El sesgo de optimismo es la tendencia a sobreestimar la probabilidad de experimentar eventos positivos, como el éxito financiero o tener un matrimonio largo y feliz, y a subestimar eventuales hecho negativos. En una realidad donde se exhibe el éxito y se esconde el error, la frustración ha pasado a ser una carga pesada que conlleva la imposibilidad de generar resilencia.
Estos conceptos forman parte del best seller internacional El sesgo optimista, de la israelí de nacionalidad británica Tali Sharot. Doctorada en Psicología y Neurociencia en la Universidad de Nueva York, actualmente es profesora asociada de Neurociencia Cognitiva en el departamento de Psicología Experimental del University College de Londres, donde también dirige el Laboratorio del Cerebro Afectivo.
La investigadora mantuvo un diálogo con Infobae a través de correos electrónicos y video llamada desde Londres, donde reside desde hace más de 20 años.
En uno de los conceptos más destacados de sus últimos trabajos la especialista advierte que, si subestimamos los riesgos, podríamos no tomar suficientes precauciones ante los reveces de la realidad. Con la pandemia, se han recibido a veces buenas noticias y malas noticias al día siguiente. Sharot ha descubierto que las personas no procesan correctamente las malas noticias y no las incorporan a sus expectativas.
“Tomamos lo positivo un poco más que lo negativo. Y, de hecho, hemos realizado estudios de imágenes cerebrales que muestran que el cerebro codifica esta información positiva inesperada sobre un futuro mejor que la información negativa inesperada”, cuenta para iniciar su diálogo con Infobae.
-Sus estudios revelaron que el estrés afecta directamente cómo percibimos el mundo
-Así es. Las personas son más rápidas para llegar a la peor conclusión cuando están estresadas. Descubrimos que cuando están bajo estrés, llegan a conclusiones indeseables basadas en pruebas más débiles que cuando están relajadas. El estrés puede hacer que las personas sean más propensas a concluir que el peor escenario es cierto. Muchas de las decisiones más importantes que tomará, desde decisiones financieras hasta decisiones médicas y profesionales, sucederán mientras se sienta estresado. A menudo, estas decisiones requieren que primero recopile información y sopese la evidencia. Por ejemplo, puede consultar a varios médicos antes de decidir cuál es el mejor curso de tratamiento médico.
-Entonces, ¿sentirse estresado cambia la forma en que procesa y utiliza la información que recopila?
-Bajo estrés, las personas sopesan cada pieza de evidencia que respalda conclusiones indeseables más que cuando están relajadas. Por el contrario, la forma en que sopesan la evidencia que respalda las conclusiones deseables no se ve afectada por el estrés. Como resultado, es más probable que los individuos concluyan que lo peor es cierto cuando están estresadas. Por lo general, pensamos en las situaciones estresantes como un obstáculo para nuestro proceso de toma de decisiones. Pero el patrón de aprendizaje que hemos descubierto puede ser adaptativo, en contra de la intuición, porque las creencias negativas pueden llevar a las personas a ser más cautelosas cuando se encuentran en entornos amenazantes.
-Ha sostenido que el optimismo puede ser peligroso en una pandemia. ¿Podría ampliarnos la idea?
–Durante la última década, nos hemos enfrentado a una avalancha de investigaciones que nos informan sobre los beneficios del optimismo: mejor salud cardiovascular, presión arterial más baja, niveles de ansiedad reducidos y una mejor salud mental y física en general. Pero resulta que esperar los mejores resultados para nosotros no es ideal para una sociedad que necesita detener la propagación exponencial de un virus mortal. Una peculiaridad humana beneficiosa, el sesgo del optimismo, podría estar contribuyendo a la propagación del coronavirus. Ha provocado que las personas descarten sus posibilidades individuales de contraer COVID-19, a pesar de ser conscientes de su riesgo para el resto de la población. Un estudio que realizamos en los EE.UU. encontró que la mayoría de las personas creían que tenían menos probabilidades de contraer el virus que el promedio, independientemente de la edad o el sexo de la persona. Esto es muy típico de lo que es el sesgo de optimismo.
-¿Es decir que el optimismo, que tanto se promovió en pandemia, nos podría perjudicar?
