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El ascenso meteórico de Leylah Fernández, la canadiense que quería jugar al fútbol y hoy es la sensación del US Open

La canadiense Leylah Fernández es una de las grandes revelaciones del US Open​ 2021. Con solo 19 años -los cumple justamente este lunes-, la 73° del ranking sorprendió en cancha a dos ex números uno y campeonas de Flushing Meadows, Naomi Osaka​ y Angelique Kerber, para meterse por primera vez en su carrera en los cuartos de final de un Grand Slam. Pero, además, conquistó al público neoyorquino con su carisma, su tenis eléctrico, que parece destinado a revolucionar el circuito femenino, y una mentalidad competitiva y un coraje para encarar los partidos, herencia de sus raíces latinas.

Su papá Jorge es un ex futbolista ecuatoriano, que le regaló su primera raqueta cuando tenía apenas cinco años. No porque soñaba con que su hija se dedicara al tenis, sino porque quería que conociera diferentes deportes y eligiera su propio camino.

Yo siempre quise jugar al fútbol, porque mi papá era jugador. Pero él no creía que yo amaba lo suficiente ese deporte, sino que quería seguir sus pasos. Así que me introdujo a otras disciplinas para que yo pudiera elegir. Una de esas fue el tenis. Un día, cuando volvía del trabajo, pasó por una tienda y en la sección de deportes vio algunas opciones como ping pong, bádminton y una raqueta de tenis rosada con flores. Esa fue mi primera raqueta”, contó Leylah hace un tiempo en charla con la WTA.

La canadiense -que nació en Montreal, tiene también sangre filipina por parte de su mamá Irene y vive hoy en Florida- todavía se da el gusto de vez en cuando de hacer algunos jueguitos con los pies, mostrando su habilidad innata. Pero cuando tuvo que elegir, no dudó en dejar de lado la pelota de fútbol, que tantas veces había pateado con su papá, para dedicarse de lleno a la raqueta.

“Cuando practicás un deporte de equipo como el fútbol, no todo depende de vos. Por más buena jugadora que seas, quizás uno de tus compañeros no tiene un buen día y terminás perdiendo el partido. Y no me gusta perder. Como tenista, todo está en mis manos”, reconoció. “Además amo este deporte. Desde la primera vez que golpee una pelota, no puedo pensar en otra cosa. Me gustaba jugar al fútbol, pero no lo amaba. El tenis era distinto. En la cancha, soy capaz de crear tanto con los ángulos… Es como mi propio arte, mi propio lienzo”.

Claro que el camino que eligió Leylah no es exactamente el que su papá tenía en mente. “Él se imaginaba que con mi hermana Bianca (también tenista) lo íbamos a tomar como hobbie, a jugar de forma recreativa. Pero unos años después de que me regaló esa raqueta rosada, yo decidí que quería hacerlo de manera profesional. Creo que tenía 11 o 12 años”, recordó.

En esa elección tuvieron mucho que ver dos leyendas vivas del tenis, Rafael Nadal -con quien comparte además la simpatía por Real Madrid– y Justine Henin.

Recuerdo que estaba mirando Roland Garros por televisión y cuando vi jugar a Nadal, que ganó el torneo, vi la belleza de este juego. Y quise imitarlo y llevarle alegría a la gente que está mirando el partido”, relató la canadiense. “Un entrenador me dijo una vez que mi juego era muy parecido al de Henin. Yo no sabía quién era ella, así que busqué algunos de sus partidos en YouTube, y me volví a enamorar del tenis. Es mi ídola desde ese momento”.

Sus comienzos no fueron sencillos. Cuando apenas tenía siete y había comenzado a competir a nivel regional y nacional en Canadá, quedó afuera del programa de desarrollo provincial de Montreal y durante algún tiempo, las relaciones entre los Fernández y la federación canadiense no fueron las mejores. Todo mejoró en los últimos años.

“Fue un poco áspero al principio. Los dos queríamos lo mismo, que yo me convirtiera en jugadora profesional, pero proyectábamos diferentes caminos y no pensábamos igual. Pero hubo muchas charlas, mucha comunicación con la gente de la federación, y finalmente encontramos un punto medio. Desde entonces, me han ayudado muchísimo, en especial en los últimos años”, explicó.

En esos años sin apoyo oficial, Leylah trabajó con su papá, quien se transformó en su primer entrenador (hoy trabaja además con el francés Romain Deridder) y, mientras aprendía de tenis junto a su hija, la ayudó a mejorar sus técnicas y su estado físico, aprovechando la experiencia que tenía en el fútbol. Nunca bajaron los brazos y todo el trabajo y el sacrificio dio frutos.

Porque en las últimas temporadas, la evolución de la canadiense fue meteórica. En 2018, con 16 años, ganó en Quebec su primer partido en el circuito WTA. En 2019 se coronó campeona junior en Roland Garros. En septiembre de 2020, tras caer en la segunda ronda del US Open en su primera participación en el torneo, se metió por primera vez en el top 100 del ranking. Y en marzo pasado, conquistó en Monterrey su primer título al superar en la final a la suiza Viktorija Golubic en dos sets.

Fernández no llegó a Nueva York como favorita. Pero fue una de las grandes protagonistas de la primera semana de competencia, en la que debutó con un triunfo ante la croata Ana Konjuh (88ª) y luego superó a la estonia Kaia Kanepi (70ª). En tercera ronda dio el batacazo ante Osaka, tercera preclasificada y campeona defensora, a quien venció por 5-7, 7-6 (7-2) y 6-4. Y en octavos de final, derrotó a Kerber (16ª y ganadora del título en 2016) por 4-6, 7-6 (7-5) y 6-2.

Pero más allá de esos triunfos inesperados, lo que llamó la atención fue el juego de la canadiense, que este martes chocará con la ucraniana Elina Svitolina (5ª). Sus cambios de dirección o de ritmo, los ángulos de sus tiros, su capacidad para subir a la red y para cerrar los puntos de manera extraordinaria fascinaron al público. Y su manera de encarar los partidos, sin achicarse ante ninguna rival, la transformó en una de las nuevas niñas mimadas de los fanáticos. 

“Siempre sentí que podía ganarles (a Osaka y Kerber). Desde que era muy chiquita, siempre creí que era capaz de vencer a cualquiera. Hasta pensaba que podía ganarle a mi papá jugando al fútbol, lo que es imposible. Y cada vez que salgo a la cancha, trato de usar esa seguridad en cada partido”, comentó quien habla fluido inglés, español y francés. 

“He trabajado muy duro cada día desde que empecé a jugar al tenis, desde el día que me puse como objetivo convertirme en profesional. Confiaba en que algún día mi tenis florecería, que aparecería en los grandes escenarios, jugando ante las mejores jugadoras del mundo y consiguiendo la victoria. Por eso no me sorprende todo lo que está pasando ahora mismo. Simplemente me alegro de que ocurra ahora y no más tarde. Pero hay que ir día a día”, cerró Fernández, la canadiense de raíces ecuatorianas y filipinas, que podría haber brillado en el fútbol, pero se enamoró del tenis y hoy deslumbra con su raqueta en las canchas de Flushing Meadows.

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