propusieron algunos diputados, pero la legalización ya es demasiado”, lamenta Lucía.
Está junto a Ana, su madre. Las dos miran la pantalla mientras esperan que llegue el momento de la votación, y aunque Ana dice que puede suceder un milagro (lo dice como quien usa el término un día cualquiera, no es que se encomiendo al verdadero esplendor de la palabra milagro), sabe que la ley logrará la media sanción.
“Igual tenemos fe de que en Senadores no pase y confiamos en que no sea ley. Nos parece terrible porque estamos hablando de vidas, eso no está en discusión. No es una liebre lo que lleva la mujer en su vientre, es un ser humano”, advierte.
Ana y Lucía comparten la militancia “por las dos vidas” y según su madre, es lo mejor que le puede dejar a sus hijos y a sus futuros nietos. “Si se legaliza, ¿quién controla que no haya una promoción del aborto? Ya sabemos que en algunos centros médicos hoy día ya están preguntando a las mujeres si están seguras de no querer abortar, sin importar siquiera si ellas lo hayan preguntado o no”, explica Ana, preocupada por el destino de la ley.
Ahí cerca está Javier sentado en el asfalto. Tiene 16 años y junto a él, dormido en plena calle, descansa su primo. Están frente al Congreso desde las ocho de la noche del jueves. Vinieron con sus padres, pero se quedaron solos a esperar la votación. “Estoy triste, pero si pasa en Senadores voy a estar mucho más triste porque significa que en mí país se va a avalar el asesinato”, cree.
Pocos minutos después terminan los cierres de los diputados y diputadas y la gente se concentra frente al escenario y la pantalla. La voz de Sergio Massa suena límpida sobre la mañana del viernes: “Se terminó el tiempo”, anuncia. Después de una sesión maratónica, llega el momento de la verdad. En la pantalla aparece la imagen de la cámara dividida en asientos rojos y verdes: verdes aprobación (131), rojos en contra (117). La ley obtiene media sanción y lo primero que se escucha es un estruendo que llega desde el otro lado de la plaza Segundos después, una humareda verde, también visitante de la otra orilla. Pero el silencio celeste dura poco, porque alguien vuelve a golpear el bombo y los jóvenes “por las dos vidas” comienzan a cantar.
“Borom bombón, borom bombón/ sí a la vida, aborto no”, cantan primero. “Argentina/ es Provida/ Argentina/ es provida” cantan después, cortando el Argentina en tres sílabas separadas: Ar gen tina.
“Tratar un proyecto que ya se trató hace dos años, cuando el país ya dijo lo que quería, me parece mal. No me esperaba esto, pero la diferencia no fue mucha, confío en que se puede cambiar”, dice Virgina, una chica de 22 años a la que solo se le ven los ojos llorosos.
Ezequiel tiene 32 años y también se ve conmovido por el resultado. “Estas son cuestiones no debatibles, sino defendibles”, dice. Para él, el resultado se explica en que “los seres humanos son corruptibles”. Es de Caucete, San Juan, y está seguro de que las provincias, a través de los senadores, van a rechazar el proyecto de ley.
“Tenemos que demostrar que este capricho porteño, burgués y gorila no es la Argentina”, dice desde el escenario Ana Mármora, joven de 29 años que es una de las voces cantantes de la militancia celeste.
Unos minutos después, ya abajo del escenario, habla con Infobae. “No me sorprendió porque en las últimas horas supimos de muchos diputados que estaban cambiando su voto por estar siendo muy presionados. Era algo a esperar: ningún presidente va a mandar una ley para que no salga. Sin embargo, rescato que se esperaba una diferencia mucho más abultada de la que hubo. Los 117 diputados que votaron a favor de las dos vidas son esa esperanza de dirigentes que siguen representando a la mayoría del pueblo, según lo que pasa en todo el país”, dice.
-Dijiste en el escenario que el aborto te parece un capricho porteño, burgués y gorila. ¿Qué significa eso?
-Creo que hay varios diputados que empezaron a ver eso: que el reclamo del aborto es un reclamo de acá, porteño. Creo yo: un capricho ideológico que logra ensañarse. Y gorila y burgués, como dicen algunos carteles. Creo que es una realidad, y cuando vemos la foto de todo el país y por una vez prestamos atención al federalismo, vemos que Argentina no quiere el aborto porque tiene un respeto hacia la vida.
-¿Y por qué gorila?
-Hay un sector peronista que aun entiende cuáles han sido sus valores. Lo vemos reflejado en algunos votos de hecho. Viene de ahí esa consigna, incluso hay carteles de Eva cuando le hablaba a las enfermeras. Creo que defender las dos vidas es parte de cierta doctrina del peronismo, que tiene mucho de valores, de comprender el concepto del bien común, de solidaridad, y de lo que hoy casi no se habla y está muy reflejado en las leyes que se tratan en nuestro Congreso. Y creo que ese capricho responde específicamente a un grupo muy minoritario que no se involucra con las reales necesidades de los más vulnerables.
-Hubo poca gente hoy de este lado. ¿A qué lo atribuís?
-A varias cosas. Primero el contexto: pandemia del coronavirus. Creo que hay muchos argentinos que creen que este no es momento para tratarlo. Además de este lado hay gente que trabaja, que estudia, que está con exámenes y es una época complicada del año.
Diez minutos después de la votación, ya no queda nadie en la plaza, ni de un lado ni del otro. Solo quedan los rastros de una jornada de casi 24 horas de debate, movilización y emociones.
El colectivo Unidad Pro Vida, poco después de la media sanción, sacó un comunicado: “El debate sigue abierto: saldremos a impedir que la clase política desoiga al pueblo y convalide el crimen del aborto”, dice en el título. Después, afirman: “El esfuerzo desmedido del Gobierno no tuvo el resultado esperado: sólo sacó 2 votos más que en 2018″, y aseguran que saldrán a conquistar los votos de los senadores.
Todo indica que antes de que termine el año, la congregación volverá a suceder, esta vez para la instancia definitiva. Del lado celeste de la plaza confían en que ese día sí puedan completar una imagen que dé cuenta de la mayoría que están seguros de representar.
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