
Termina octubre y las calles sanjuaninas se llenan de calabazas, telarañas y fantasmas. Lo que alguna vez fue una costumbre ajena hoy forma parte del paisaje cotidiano: Halloween llegó a San Juan para quedarse, combinando curiosidad, diversión y una inevitable dosis de debate cultural.
Sin embargo, en una provincia marcada por la fe católica, la pregunta inevitable sigue siendo la misma: ¿Cómo convive esta celebración extranjera con las tradiciones religiosas que caracterizan a la comunidad sanjuanina?
Cada vez son más las familias que se suman a esta fecha. Comercios decoran sus vidrieras con motivos tenebrosos, emprendedores aprovechan para ofrecer productos temáticos y niños y adolescentes salen a recorrer los barrios disfrazados al grito de “dulce o truco”.
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