-Como en todo, es una cuestión de equilibrio. Por lo general, las personas creen que su probabilidad de experimentar eventos negativos es menor, y la probabilidad de que experimente eventos positivos es mayor. El sesgo de optimismo es un producto de nuestra tendencia a imaginar vívidamente eventos futuros positivos y atribuirles más probabilidades de que sucedan. En determinadas circunstancias, como en nuestros trabajos y relaciones, esto puede ser beneficioso al animarnos a comportarnos de manera que puedan contribuir a resultados positivos, convirtiéndose así en una profecía autocumplida. Pero estamos en una pandemia y está teniendo un impacto preocupante en nuestra capacidad para evaluar el riesgo y reaccionar de manera adecuada. La amenaza del coronavirus se está convirtiendo en un zumbido de fondo en la vida cotidiana, lo que empeora este sesgo. Creo que ahora el riesgo es mayor porque nos hemos acostumbrado a esta amenaza. Y cuando te acostumbras a una amenaza, la subestimas aún más.
-¿Y en qué lugar quedan los pesimistas?
–Quienes veían al COVID-19 como un grave peligro para la salud de la raza humana eran más propensas a seguir las pautas de salud pública como el distanciamiento social y el lavado de manos, incluso si subestimaban sus propios riesgos personales. Esto sugiere que las personas se involucran principalmente en comportamientos protectores en beneficio de los demás, y no solo se guían por el interés propio, que respalda el uso de mensajes de salud pública enmarcados en la preocupación por el bien común y la protección de los demás.
–Después de obtener su doctorado en psicología y neurociencia, usted quiso saber cómo las personas recuerdan los eventos traumáticos, por lo que estudió los mecanismos neuronales que causan las emociones negativas y descubrió que las mismas partes del cerebro que las personas usan para la memoria, incluido el hipocampo, también se utilizan para imaginar el futuro
-De hecho, tenemos este sistema en el cerebro no para recordar el pasado, sino sobre todo para poder imaginar el futuro, para planificar el futuro”.
-¿El cerebro prefiere no enfrentar escenarios desafiantes?
-La mayoría de la gente no quiere pensar en las cosas malas que le puedan pasar. Preferirían ver su propio futuro a través de lentes teñidos de rosa. Ese “error” guiaría un tipo diferente de percepción sobre cómo estamos programados para sobrevivir, a través del optimismo. Hasta este momento nadie conocía los mecanismos neuronales que generaron este sesgo de optimismo. Así que examinamos los cerebros de los sujetos y descubrimos que la gente aprende menos de las noticias negativas inesperadas que de las positivas. Hubo una codificación menos precisa de información negativa en los lóbulos frontales del cerebro. Resulta que nuestros cerebros están hambrientos de comentarios positivos.
-¿Estamos programados para la esperanza?
-Es una pregunta delicada. Por un lado, creemos que los humanos han evolucionado para convertirse en optimistas. Vemos el sesgo de optimismo en diferentes individuos y diferentes culturas y también en animales no humanos. Existen diseños y paradigmas bastante sofisticados para observar diferentes tipos de especies, desde abejas hasta cerdos y aves, que muestran que tienen expectativas positivas. Entonces eso sugeriría una especie de cableado cerebral en ese sentido. Pero lo que encontramos recientemente es incluso mejor que eso. No es que la gente sea siempre optimista. Depende del contexto. Entonces, si se los pone en situaciones peligrosas y bajo estrés, de repente se vuelven hipervigilantes y ya no tienen un sesgo de optimismo. Esto puede suceder en minutos o incluso segundos.
-Nos han bañado de intentonas optimistas, aprendimos que deberíamos subirnos a esa ola porque así nos iría mejor. Con estas conclusiones: ¿queda algo bueno en ser optimista?
-El sesgo de optimismo es la tendencia a sobreestimar la probabilidad de que sucedan eventos positivos en su vida, como el éxito profesional o tener hijos talentosos o un matrimonio feliz, y a subestimar la probabilidad de eventos negativos como el divorcio, el cáncer y los accidentes. Si se tienen estas expectativas positivas, hay una mejor salud mental y una reducción de la ansiedad. También está relacionado con una mejor salud física. Las personas que tienen expectativas positivas viven más tiempo y superan las enfermedades más rápido porque tienen menos estrés. Los optimistas también tienden a ser más felices. Una cosa que realmente afecta nuestra felicidad no es necesariamente lo que estamos haciendo en este momento, sino lo que creemos que sucederá en el futuro. Entonces, si tengo planes para este fin de semana para una gran salida de esquí, eso afectará mi felicidad hoy.
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