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el dolor del recuerdo y el pedido de justicia

La primera pregunta que se hacían Gonzalo y Claudia era siempre la misma: ¿hablaste con Santiago? Después de eso, empezaba la charla entre madre e hijo.

Cuenta el hermano del Morro que el vínculo, pese a la distancia, era constante: se escribían todos los días, compartían fotos de los nenes en el grupo de WhatsApp, hablaban del futuro y de las ganas que tenía el futbolista de regresar a Uruguay. Eso era lo que necesitaba. De eso hablaban hasta hace un par de meses. Hasta que todo se derrumbó.

-¿Lo notabas mal anímicamente?

-Santiago te demostraba que estaba bien. Me acuerdo incluso que cuando tuvo coronavirus me mandó un video entrenándose y yo lo subí a Instagram. Él estaba bien. Nos hablaba de que quería volver a Uruguay, que extrañaba, que necesitaba estar acá. Lo que uno ve ahora es que había cosas que le estaban afectando y que él no las decía. Cuando pensás para atrás vas sacando conclusiones. No sé si es que no nos dimos cuenta. No pensábamos que le estaba afectando tanto. Yo puedo hablar contigo ahora, te pregunto cómo estás, me decís que estás bien y yo no puedo saber si cuando cortás te ponés a llorar. Él con nosotros era siempre positivo.

-¿Estaban al tanto de su cuadro depresivo?

-Sí, nosotros sabíamos que él se sentía mal. Nos escribió, nos contó que estaba yendo a un psicólogo y que eso le hacía bien. Teníamos un grupo de WhatsApp con Santiago y mi mamá en el que nos pasábamos fotos de los chicos y nos avisábamos las cosas. Cuando él nos contó que no andaba bien, de hablar una o dos veces al día pasamos a hablarnos cuatro. Preguntamos si podíamos ir para Argentina pero era imposible por la pandemia.

-La distancia y el aislamiento complicaron el escenario.

-Sin dudas. Nos decían que si íbamos para allá teníamos que hacer cuarentena en Buenos Aires, ir a Mendoza, después cuarentena de nuevo. Ni que hablar de nuestros trabajos. Acá cada uno tiene su trabajo, mantiene su casa. No es que nosotros vivíamos de mi hermano. Y se hacía difícil. Hasta el día de hoy. Cuando falleció Santiago nos dijeron que podíamos cruzar, todo bárbaro, pero después al regresar teníamos que hacer cuarentena y no podíamos ir al cementerio. Fue muy bravo.

-Esas trabas también afectaron el vínculo entre Santiago y su hijita (Ema, de 6 años).

-Nos complicó a todos. Yo cada vez que podía iba a ver los partidos de Godoy Cruz, fui a casi todas las canchas de Buenos Aires. Nuestras vacaciones eran en Mendoza. El último cumpleaños de Santiago le caímos de sorpresa con cuatro amigos, llegamos un sábado y nos volvimos el domingo. Y él cuando tenía sus vacaciones venía para acá. Con la pandemia, él no quería venir por el tema de la frontera. Y me da bronca porque el último receso que hubo entre campeonato y campeonato no quiso venir porque si pasaba algo y si se cerraba la frontera, o si llegaba media hora tarde, iba a tener un problema, iban a salir a declarar, a decir cualquier cosa. Y no quiso venir por eso. Santiago sabía que si llegaba media hora tarde, el presidente iba a dar una conferencia defenestrándolo y diciendo cualquier cosa.

-¿Cómo está la hija de Santiago?

-Es muy duro, pero creo que los niños lo asimilan mejor. La mamá le dijo que el papá se había ido al cielo. Pienso que lo entienden pero no lo entienden. Capaz no quieren entenderlo. Y obviamente estamos encima, es difícil, tratamos de que no consuma mucha tele. Santiago fue una persona querida por mucha gente, entonces el caso es más relevante y tiene más atracción periodística, te llegan fotos en las redes sociales, mensajes… Pienso que es más difícil que con una persona normal. Yo le digo a mi señora: si hubiera sido carpintero sería el mismo dolor pero capaz que más fácil de volver a la rutina, al día a día. Intentamos que mi sobrina haga cosas normales, que no extrañe y tratar de seguir.

El Morro (con gorra y anteojos) en una de sus últimas visitas familiares.

El Morro (con gorra y anteojos) en una de sus últimas visitas familiares.

Gonzalo mira para atrás y remarca que los problemas del Morro con el presidente del club, José Mansur, no eran nuevos. Dice que pasaron cosas insólitas. Y recuerda las ventas frustradas del delantero a Toluca y a Racing.

