
En el corazón de la educación y crianza de niños y adolescentes se encuentra un principio irrefutable: la teoría del Aprendizaje por Observación. Los chicos son científicos natos; nos observan constantemente para descifrar las reglas de la vida, entonces aprender no se limita a repetir lo que se les dice, sino a imitar lo que se les muestra.
Para un niño, la frase “No mientas” pierde todo su peso si escucha a su padre evadir una llamada diciendo que “no está”. De igual modo, un discurso sobre la paciencia se anula si la docente reacciona con gritos ante la frustración en el aula.
El ejemplo que damos se convierte en el “currículo invisible”; es la lección práctica y constante que moldea no solo la conducta superficial, sino los valores profundos, las estrategias de afrontamiento y la visión del mundo del menor.
El hogar es el primer y más influyente laboratorio social. Los padres son los modelos primarios que establecen la base emocional y moral del niño. El ejemplo más poderoso está en cómo los adultos de casa manejan la frustración, el estrés y la rabia. ¿Gritamos? ¿Nos encerramos? ¿O nombramos la emoción y buscamos soluciones constructivas? El niño aprende que sentir es natural pero la respuesta ante el sentimiento es una elección modelable.
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