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Los hermanos Gálvez, las dos caras de una pasión en tiempos de alambre y cinturones para arreglar los autos

En Garro y General Urquiza, a una cuadra de la avenida Chiclana en el barrio de Parque Patricios, Marcelino Gálvez, un inmigrante español, encontró el espacio perfecto para montar su taller mecánico a principios del siglo XX.

Padre de cinco varones, no extrañó que ellos heredaran la pasión por los autos. Lo que desconoció por algún tiempo fue que los tres más jóvenes también se interesaron por la velocidad. Si bien Roberto, el menor, llegó a correr (y ganar una vez) en Turismo Carretera, fue la historia de Oscar y Juan Gálvez, y esa rivalidad de hermanos, la que alimentó el automovilismo nacional de las décadas del 40, 50 y 60, cuando entre 1947 y 1961 solo se les escapó uno de los 15 títulos, el que obtuvo Rodolfo De Álzaga en el 59.

Aunque se destacaron por separado, empezaron juntos. Primero en el taller y luego en la pista. La dupla debutó en las primeras Mil Millas Argentinas organizadas por el Avellaneda Automóvil Club en 1937. Oscar tenía 24 años y ya había debutado en el Turismo Carretera; Juan, 21, y hasta entonces se había mantenido debajo del auto, enfocado en la mecánica. Ese día, incluso, el menor usó el apodo de Cito y la historia cuenta que debió alterar su documento para participar. La otra anécdota afirma que perdieron el segundo puesto porque la correa que ataba el capot era un cinturón de pantalón y tuvieron que parar a cambiarlo.

No fue, sin embargo, el único recurso casero que utilizaron durante sus carreras: en 1939 -año en el que sumaron su primer triunfo, el Gran Premio Argentino en el que debutó Juan Manuel Fangio-, rompieron el diferencial y lo ataron con alambre, mientras que en 1940, después de una brusca caída a un precipicio en el Gran Premio Internacional del Norte, Oscar empezó a participar con un casco de paracaidista y Juan se consiguió uno de los que usaban en los tanques de guerra.

Fue justamente un conflicto bélico, la Segunda Guerra Mundial, lo que frenó aquella aventura que habían comenzado como compañeros. “No pensaba en conducir. Como acompañante de Oscar estaba cómodo. Pero teníamos el taller cerrado por mucho tiempo y los clientes se quejaban”, explicó Juan cuando le preguntaron su decisión de lanzarse como piloto.

Cuando la competencia retornó en 1947, el Ford negro y blanco de la escudería Armando, el entonces presidente de Boca, conducido por Oscar Gálvez tomó la posta de Juan Manuel Fangio, quien ya estaba en Europa. El Aguilucho fue bicampeón pero entonces su hermano encontró la forma de ganarle y lo superó en la pista. “¿Cómo se gana? Corriendo a la menor velocidad posible. Esa velocidad la fijan mis rivales. Nunca trato de ganar por mucha diferencia. ¿Para qué malgastar mi auto si no es necesario? Soy enemigo de derrochar lo que tanto me cuesta juntar”, respondió quien después logró dos dobletes de tetracampeonatos (1949 a 1952 y 1955 a 1958) y coronó con el de 1960.

Además del dinero, que invirtió en varios negocios, el Turismo Carretera les había dado a los Gálvez popularidad. Pese a que Oscar era el extrovertido y charlatán, Juan dejó la timidez de lado y mostró su veta actoral haciendo de sí mismo en la película Bólidos de Acero (1950). Y aunque había sido campeón nueve veces -algo que nunca nadie había logrado ni nadie más lograría-, el menor no se retiraría nunca.

“Hace varios años que me dediqué a los negocios porque hay que pensar en el futuro, porque detrás nuestro están nuestras familias. Este año correré todas las que pueda, no sé cuántas, pero por ahora no pienso dejar de correr”, dijo en la previa de la Vuelta de Olavarría de 1963.

Justamente hasta allí no fue a competir con los hermanos Dante y Torcuato Emiliozzi, como se especulaba, sino a hacer un negocio: después de la carrera, iba a vender aquel Ford 39 con el que había debutado en 1947, según reveló su hijo Ricardo en su libro “Juan Gálvez, el campeón eterno”.

La lluvia del día anterior lo había entusiasmado con retirar aquel emblemático auto victorioso, porque los caminos de tierra complicados eran los que más le gustaban. Sin embargo, cuando empezó a secarse la pista, La Galera de los Emiliozzi empezó a recortarle distancia y en la tercera vuelta la tragedia sorprendió al múltiple campeón. En la S del Camino de los Chilenos, perdió el control de su cupé Ford azul y roja, que volcó, y salió despedido del auto. Como varios pilotos contemporáneos, Juan Gálvez no usaba cinturón de seguridad por si el coche se prendía fuego, pero esa vez fue su tumba, porque su copiloto, Raúl Cottet, que sí lo llevaba, se salvó.