“Lo de Toluca fue una mentira. El pase era por 7 millones de dólares, Godoy Cruz se quedaba con 2 millones, ¿y los otros 5 dónde estaban? Después, cuando lo quería Racing, Mansur apagó el teléfono 15 días y terminó diciendo que el pase no se hacía por un problema de impuestos o porque el perro tenía tos. Quería quedarse con plata que no le correspondía. Y como mi hermano no se prestó a eso, Mansur empezó a defenestrarlo”, apunta el hermano del Morro en la charla desde Uruguay.

Y sigue: “Perdía Godoy Cruz y el presidente estaba dos horas hablando de mi hermano. Parecía que jugaba solo, que no tenía compañeros. Hay veces que ni jugaba pero la culpa era del Morro. Nosotros le decíamos a Santiago que saliera a hablar, una vez hasta yo lo llamé a Mansur. Porque son cosas que rompen los ojos. Y te calienta porque después la gente repite las cosas. ¿Cómo va a ser la culpa del Morro si perdieron 5-0 y no pasaron la mitad de la cancha? ¿Por qué la culpa es del Morro si fue al banco? Pero cada vez que hablábamos de esto, él no quería que nos metiéramos.

Gonzalo tiene 33 años, tres más que el Morro, y solía venir a Argentina con sus dos hijos Facundo y Renzo para los partidos de Godoy Cruz.

Gonzalo tiene 33 años, tres más que el Morro, y solía venir a Argentina con sus dos hijos Facundo y Renzo para los partidos de Godoy Cruz.

-Después de la muerte de Santiago, ¿alguien del club se comunicó con la familia?

-Hablamos con compañeros, con auxiliares que conocíamos, pero dirigentes ninguno. No llamaron ni para darnos las condolencias. A Santiago lo usaron y lo exprimieron hasta el último momento. Ni siquiera fueron al velatorio que hicimos en Mendoza. Ese fue un momento difícil porque en medio del dolor, con mi madre decidimos hacer el velorio ahí en Mendoza por toda la gente que se acercaba y nos decía que se quería despedir de Santiago. La verdad que lo de la gente fue impresionante, no se me va a borrar nunca.

-¿Vos intentaste hablar con Mansur?

-Es que me llamó el día que pasó todo y creo que no lo dejé ni hablar. En ese momento era imposible hablar. Dijera lo que dijera yo iba a saber que me estaba mintiendo. Si me llama hoy, me encantaría tenerlo cara a cara. Pero como esa gente es cobarde, son ratas, lo único que les importa es el dinero, no quiero hablar con él… Yo sé por qué se pelearon. Fue por plata. No es que se pelearon porque mi hermano usaba championes negros y él usaba championes blancos. Es por plata. Y esa gente es así, están acostumbrados a que todo es plata y a llevarse el mundo por delante. No tengo nada que hablar. Sí me gustaría encontrarlo en un campo, él y yo mano a mano. Eso sí me encantaría.

-¿Cómo sigue esta búsqueda de justicia?

-Hay cosas que están siendo muy raras. La verdad es que preocupa y duele. Lamentablemente ahora no podemos hacer nada para dar vuelta esto. Pero sí hacia adelante, te da mucha impotencia, mucha rabia. Y tampoco te ayuda a alivianar un poco. Esto te da más dolor. Un mes y medio, ya hablaron con el psicólogo, con el psiquiatra, el utilero. Y el presidente todavía no declaró, no apareció. Hace mucho ruido. Nosotros vamos a esperar. Capaz es normal que se demore tanto, pero todavía no lo llamaron a Mansur y me hace ruido. Es lo que me tiene más impotente. Yo, si estuviera en Mendoza, capaz que estaría todos los días golpeándole la puerta, pero no puedo cruzar. Estamos acá, atados de pies y manos.

-¿Confiás en la Justicia?

-La verdad que no. Y si te digo lo que se ve desde acá, menos todavía. Estamos esperando pero con impotencia. Lo digo por mí. Yo no confío en la justicia ni en nadie. Me parece a mí que se está direccionando para un lado que no tiene que ir. Y lo que te dice todo el mundo es que Mansur en Mendoza hace y deshace. Ya arrancando así te lleva a desconfiar de todo el mundo. Y van pasando los días y las cosas no aparecen y más desconfianza te da. Yo sé que él no debe dormir tranquilo, eso lo tengo seguro. Pero igual tiene la suerte de poder dormir. Ahí está el problema.

Gonzalo en la cancha de River en uno de sus habituales viajes relámpago a Buenos Aires para ver jugar a su hermano,

Gonzalo en la cancha de River en uno de sus habituales viajes relámpago a Buenos Aires para ver jugar a su hermano,

La infancia fue divina. Crecieron en el barrio Complejo América en las afueras de Montevideo. Ahí siguen los amigos. Ahí aparecen ahora los homenajes, las pintadas, los recuerdos con los colores de Nacional. Ahí jugaban a la pelota y disfrutaban Gonzalo (33) y Santiago (30) de la poca diferencia de edad.

