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Novak Djokovic no está conforme y su misión es que 2021 sea su año de gloria

Novak Djokovic conquistó un nuevo Grand Slam. Su vigésimo. Y si bien es realmente tentador nadar entre los récords, los números y las estadísticas de todo lo que viene realizando el serbio en este deporte y de todo lo que ha hecho en este torneo y en esta final, lo cierto es que una vez más, en un domingo, el número uno del mundo no falló. Como suele ocurrir en los últimos años

Nole tuvo un partido extraordinario. Y quiero trasladar todos esos números que están dibujando y pintando su inmensidad al contexto que es jugar con ese peso. Se sabe que la personalidad, el temple y la fortaleza mental del serbio son inigualables. Pero, por otro lado, no debe haber sido sencillo afrontar una final en la que se volvía a sentir favorito y obviamente con la posibilidad de un título más, que le daba la chance de poner su nombre en la historia grande.

Seguramente este domingo dio un paso gigante, pero al ver su rostro cuando estaba expresando sus emociones y sus sentimientos, uno sentía que en su cabeza ya parecía estar pensando en el más allá, disfrutando lógicamente el presente. Y eso se confirmó minutos más tarde, cuando cerraba diciendo que todavía hay más. Todavía Djokovic no está conforme.

Yendo al partido, sin caer en la tentación de los números, para entender ese 6-7, 6-4, 6-4 y 6-3 en tres horas y 24 minutos, hay que decir que Djokovic ganó solo 14 puntos más que Matteo Berrettini y eso marca el buen encuentro que jugó el italiano, teniendo en cuenta la inexperiencia en este tipo de instancias y con un físico que ya estaba golpeado, producto del desgaste de las dos semanas.

Novak Djokovic, sobre el césped de la cancha central del All England.
Foto Reuters

Novak Djokovic, sobre el césped de la cancha central del All England.
Foto Reuters

Berrettini pudo ilusionarse cuando consiguió levantar el primer set, que estaba absolutamente perdido. Eso fue algo muy peligroso para Djokovic: haberle dado al italiano la ilusión y la sensación de que si se animaba, lo podía llegar a complicar y a arrebatarle su 20° título “grande”.

Pero una vez más el serbio volvió a manejar las situaciones dramáticas con esa capacidad para resolver y hacer aparecer su mejor versión en los momentos más difíciles. Siempre con esos aciertos, se lo vio llegar a las puntas, exigido, como pocos lo pueden hacer en esta superficie. Y tiene en sus manos la capacidad de sacar tiros que solamente él puede anticipar en su cabeza.

Djokovic jugó desde lo técnico de una manera muy inteligente. Fue un partido abierto, de resoluciones inesperadas, porque Berrettini también buscó ese encuentro. Las variantes fueron maravillosas y los ataques, inigualables. Y por sobre todas las cosas, fue de esos partidos que se resuelven por dos claras situaciones.

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Javier Frana

Una, porque hay un jugador que en los momentos que cuentan no falla y en general encuentra su mejor versión. Y la segunda, porque en algunas ocasiones Berrettini, cuando se vio ante algunas posiciones o situaciones favorables, tal vez no tuvo la contundencia como sí mostró al comienzo de los sets o en los primeros puntos en un game. Cuando comenzaba a apretar, cuando el pasillo se hacía más angosto, claramente al italiano se le hizo más difícil, lo que es natural. 

Djokovic muestra su jerarquía y permítanme dar solo un dato estadístico: tanto en Masters 1000 como en Grand Slams, no solo los ganó a todos, sino que les ha dado la vuelta dos veces. Y ahora se perfila para un US Open que va a estar centrado en quién puede arruinarle la fiesta. Algunos piensan que puede ser Rafael Nadal. La cuestión es que la determinación del serbio en que éste sea su año de gloria parece estar absoluta.

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