Es el mediodía de este viernes híper caluroso en “Lo de Tato”, sobre la calle Boyacá, a 50 metros del estadio Diego Armando Maradona. Y en una de las mesas, la más cercana a Álvarez Jonte, “los muchachos grandes de Argentinos Juniors”, como se presentan, dicen: “No sabemos quién inventó lo del clásico con Platense. Nosotros no tenemos clásico”. “De acá salió el Diego y ganamos la Libertadores, y jugamos nuestro mejor partido contra Juventus. Ellos, ¿qué partido internacional jugaron?”, dice Juan Carlos. Y cierra: “Lo único bueno de Saavedra, es Goyeneche”.
Ahora son las seis de la tarde de ese mismo viernes en el Café-Bar “La Escuela”, en la esquina de Vidal y Manuela Pedraza, Saavedra, a metros de donde estuvo la vieja cancha de Platense. De las cuatro mesas de hinchas se escuchan cosas como “ellos sacaron a Maradona, pero tienen un árbol detrás de un arco”; “jugaron hasta en Mendoza de local”; “no tienen clásico porque no tienen gente”. O comentan el historial: 28 triunfos para Platense, 21 para Argentinos y 31 empates. “Lo único que les pedimos es que no se vuelvan a ir al descenso sin dejarnos jugar los 7 partidos que nos llevan en el historial. Que no desciendan rápido”, comentan en “Lo de Tato”.
Este domingo, desde las 17.10 y en el estadio Diego Armando Maradona, Argentinos Juniors y Platense volverán a enfrentarse luego de casi 22 años. Es el debut de Platense en su regreso a Primera, que tenía a Sarmiento como rival de la primera fecha, pero fue postergado. El último clásico había sido el 30 de mayo de 1999: Argentinos ganó 1 a 0, con gol de “el Polo” Quinteros, en el estadio de Vélez. Ese día los hinchas de Argentinos fueron vestidos de negro, con globos del mismo color. Se jactaron de ganarles y de mandarlos al Nacional.
La historia dice que el 23 de noviembre de 1980, Argentinos y Platense se enfrentaron en la vieja cancha de La Paternal. Había sido una semana llena de suspicacias: como River necesitaba que Platense no sumara puntos, se rumoreaba de que Argentinos jugaría incentivado. Diego Maradona y Daniel Passarella, amigos en aquel entonces, habrían hecho el acuerdo, según cuenta la versión popular. Lo concreto es que Argentinos ganó su partido, River hizo lo mismo ante Cipolletti y Platense se quedó fuera de la clasificación.
“Ese día lo vimos a Maradona hacer tiempo para beneficiar a River, ¡imagínate!”, jura Daniel, en una de las mesas de “La Escuela”. A su lado está “Pichi”. De aquella tarde, recuerda el cartelito que se pegó fuera de la tribuna visitante: “No hay más localidades”.
El partido terminó con incidentes entre las dos hinchadas, dentro y fuera de la cancha. Sería el primer cruce. Pero no el último, ni mucho menos. Las peleas continuarían en los próximos partidos y en los corsos, por intermedio de las murgas de Saavedra y La Paternal. A tal punto que se convirtió en una especie de clásico pura y exclusivamente por los incidentes.
En “Lo de Tato” están relajados. Conversan sobre el plantel de Argentinos Juniors: que este año jugarán la Copa Libertadores, que en el campeonato local irán por la clasificación para la próxima Copa. Dicen que Platense, en cambio, si gana el domingo, salva el año. “Justo después de ascender tras 22 años, les toca con nosotros. Deben estar como locos”, cuenta Miguel Ángel. “Para la gente grande como nosotros, es un partido más. Además hace un montón que no jugamos con ellos. No es por despreciarlos, pero no tenemos nada que ver con Saavedra o Vicente López. En cambio, a 15 cuadras tenemos a All Boys, a otras 15 a Atlanta; a Ferro lo mismo”.
Mingo, otro habitué del lugar, y otro fijo en la mesa de todos los mediodías y cuando juega Argentinos y lo dan por el televisor, opina algo similar. “Nuestros nietos tienen 8, 12, 15, 20 años. No saben lo que es ir a la cancha de Platense, o jugar contra ellos. Nosotros no tenemos clásico: All Boys, es de Chicago. Vélez, es de Ferro. Atlanta, es de Chacarita. Y Platense puede ser de Tigre, Defensores de Belgrano, Excursionistas o River”.
El café “La Esquina” nació hace 32 años, en este mismo lugar. Quique Spinelli, su dueño, cuenta que hace un tiempo quisieron comprárselo, para poner una franquicia de una de las grandes cadenas de cafés del país. “Hasta el día que me muera, acá va a haber un bar tanguero y futbolero”, promete. “No vendí porque no quiero que se pierda la mística. Acá la gente viene a matar sus problemas, después del trabajo y antes de volver a sus casas”. Por una cuestión de prevención por el COVID, el domingo no pasarán el partido. En “Lo de Tato”, en cambio, sí. Se juntarán como cada vez que juega Argentinos de visitante, o de local sin acceso al público.
“Fue todo tan rápido”, describe Emiliano, otro cliente del bar. “No terminamos de asimilar el ascenso que nos enteramos que debutamos con Argentinos y después jugamos con River…la verdad es que es un bajón tener que verlo por la tele. Pero no nos podemos quejar”.
Emiliano explica, y su amigo Guido asiente: “el clásico para Platense es una cuestión generacional: los menores de 30 años te van a decir que es Tigre. Los de 30 a casi 50, Argentinos Juniors. Después, hasta los 60, elijen a Chacarita. Y los mayores, a River”. Ahora es el turno de Guido: “el tema es que Platense tiene varios clásicos, y a la vez no tiene ‘el clásico’. Y con Argentinos, es un partido que responde mucho al fenómeno de la violencia en el fútbol”. Y con una cerveza en la mesa, se ilusionan. Los dos. “Queremos ver a Platense en una Copa. Lo bueno es que ahora tal vez hacés una campaña de un séptimo u octavo puesto y clasificás”.
Roberto Goyeneche, hijo de “el Polaco”, está ahora mismo en el bar. Es cliente y es de Platense como su papá. “Danos una mano, viejo”, le pidió en la noche del ascenso. “Los hinchas de equipos como el nuestro somos muy sufridos. Si ganamos algo, te festejamos tres días seguidos. Las cosas que nos están pasando ahora pasan muy cada tanto, por eso son días tan importantes”.
Mientras toma su café, cuenta cosas: que en 1994, durante la internación de su papá, lo dejó por un rato para ir al Monumental. Platense ganó, los jugadores le firmaron una camiseta y al volver a la clínica, “el Polaco” quiso saber el resultado. “Ganamos y los muchachos te mandaron una camiseta, para que te recuperes”. “El Polaco” se largó a llorar. El 27 de agosto de 1994, el día de su fallecimiento, Roberto dejó esa camiseta en el cajón de su papá.
Por aquellos días, vio a una persona entrar a la clínica con la cara tapada. Cuando se dejó ver, no lo podía creer: era Diego Maradona. “¿Qué necesitás para tu papá?”, le dijo. Antes de irse, le dejó su teléfono y una promesa: “si tu viejo zafa, te prometo que juego un amistoso con la camiseta de Platense”.
Maradona fue el único-o tal vez uno de los pocos-que se olvidó de la rivalidad. Y el único que logró que los otros se olvidarán, al menos por un momento. Luego de su muerte, un par de hinchas de Platense llegaron a su santuario del estadio de Argentinos y pidieron permiso para dejar un banderín del equipo. Les dijeron que sí. Mañana, seguramente, también estará mirando el partido.