Así quedó el auto de Juan Gálvez tras el accidente mortal. Foto Archivo Clarín

Así quedó el auto de Juan Gálvez tras el accidente mortal. Foto Archivo Clarín

Aunque Juan sobrevivió al impacto unos minutos, murió en los brazos de Marta Morales, la adolescente que lo auxilió junto a sus padres. Cuando Oscar -que le había recomendado no correr esa prueba- llegó a Olavarría, fue a la morgue, le acarició la frente y le dijo: “Hermanito, no creo que estés aquí, no creo”. Tres meses después de aquel fatídico 3 de marzo, su mamá, Matilde, murió producto de una depresión.

Pese al trágico accidente de Juan, Oscar siguió en actividad un tiempo más. Se despidió a los 51 años en la Vuelta de Junín de 1964. Seis meses antes de morir, a los 76 el 16 de diciembre de 1989 por un cáncer de páncreas, la Ciudad de Buenos Aires renombró el autódromo como Oscar Gálvez. Recién 19 años después, se reconoció a su hermano Juan y el máximo recinto de automovilismo nacional pasó a llamarse Juan y Oscar Gálvez.

Juan Gálvez, el soldado de Perón

En julio de 1951, Juan Gálvez ya era el bicampeón reinante del Turismo Carretera y una de las figuras más populares y convocantes del país. Pero Juan Domingo Perón le encomendó una tarea: dejar las carreras para recorrer el país y juntar firmas a favor de su reelección.

Juancito no lo dudó, agarró su auto y el 12 de julio partió con su hermano menor, Roberto. 14.000 kilómetros después y con 120.000 nacionales menos en los bolsillos, volvió en septiembre con varias carpetas en las que conservaba cuidadosamente más de un millón de firmas.

Juan Gálvez y su sonrisa. Nunca tuvo la oportunidad de ir a Europa. Foto Archivo Clarín

Juan Gálvez y su sonrisa. Nunca tuvo la oportunidad de ir a Europa. Foto Archivo Clarín

Aunque se perdió tres carreras, ganó en la Vuelta de Rojas, en el nuevo Gran Premio “Reelección” y en las Mil Millas y se coronó campeón por tercera vez, mientras Perón era reelecto por el 63,51% de los votos en la primera elección de la que participaron las mujeres, en noviembre de aquel año.

El segundo mandato de Perón empezó en 1952 pero se terminó antes de tiempo, cuando la Revolución Libertadora lo derrocó el 16 de septiembre de 1955. Juan Gálvez no la pasó bien entonces: secuestraron su auto, allanaron su casa y su taller y tuvo que demostrar que cada centavo ganado había sido por el automovilismo y no por su relación con el Presidente. “Pero extremadamente prolijo y ordenado -recordó Ricardo Gálvez en una nota con el sitio Enganche-, demostró que hasta el último centavo provenía de orígenes lícitos y fue finalmente sobreseído de las acusaciones”.

Oscar Gálvez y su reclamo a Perón

Juan Domingo Perón se relacionó con los Gálvez y otros grandes deportistas de la época. Pero no los favoreció. Foto Archivo Clarín

Juan Domingo Perón se relacionó con los Gálvez y otros grandes deportistas de la época. Pero no los favoreció. Foto Archivo Clarín

Para Juan Gálvez, no era anormal recorrer el extenso territorio argentino cuando dio una mano en la campaña de reelección de Perón. Esas aventuras eran moneda corriente en el automovilismo de aquellos años. Tan es así que en 1948 se corrió el Gran Premio de América del Sur, una prueba pensada para unir Buenos Aires y Nueva York, que finalmente se recortó a los 9535 kilómetros hasta Caracas y el regreso desde Lima en otros 5.359 kilómetros.

La carrera tuvo dos momentos clave: el accidente de Fangio en Perú, que terminó en la muerte de su acompañante, Daniel Urrutia, y el increíble final que terminó con la inesperada victoria de Domingo Marimón. Es que parecía que nadie podía sacarle el triunfo a los Gálvez, ya que Oscar y Juan se habían repartido 12 de las 13 etapas (Fangio había ganado entre entre La Paz y Arequipa) y dominaban la general con 4 horas y 55 minutos y 2 horas y 25 minutos de ventaja, respectivamente.

Imprevistamente, todo cambió a unos 200 kilómetros de Caracas. Juan se salió del camino y Oscar fue a su auxilio, dañando su auto, que debió ser remolcado por un Buick. Cuando Marimón cruzó la meta, después de Víctor García y Eusebio Marcilla, se enteró del accidente de Juan y festejó por el segundo puesto. Al ver el coche de Oscar, el público salió a festejar y se lo llevó en andas. Minutos después, declararon a Marimón ganador porque el comisario deportivo Fulvio Pastor había constatado que Gálvez había llegado con el motor apagado.

“Protesto ante usted la decisión de los jueces argentinos arrebatándome el triunfo en la carrera Buenos Aires-Caracas. Ruego a V.E. sus buenos oficios para revocatoria de injusta medida, la cual, de ser confirmada, me obligaría a retirarme del automovilismo. Compatriota amigo, Oscar Gálvez”, escribió en su telegrama fechado el 9 de noviembre y dirigido al presidente de la Nación. Lejos de recibir un favor, se encontró con una respuesta contundente de Perón: “¿Hay reglamentos? Que se cumplan los reglamentos”.

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