Dice Gonzalo que ya desde chiquitito Santiago se destacaba. Que le gustaba meterse a jugar con los más grandes y que eso lo motivaba. Era un líder. Y contagiaba, empujaba a sus compañeros. “Vos pensá que mi hermano tenía nada más que 30 años y hace 5 que ya era capitán del equipo. Y en cada equipo que jugó fue capitán”.

Cuando Gonzalo venía a Argentina le pedían fotos. Lo cuenta y se ríe. Dice que incluso, en varios partidos que Godoy Cruz jugó de visitante, siguió las acciones desde la tribuna del equipo rival de su hermano. “Me miraban los hinchas con picardía. Encima somos iguales. Y ha pasado que Santiago hacía un gol y enseguida me miraban a mí. Yo decía ‘paa, me van a matar’. Pero nada que ver. Siempre venían los hinchas y me decían que querían ver a mi hermano defendiendo la camiseta de su equipo”.

Gonzalo insiste en el agradecimiento a los hinchas y cada mensaje de apoyo que le llega a diario. “El problema no es con Godoy Cruz -remarca-, para mí el club es la gente y la gente siempre se portó espectacular. Pero todo lo que podamos hacer contra Mansur lo vamos a hacer. Ya pasó un mes y medio y ni lo llamaron a declarar, no pasó ni cerca del juzgado, no pidieron las conversaciones de ellos… Son cosas que te hacen mucho ruido. Pero vamos a ir contra él. Mansur fue el gran responsable de lo que le pasó a mi hermano. Hay demasiadas pruebas”.

“Te doy un solo ejemplo, el 50 por ciento del pase de mi hermano pertenecía a Godoy Cruz y la otra mitad a Atenas de San Carlos. Y en una charla Mansur le dice que para liberarlo tiene que dejarle el 50% de Atenas de San Carlos. ¿A él qué le interesa eso? Lo hacía solo para trabarlo. Lo tenía trabado. Y así todo. Santiago sabía que estos meses que le quedaban de contrato no iba a jugar, son prácticas habituales de los clubes. Y lo peor es que Mansur sabía lo que le pasaba a mi hermano. Santiago estaba medicado y eso está informado. Tuvieron miles de charlas, de discusiones… Y él lo sabía. Y después de que pasa todo lo primero que hacen es sacar un comunicado desligándose. Quedan más en evidencia”.

-Desde las redes sociales oficiales del club sacaron la posibilidad de comentar o responder a ese comunicado y los mensajes sobre tu hermano.

-Lo sé. Te da más tristeza, más impotencia y más bronca. Si vos no tenés la cola sucia no hacés esas cosas. Estuve tres días en Mendoza y no dio la cara. Si pensás que no fuiste responsable, si no tuviste la culpa, da la cara. Cuando la gente se refugia y se victimiza es porque algo tuvo que ver. Cuando habló con mi madre lo único que dijo es que él tenía custodia policial por las declaraciones que habíamos hecho nosotros. O sea, era él quien estaba pasando un mal momento. Estaban de vacaciones, pero bueno. Decía que tenía 700 jugadores y no sabía que Santiago estaba mal. Que no tengas ese poquito de vergüenza, ese poquito de dignidad es lo que más impotencia y bronca da.

Hinchas de Godoy Cruz realizaron una caravana para despedir los restos del Morro García

Hinchas de Godoy Cruz realizaron una caravana para despedir los restos del Morro García

-¿Qué te contó Santiago de su encuentro con Maradona?

-Uh, estaba loco. Enseguida nos mandó la foto en el vestuario. El Gallego (Méndez) le dijo que Diego lo quería conocer a Santiago. Y cuando se vieron, Diego le dijo que lo quería para Gimnasia. Imaginate… con el cagazo que tenía no le pidió ni un autógrafo. Lo loco, que yo se lo cuento a todos, es que el velorio de Santiago fue bastante parecido por la gente. Cuando pasó lo de Maradona yo desde acá pensaba “qué mal la familia, hizo un velatorio corto y se quedó un montón de gente sin poder despedirlo”. Y yo le puedo asegurar a la gente que es un situación muy, muy dolorosa. Es lindo que la gente llore por él, que quiera tocar el cajón, que se arrodille por él. Yo desde acá estuve horas y horas mirando el velorio de Diego. Y después fue igual. Fue lindo pero muy doloroso. Y cuando lamentablemente me pasó esto, entendí a la familia de Maradona. Hay que estar ahí: la gente grita, te quiere abrazar, llorar contigo. Es muy fuerte. Pensé en mandarle un mensaje a la familia de Diego para reconocerle esto. A mí me tocó pasar algo parecido y es muy fuerte. Desde afuera no te ponés en el lugar del otro. Y cuando te pasan las cosas lo entendés.

