SALUD
KATERINA GUSCHANSKI
MADRID, 26 (EUROPA PRESS)
Un equipo internacional de investigadores utilizó colecciones históricas de museos para estudiar los efectos de los antibióticos fabricados por el hombre a lo largo de toda la historia de su aplicación. Descubrieron que el aumento del uso de antibióticos en la medicina y la agricultura en la década de 1950-1990 provocó un aumento de la resistencia a los antibióticos en los osos pardos salvajes. Sin embargo, también detectaron una clara tendencia a la baja en la resistencia a los antibióticos tras la aplicación de políticas nacionales de control de su uso, según publican en la revista científica ‘Current Biology’.
La resistencia a los antibióticos es una importante amenaza para la salud mundial y cientos de miles de personas mueren cada año a causa de infecciones por bacterias resistentes. Los antibióticos y las bacterias resistentes, por ejemplo, de los hospitales, pueden escapar al medio ambiente a través de las plantas de tratamiento de aguas residuales y propagarse por el agua y el viento a grandes distancias.
Desde allí, pueden ser recogidos por los animales salvajes, que a su vez pueden transmitir las bacterias resistentes a los seres humanos durante las actividades recreativas o la caza. Sin embargo, hasta hace poco no se había podido estudiar la evolución de la resistencia a los antibióticos en la fauna salvaje desde el inicio de la producción masiva de antibióticos en la década de 1940.
Ahora, los científicos han utilizado especímenes de colecciones de museos para analizar los cambios en las comunidades bacterianas que viven en la boca de los animales salvajes y que se conservan como depósitos de cálculo sólido en los dientes. Este cálculo dental puede permanecer inalterado durante milenios, lo que ha permitido estudiar las comunidades bacterianas históricas, los microbiomas, de osos pardos suecos de hasta 180 años.
“Buscamos específicamente los genes bacterianos que proporcionan resistencia a los antibióticos –explica Jaelle Brealey, investigadora postdoctoral en la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología (NTNU) y autora principal del estudio–. Su abundancia sigue de cerca el uso humano de antibióticos en Suecia, aumentando en el siglo XX y disminuyendo en los últimos 20 años. También encontramos una mayor diversidad de genes de resistencia a los antibióticos en el pasado reciente, probablemente como resultado de los diferentes tipos de antibióticos utilizados por los humanos”, añade.
Los osos pardos escandinavos suelen vivir lejos de los humanos, pero a veces se acercan a pueblos y ciudades. Los investigadores esperaban encontrar más genes de resistencia a los antibióticos en los osos que vivían en regiones más densamente pobladas de Suecia. Sin embargo, para su sorpresa, no se observó tal relación.
“Encontramos niveles similares de resistencia a los antibióticos en los osos de zonas remotas y en los que se encontraban cerca de la población humana. Esto sugiere que la contaminación del medio ambiente con bacterias y antibióticos resistentes está realmente extendida”, afirma Katerina Guschanski, autora principal del estudio con nombramientos conjuntos en la Universidad de Uppsala y la Universidad de Edimburgo.
Suecia fue uno de los primeros países en aplicar medidas estrictas de control del uso de antibióticos, introduciendo una prohibición de los mismos en la agricultura a mediados de los años 80 y un programa estratégico nacional contra la resistencia a los antibióticos en medicina en 1995.
Estas medidas parecen haber surtido efecto. Las bacterias orales de los osos nacidos después de 1995 muestran una baja resistencia a los antibióticos, aunque no tan baja como en los osos que vivían antes de que los humanos comenzaran a producir antibióticos en masa. Sólo la comparación de los microbiomas a lo largo del tiempo pudo descubrir estos cambios.
“Nuestro estudio pone de manifiesto una vez más el valor de las colecciones históricas de los museos, como la del Museo Sueco de Historia Natural, como recurso único para comprender el efecto de las acciones humanas recientes sobre el medio ambiente”, afirma Daniela Kalthoff, conservadora del museo y coautora del estudio.
Los microbiomas históricos podrían utilizarse no sólo para investigar el pasado, sino también para controlar los cambios ambientales en respuesta a las nuevas estrategias de reducción de la contaminación y la polución. Este estudio constituye un ejemplo alentador de cómo las políticas gubernamentales pueden ser eficaces para mitigar una importante amenaza sanitaria a nivel nacional. Demuestra que las acciones humanas, tanto negativas como positivas, tienen un profundo efecto en el medio ambiente.