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la gloria, el retiro y la medicina

Más de 20 medallas internacionales descansan en el fondo de un cajón de madera. Podrían estar colgadas, pero no: rara vez ven la luz. Lo hacen de a ratos, cuando a mamá Mirta o a papá Aldo los visita la nostalgia. A Paula Pareto poco le interesa. “Ponela donde quieras, pero que no esté a la vista”, fue su primera advertencia cuando llegó de Río de Janeiro en 2016, con una presea de oro colgando de su cuello.

Pasó un lustro desde que se convirtió en la primera deportista argentina en ganar un oro olímpico y aunque no presume de sus logros, no piensa en otra cosa que en seguir sumando conquistas a su historial. En Tokio 2020, la Peque tendrá su cuarta cita a un Juego Olímpico: volvió con el bronce de Beijing 2008, dijo presente en Londres 2012 y su aventura en Río 2016 fue dorada.

-¿Es una presión llegar siendo la última campeona olímpica?

-No, la verdad que no, porque a las presiones se las pone uno y en todas las competencias arrancamos desde cero, porque son diferentes, tengas o no medallas. No me baso en las estadísticas: me baso en ir, luchar, dar lo mejor de mí y después ver qué sale. El judo no es un deporte de marcas, entonces no sabemos qué va a pasar.

Varias cosas cambiaron desde su hito en tierra carioca. Porque la pandemia del coronavirus, que puso en vilo al mundo, la obligó a readaptar su entrenamiento a un límite de espacio poco usual. “Rompí zócalos, pisos, mi nariz… Hasta asusté a más de un vecino cuando se me caía alguna pesa”, retrata durante su charla con Clarín. Su misión era simple: variar los ejercicios e innovar a diario para no caer en la monotonía. Lo lograba cada vez que llegaba desde el Hospital de San Isidro, donde el próximo mes finalizará su residencia como traumatóloga.

En agosto finalizará su residencia como traumatóloga en el Hospital de San Isidro.

En agosto finalizará su residencia como traumatóloga en el Hospital de San Isidro.

Incluso, un mes antes de partir rumbo a Japón, la cuna de la disciplina en la que compite, aprovechó el tiempo para prepararse en España y recuperar parte del ritmo que había perdido durante el encierro. “Gracias a Dios lo pudimos explotar al máximo, pero se nota la diferencia. Antes venían a entrenar japonesas o íbamos nosotros a Japón, a Europa… Pero en realidad estuvimos un año y medio sin poder hacerlo”, se lamenta. Al regresar tampoco dejó algún hueco en un almanaque ajetreado: se entrenó a doble turno en el CeNARD y luego partió hacia Tokio, donde debutará el viernes 23 desde las 23 horas en las eliminatorias de 48 kilos.

-¿Cambió tu rendimiento con el parate?

-Y, la pandemia yo creo que nos cambió a todos en cuanto a rendimiento: algunos para bien y a otros para mal. Yo creo que he mejorado un montón de niveles míos en cuanto a lo que es la fuerza, porque hemos hecho un montón de cosas desde lo físico. En el judo tal vez sí estamos un poco abajo en tiempos, porque hay cosas que no podemos hacer. La variabilidad de gente es lo que nos da la posibilidad de poder crecer y ahora no se puede. Así y todo, mejoré un montón los niveles de fuerza y estoy muy contenta por eso, pero…

-¿Pero qué?

-Nosotros hacemos judo. Y la idea es intentar mejorar también desde ese lado. No sé cómo se van manejando mis rivales del resto del mundo, pero sé que no pararon y que tienen mayor disponibilidad. Pero bueno, es lo que hoy nos toca. Sabemos que estamos haciendo bien las cosas dentro de lo que podemos e iremos a luchar con eso, sabiendo que lo mental también juega mucho y que a eso lo puedo tratar todos los días. Estoy intentando mejorarlo.

-Alguna vez dijiste que en el judo no duele lo físico, pero sí lo mental. ¿Cuánto te afectó en eso la pandemia?

-Si bien hoy entrenamos de la mejor manera, la pandemia nos mantuvo mucho tiempo en casa. Estuvimos meses entrenándonos en casa mientras nuestros rivales hacían judo. Después, cuando volvimos a competir nos fue mejor de lo que esperábamos, entonces hay que ir y ver qué pasa en cada competencia.

"Lo mental ocupa un 80% en las competencias", insiste.

“Lo mental ocupa un 80% en las competencias”, insiste.

-¿Fue por la fortaleza mental, decís?