La vida del hombre que se había enamorado de Mendoza

Santiago Damián García nació y creció en el Complejo Habitacional América, en el barrio Colón, en el noroeste de Montevideo. Su abuela Julia se encargaba de la crianza de él, de su hermano Gonzalo y de sus primos; su madre, Claudia, trabajaba todo el día como enfermera. Y a su padre dejó de verlo cuando se separó de Claudia y abandonó la casa.

La película deportiva de la vida del Morro tiene escenas en Estambul, donde sufrió la adaptación y apenas jugó tres partidos en el Kasimpaşa.

También en River de Montevideo, un club al que iba caminando desde su casa y donde recuperó la alegría. Tal como le había prometido a un amigo de su infancia, jugó gratis.

Y hay un instante clave durante su estadía en Brasil, en el Atlético Paranaense. El Morro tenía 20 años cuando le avisaron que había dado positivo en un control antidopaje.

Fue suspendido el 25 de julio de 2011. La sanción en principio era por dos años, pero luego se redujo a 13 meses. En el análisis realizado luego de la final del Torneo Uruguayo entre su equipo, Nacional, y Defensor Sporting habían detectado metabolitos de cocaína. “Fue todo raro”, insistía el Morro. Y pensó en dejar el fútbol.

Como la FIFA no homologó la sanción, el delantero solo estaba imposibilitado de jugar en Uruguay, pero pudo seguir haciéndolo en Brasil. Aunque la mancha ya era indeleble.

Con la camiseta de Nacional arrancó su vida profesional. De chiquito había jugado en un club de barrio que se llama Boca y luego en Libertad Washington. En su primera etapa con el Bolso (2008/2011) la descosió: metió 46 goles en 101 partidos.

Debutó con 17 años, el 27 de julio, en una final de la liguilla PreLibertadores, entró por Diego Viera, marcó el único gol del partido y su vida cambió para siempre. Dejó su huella en finales contra Danubio, Defensor y Peñarol; en el Apertura 2010 marcó 15 tantos en 15 partidos.

La segunda parte no fue buena. Cuando volvió en 2013, luego de los pasos frustrados por Turquía y Brasil, apenas celebró un gol en 18 partidos. De esa etapa, hay un recuerdo imborrable: el día que terminó preso por agarrarse a piñas en un clásico amistoso.

En su curiosa defensa ante la Justicia, el Morro dijo que le pegó a todo lo que se movía. Así lo acreditan las imágenes del precipitado final del amistoso de verano que Nacional le ganaba 1-0 a Peñarol el 21 de enero de 2014. Una batalla campal. Nueve futbolistas, entre ellos el exdelantero de Godoy Cruz que había sido expulsado por la pelea, pasaron la noche en la Dirección Nacional de Inteligencia.

Godoy Cruz le abrió las puertas del fútbol argentino y el Morro hizo de Mendoza su segunda casa. “La gente es muy respetuosa, puedo caminar por la calle con mi hija, ir a la plaza o a cualquier lugar y no tengo ningún problema. No hay palabras para agradecer esa forma de vivir, y eso también influye al momento de tomar una decisión”, decía el delantero que en cada mercado de pases aparecía en el listado de búsquedas de algún equipo grande pero que no tenía ínfulas de pegar un salto.

En los últimos tiempos el Morro no era el de antes.

El equipo deambulaba en la cancha y el uruguayo estaba afuera, en el banco o en la platea. Lesiones, falencias en su estado físico, problemas personales, eran los argumentos que iban mutando partido a partido. En su mejor momento, metió 17 goles para ser el máximo artillero de la Superliga 2018. Desde ahí, sumó solo 16 en dos años y medio. En 2020, apenas jugó seis partidos, tres como titular.

“Necesitamos tener líderes positivos. Hemos tenido al contrario, líderes negativos”, sentenció el presidente del Tomba, José Mansur en diciembre pasado en Radio Andina. Dos meses después Santiago García se suicidó.

El sábado 6 de febrero a las 12.30 en una de las habitaciones de su vivienda, en el 11° piso del edificio El Bosque, ubicado en Yrigoyen 148, en el barrio Bombal de Godoy Cruz el futbolista de 30 años fue hallado sin vida.

Hasta allí había llegado la fiscal Claudia Ríos, luego de que un amigo diera aviso a la Policía debido a que el jugador no respondía sus llamadas telefónicas.

MFV

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