En una declaración conjunta que marca la cancha, los líderes provinciales sentenciaron: “Hemos decidido competir mancomunadamente en las elecciones de octubre, sabiendo que la realidad actual nos exige vocerías que defiendan a la Argentina del trabajo”. Y fueron aún más allá, detallando su visión: “Con nuestra mirada: la de quienes cuidan cada peso, producen, invierten y reivindican todos los días a la Argentina del trabajo. Una mirada puesta en el futuro, con la decisión de hacernos cargo del presente y de dejar atrás, definitivamente, el pasado que nos dividió y frenó nuestro desarrollo”. Un mensaje claro: buscan ser la voz de la producción y el empleo, alejándose de viejas grietas.
Este paso electoral no es aislado. De hecho, la decisión de los gobernadores se ve fuertemente impulsada por la tensa y conflictiva relación que mantienen con el gobierno de Javier Milei desde su asunción.
Desde el primer día de la era Milei, la relación entre estos mandatarios no peronistas y el oficialismo ha sido una montaña rusa, marcada por idas y vueltas constantes. Aunque inicialmente plantaron bandera y bloquearon la primera versión de la controvertida Ley Bases, demostrando su poder de fuego, luego se convirtieron en piezas clave para asegurar la aprobación de la segunda versión del megaproyecto oficialista. Pero la tensión no terminó ahí: también fueron el escudo que blindó los vetos presidenciales de Milei, impidiendo que prosperaran las iniciativas legislativas que buscaban un aumento para los jubilados y un mayor financiamiento para las universidades públicas. Este accionar, que generó fuertes críticas y debates, incluyendo aquellos que el kirchnerismo prepara sobre el financiamiento universitario y la Corte, subraya la complejidad de la relación y la presión a la que se ve sometido el gobierno central.