-Fue pura cabeza. Porque en cuanto a horas arriba del tatami seguro que mi rival me superaba, pero en el judo puede ganar cualquiera. Tiene un montón de mental. En cada competencia, si bien nos vamos a preparar de la mejor manera desde lo físico y lo táctico, lo mental ocupa el 80%. Si no lo tenés bien entrenado no se puede llegar a una medalla… En mi vida deportiva le he ganado a gente que en los papeles no le podría haber ganado y creo que si gané en ese momento fue porque estaba mejor preparada desde lo mental. Ojo, no digo que estaba mal preparada desde lo físico, pero uno sabe los años y el tiempo que tiene arriba del tatami, y la disponibilidad que tienen sus rivales… No es la misma.

-¿Te sentís en desventaja?

-Uno cree que corre un poco en desventaja, pero trato de sacármelo de la cabeza y pensar en que entreno todos los días para ser un poco mejor de lo que fui ayer. Así es como voy mejorando y llego a las competencias. Hoy en día creo que en la Argentina estamos muy bien desde lo deportivo a comparación de años anteriores y no me podría quejar, pero la pandemia no nos ayudó. Así y todo, me centro en saber que se puede y que estamos haciendo las cosas bien.

Pareto siguió los pasos de su hermano menor, Marco, y empezó a practicar judo con apenas nueve años. Cuando llegó a su primer JJOO y se colgó una medalla olímpica, creyó que su carrera estaba terminada. Lo mismo pensó en Londres y, en su última participación, entendió que el oro era el desenlace perfecto para una carrera excepcional. Pero también se dio cuenta de que, detrás del deseo de relajarse y dedicarse de lleno a la Medicina, todavía había espacio para una meta más.

-¿Seguís después de los Juegos?

-(Silencio) Dije que me iba a retirar después de mi primer Juego Olímpico y lo repetí en los otros, pero ahora lo digo tal vez con un poco más de ímpetu. Ya tengo una cirugía de columna cervical y 35 años… El cuerpo pasa factura y me queda una vida por delante. Uno tiene que saber hasta dónde puede tirar. Siempre me gustó ir hasta el final y hoy estoy sintiendo que desde lo físico ya estoy llegando. Ojo, llego bien y con lo justo a Tokio, pero no hay que tirar más de la cuerda. Mi idea sí es retirarme como en todos los Juegos pasados, pero hay que ir viendo. Si pienso que es la última competencia también me da más fuerzas para enfrentarlo de la mejor manera, para disfrutarlo y para dejar todo.

-También lo decís un poco por cábala…

-(Risas) No sé si por cábala, pero por edad corresponde que pueda decirlo muy en serio, ja. Cada vez que lo dije, lo dije de corazón: para mí siempre se terminaba mi carrera deportiva en los Juegos Olímpicos, pero la realidad es que me gusta esto. Es un esfuerzo, sí, pero me encanta poder hacerlo, disfruto de entrenar, de compartir… Entonces es difícil alejarse, pero esta vez espero no faltar a mi palabra. Estimo que va a ser la última competencia, así que voy a darlo todo ahí.

-Al retiro hay que prepararlo y vos, de alguna manera, lo hiciste: estudiaste una carrera, trabajás… ¿Cómo imaginás tu vida después del judo?

-Un amigo me preguntó si no le tenía miedo al retiro… ¿Miedo por qué? Yo me retiro y tengo una vida por delante. A fines de agosto termino parte de la residencia, tengo un par de exámenes y la chance de entrar en una subespecialización. Ya lo tengo hablado y estoy muy contenta de poder hacerlo. Son cosas que fui organizando y no me da miedo… No me va a quedar un vacío.

-Pero no vas a dejar de entrenarte…

-Voy a seguir viniendo al CeNARD. No sé si a entrenar, pero sí a ayudar a mis compañeras, porque tampoco es que somos muchas las que estamos. Vendré a colaborar desde lo técnico, lo táctico y pondré mi cuerpo como ellas siempre lo ponen por mí. Me gusta esto, pero ya creo que va a ser a otro nivel: se va a complicar querer llegar al nivel en el que estaba. Aparte, ya tengo un par de cirugías obligatorias que me esperan a la vuelta para recomponer el cuerpo y poder tener un futuro digno en cuanto a los dolores… Una vida normal, digamos.

-Se supone entonces que tu papá, a quien no le gusta verte competir, esta vez no se lo va a perder…

-Le cuesta mucho verme, ja. Lo único que le interesa después de cada competencia es si me duele algo o no, y eso habla bien de él: lo único que le importa es su hija, más allá del resultado. Lo mantengo atento y sé que mis hermanos lo cuidan, pero a los Juegos siempre los ha visto… Vamos a decirle que es la última competencia así no se preocupa más, ja.

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