Algunos lo considerarán una contradicción. Otros lo verán como una (última) oportunidad de redención. La primera noche de acción de la 38ª edición del festival KO a las Drogas, organizada por la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) en Buenos Aires, marcó el regreso a los cuadriláteros del frustrado retador mundialista pesado Jarrell Miller tras casi cuatro años inactivo y otros tantos controles antidoping positivos. Uno de ellos abrió la puerta para el mayor batacazo que este deporte ofreció en las últimas tres décadas.
El estadounidense de 33 años derrotó por puntos en fallo unánime al bonaerense (radicado en La Cumbre) Ariel Chiquito Bracamonte, campeón sudamericano de la división máxima, en un combate que se llevó a cabo en el Casino Buenos Aires, en el barrio de Puerto Madero. En un duelo que mantuvo expectante al público durante los 10 asaltos, el Big Baby exhibió lentitud y escasa capacidad aeróbica, comprensibles después de semejante parate, pero también potencia y destellos de su clase.
El mastodonte norteamericano, quien en el pesaje del miércoles había registrado 155 kilos, fue muy superior y más de una vez conmovió al ex monarca argentino (138,570 kilos), cuyo mayor mérito fue llegar de pie al campanazo final. Las tarjetas de los tres jueces marcaron 97-92 y así el visitante, que sufrió el descuento de un punto en el cuarto round por un golpe bajo, sumó su 24ª victoria (20 antes del límite) para un currículum que tiene como única mancha un empate ante Joey Dawejko, en su quinta salida rentada.
Mil trescientos catorce días habían transcurrido desde el último triunfo de Miller, el 17 de noviembre de 2018 ante el rumano Bogdan Dinu, en la que había sido su última pelea antes de este desembarco en Buenos Aires. Y 1164 días habían pasado desde que el norteamericano había dejado escapar la chance deportiva más importante de su vida y había puesto en serio riesgo su carrera.
Jarrell Miller sacude a Ariel Bracamonte con un uppercut de derecha. (Foto: Boxeo de Primera)
El 16 de abril de 2019, el púgil nacido en Brooklyn, por entonces segundo en el ranking pesado de la AMB y el tercero en el de la Organización Mundial de Boxeo, se estaba preparando para enfrentar el 1 de junio en el Madison Square Garden de Nueva York a Anthony Joshua por los títulos de esos dos organismos y el de la Federación Internacional de Boxeo, todos en poder del británico.
Ese día, la Asociación Voluntaria Antidopaje (VADA) informó que en la muestra de orina que Miller había entregado el 20 de marzo se habían detectado restos de GW1516, un metabolito prohibido que mejora la capacidad aeróbica y la resistencia, y que de acuerdo con estudios de laboratorio, podría tener efectos cancerígenos. Veinticuatro horas después, la Comisión Atlética del Estado de Nueva York negó al boxeador la licencia que necesitaba para medirse con Joshua.
Como si ello fuera poco, tres días después del primer anuncio la VADA comunicó que Miller también había dado positivo en una muestra de sangre y en una de orina tomadas el 31 de marzo. En la primera se hallaron restos de HGH, una hormona para aumentar la masa muscular; en la segunda, nuevamente GW1516 y también trazas de eritropoyetina (EPO), una hormona que aumenta la producción de glóbulos rojos (y, por tanto, la presencia de oxígeno en sangre).
Jarrell Miller iba a enfrentar a Anthony Joshua en junio de 2019, pero tres controles antidoping positivos se lo impidieron.
Si bien entonces eludió una sanción por un vericueto administrativo (al momento de dar positivo en los controles, no contaba con una licencia de boxeador vigente), Miller perdió la oportunidad de combatir por el título y también de cobrar la bolsa más importante de su carrera: casi cinco millones de dólares.
La necesidad de conseguir un reemplazante de emergencia para que oficiara de partenaire en el debut en Estados Unidos de Joshua llevó a Matchroom Boxing, organizadora del combate, a echar mano del ignoto Andy Ruiz, quien en los ranking de marzo había aparecido 11° en el de la AMB y 15° en el de la FIB (la OMB ni siquiera lo incluía en su escalafón).
El desenlace de esa parte de la historia es conocido: el mexicoestadounidense noqueó a Joshua en el séptimo asalto, después de que ambos cayeran en el tercer capítulo, se quedó con los tres cinturones y firmó el mayor batacazo en el pugilismo de elite desde la victoria de James Buster Douglas frente a Mike Tyson el 11 de febrero de 1990 en Tokio.
Andy Ruiz sorprendió al universo del boxeo al noquear a Anthony Joshua en el Madison Square Garden. (Foto: Al Bello / Getty Images / AFP)
La fracción de la historia menos visible fue la que tuvo como protagonista a Miller, quien ya había registrado un positivo en junio de 2014 cuando competía en kickboxing (en aquel caso, por consumo de metilhexaneamina, un fármaco que actúa como estimulante y ayuda a perder peso) y había purgado una suspensión de nueve meses. El neoyorquino cargó durante varios meses con la cruz del doping hasta que en 2020 tuvo su primera oportunidad de redención.
