El 3-0 es mentiroso, como bien se lo reconoció Lionel Scaloni a Gustavo Alfaro. Un marcador que puede tender trampas de optimismo desmesurado, bien sazonadas, también, de cierto chauvinismo triunfalista. Ha ocurrido infinidad de veces con la Selección. Después, el golpe duele más.
Está clara la idea del entrenador. Y está claro que los jugadores, no importa cuál sea la formación, la interpretan. Pero no termina de cuajar, no se afirma, deja flecos y las evidencias hacen comer las uñas de los nervios. ¿Qué pasaría ante rivales más exigentes, incluso que Colombia y eventualmente Brasil? ¿Qué sería de este equipo sin Messi? Mete miedo mirarse al espejo a solas y responderse la primera si el que ataca por el aire es Inglaterra o si el adversario que quita y maneja la pelota es Italia. La segunda es una de obviedad demoledora: tener a Messi es extraordinario. No tenerlo sería devastador.
La idea madre es salida por abajo, tenencia, circulación y cambio de ritmo para llegar al área adversaria. Es decir, se sabe como se quiere crear y definir. ¿Cómo se recupera y cómo se defiende? Ahí en las otras dos facetas del juego aparecen los agujeros negros. No por la idea, sino por los ejecutantes.
Paredes juega, pero no es un “5” natural. Él mismo lo admitió en una entrevista reciente con Olé. Y explicó el aprendizaje que está haciendo del puesto. Mientras estudia, queda relegado Guido Rodríguez, que sí es un “5” de toda la vida. Evidencia: De Paul creció cuando entró Rodríguez. La posición del “5” ordenó todo.
Paredes no es culpable de los desajustes en la recuperación y en la defensa, pero sus características innegables de “enganche reciclado” en período de aprendizaje potencian deficiencias estructurales.
Es atractivo ir a presionar arriba , recuperar pronto y atacar rápido. ¿Cuánto tiempo de los 90 minutos se puede hacer? No siempre. Entonces, luego hay que ver cómo se recupera. Y si no se achican los espacios con el retroceso de los delanteros, la cercanía del “5” con los otros volantes y a su vez de los laterales y el adelantamiento de los centrales, el equipo se hace largo. Y se expone en los vacíos que deja al rival. Peligroso.
Se defiende mal porque no hay apoyo en el mano a mano o porque hay faltas innecesarias que derivan en otro problema: la debilidad del juego aéreo. Se vio ante Ecuador, pero también ante Chile y Colombia en las Eliminatorias.
Luego está el momento de cada jugador. Molina y González, regulares el viernes, son indudables hallazgos del técnico. Romero -está lesionado- y Martínez Quarta, ¿no dan más seguridad que Pezzella-Otamendi? Otro capítulo es la administración de minutos de cada uno. ¿Di María para los 90 o un rato, muy bueno, como ante Ecuador?¿Y Ángel Correa? ¿Y el mismo Lo Celso?
No está mal la Selección. Pero para ser un equipo de elite y competitivo al máximo nivel, viendo lo que se ve, falta. Falta mucho.