En enero de ese año, firmó un contrato con la promotora Top Rank que, pandemia de coronavirus mediante, recién pudo planificar su regreso para el 9 de julio en Las Vegas frente a Jerry Forrest en un combate que sería el atractivo principal de una velada que se iba a desarrollar en la burbuja que la empresa del veterano Bob Arum había montado en el MGM Grand de Las Vegas.
Sin embargo, otra prueba de dopaje abortó los planes dos semanas antes de la contienda. La sustancia que motivó este positivo fue nuevamente GW1516. Miller fue automáticamente excluido de la cartelera y esta vez la Comisión Atlética del Estado de Nevada (NSAC) suspendió temporalmente su licencia.
El púgil clamó por su inocencia ante quien quisiera escucharlo. En septiembre de ese año, alegó que el último positivo había sido consecuencia de la ingesta de un estimulante sexual masculino y que los de 2019 se habían debido a la aplicación de una inyección de células madre en uno de sus codos. Más aun: aseguró que nunca había consumido sustancias para mejorar su rendimiento deportivo. “Todo el mundo quiere señalar con el dedo y escucha a quien habla en voz más alta, pero no todo el mundo tiene la información correcta”, sostuvo.
Jarrell Miller busca la redención tras cuatro controles antidoping fallidos.
Sus argumentos públicos no lograron conmover a la NSAC, que el 2 de diciembre de 2020 lo suspendió por dos años (computables a partir de la fecha del último control positivo), con la posibilidad de una reducción de seis meses en caso de someterse a un programa de tratamiento contra las drogas que mejoran el rendimiento deportivo, así como un régimen de pruebas al azar administrado por la VADA.
Pocos días después, el Big Baby comenzó a someterse a test aleatorios ordenados por la NSAC, aunque en ese momento todavía era una quimera pensar en un regreso a los rings. “Voy a orinar en este maldito vaso aunque ni siquiera sé si quiero seguir boxeando. Puede que me convierta en rapero o podría jugar al fútbol (americano)”, aseguró mientras transmitía esa primera prueba a través de su canal de Instagram Live.
Ni las rimas ni la pelota ovalada terminaron seduciéndolo. Y 18 meses después de haber orinado en ese maldito vaso, Miller volvió a combatir, convocado por la AMB para participar del KO a las Drogas, un programa que inició en septiembre de 1993 por iniciativa de su entonces presidente, Gilberto Mendoza, que continuó por decisión de Gilbertico Mendoza, su hijo y sucesor, y que tiene como fin asistir a organizaciones de distintas partes de América Latina que procuran mantener a los jóvenes alejados de los consumos problemáticos.
Títulos para todos los gustos.
La segunda jornada del KO a las Drogas en el Casino de Buenos (TyC Sports transmitirá desde las 23.35) tendrá como atractivo principal este viernes la pelea en la cual la porteña Clara Lescurat intentará arrebatarle el título mundial supermosca de la AMB a la mexicana Maribel Ramírez.
La pugilista de Villa del Parque (ahora radicada en Escobar), que durante siete años integró el seleccionado argentino, ganó las seis peleas (tres antes del límite) que protagonizó desde su debut profesional hace apenas 14 meses. La última, en marzo ante la panameña Nataly Delgado, le permitió conquistar el título Gold de las 115 libras y le abrió la puerta para esta chance mundialista.
Clara Lescurat ganó sus seis peleas profesionales desde su debut en abril de 2021. (Foto: Chino Maidana Promotions)
Su rival, la Pantera Ramírez, de 35 años y propietaria de un modesto récord de 13 victorias, 9 derrotas y 3 empates, expondrá por tercera vez la corona que obtuvo en mayo de 2018, cuando batió a la peruana Linda Lecca en Lima, y que defendió derrotando a la japonesa Aniya Seki y empatando con la chilena Daniela Asenjo en una discutidísima decisión.
Otros dos exintegrantes del seleccionado nacional combatirán en esta velada por cetros regionales de la AMB: el bonaerense Braian Suárez enfrentará al venezolano Albert Ramírez por el Continental Américas de la división mediopesado, que está vacante, y el entrerriano Leandro Blanc expondrá el Fedelatin minimosca ante el mexicano Germán Valenzuela.
Además, el cubano Pablo Vicente y el colombiano Manuel Felipe González se medirán por el título Internacional superpluma. Completarán la cartelera el sanjuanino Fabián Orozco y el mexicano Jorge Ascanio Martínez, que se enfrentarán a seis rounds en un duelo encuadrado en la división supergallo.