Nació en Chabás (Santa Fe) pero Córdoba lo adoptó. Su nombre es sinónimo de automovilismo y no necesitó de un título para convertirse en ídolo. Seguramente, habría conseguido el campeonato de Turismo Carretera que se le negó en 1961 pero la vida se le apagó muy rápido a Oscar Cabalén, de cuya muerte se cumplen 54 años este 25 de agosto.
El TC había tenido un comienzo emocionante y sorpresivo en la temporada de 1967. Los tres Torino 380W preparados por Oreste Berta generaron revuelo y Eduardo Copello, Héctor Luis Gradassi y Jorge Ternengo no tardaron en convertirse en la exitosa CGT.
La fiebre de los Torino invadió a la categoría más popular y las grandes marcas, Ford y Chevrolet, necesitaron de un golpe de efecto, que llegó en la segunda parte del año. Mientras el Chivo se sacaba el modelo Bergantín, la del óvalo le encargó el proyecto a Horacio Steven, que en tres meses lanzó el Prototipo Ford, denominado así por su diseño compacto y un perfil que lo asemejaba a los prototipos internacionales.
Pero el duelo con las Liebre I se terminó casi al nacer. Atilio Viale del Carril y Oscar Cabalén, elegidos como pilotos de ese nuevo auto de Ford, se accidentaron con 8 días de diferencia y tuvieron un desenlace distinto.
El 17 de agosto en el autódromo porteño, el Prototipo del primero fue consumido por el fuego y el piloto salió milagrosamente y salvó su vida, algo que no logró su acompañante, José Luis “Pepe” Giménez, quien falleció al día siguiente por las quemaduras. El 25, en una prueba en San Nicolás, se calcinó el que tripulaban Cabalén y Guillermo Arnaiz, quienes murieron en el acto.
La muerte de Oscar Cabalén. La tapa de Clarín del 26 de agosto de 1967. Fuente: Clarín
“Algo que marcó su vida es que fue un tipo de palabra, que mantuvo hasta el momento final. Decidió subir a ese auto porque dio su palabra. Aunque todos le dijeran ‘no subas’ porque no querían que corriera, porque Viale del Carril había tenido un accidente, porque era un auto del que mucha gente dudaba. Pero él dijo: ‘Yo dí mi palabra, no puedo fallar’. Y así fue su trágico final”, cuenta Mariana Cabalén, su hija menor.
Su padre había comenzado aquel 1967 con chances de conseguir ese título que se le había escapado en 1961, cuando el campeón fue Oscar Gálvez. Ganador en Arrecifes, Córdoba y La Pampa, estaba tercero en el campeonato después de correr con el Falcon y el Mustang, motorizados con el F-100. Hasta que Ford Motor Argentina le ofreció uno de los prototipos, que probó por primera vez en julio.
Oscar Cabalén interrumpió la “CGT”, como se llamaba a esa formación por las siglas de los pilotos. Su éxito en la Vuelta de Córdoba en un TC dominado por Torino. Fuente: Clarín
El accidente de Viale lo había conmocionado pero Cabalén cumpliría su palabra de correr el XI Premio de TC General Manuel Savio con ese auto. Llegó al Circuito Pentágono, de la Siderurgia Argentina, en Ramallo ese viernes 25 de agosto y, antes de salir a hacer una “tirada” para comprobar detalles del auto, le hizo un pedido a Horacio Pedernera, su acompañante de toda la vida. “Cuchuflito había bajado a buscar un ponchito, un saquito, con el que él corría siempre y entonces otro se subió al auto”, relata Mariana.
Ese otro era Luis Arnaiz, mecánico e integrante del equipo de Steven. “Le dijo ‘Dale, Cabalén, vos siempre me prometiste llevarme’. Fue él quien se subió y quien tuvo la desgracia de fallecer junto a mi papá. A Horacio fue como si mi papá lo hubiera salvado”, agrega la más joven de los cinco hijos del Turco y La Ketty.
El reporte publicado en Clarín aquel día dice que el Ford Prototipo iba a gran velocidad -en carrera alcanzaba los 230 km/h- cuando se fue a la banquina y, tras dar varios vuelcos, chocó contra un montículo de tierra y “se prendió fuego sin que sus ocupantes pudieran escapar, no obstante la rápida intervención de los bomberos”.
La muerte de Oscar Cabalén. La crónica de Clarín del 26 de agosto de 1967. Fuente: Clarín
La versión de Ford Motor Argentina habla de que a Cabalén se le cruzó un camión, lo que respalda los testimonios de algunos testigos que indican la presencia de un vehículo de Vialidad Nacional. “Quedó en una nebulosa, nunca se sabrá qué pasó realmente. Ese misterio se lo llevó él y su acompañante“, se lamenta Mariana aún hoy, 54 años después.
Tras la muerte de Cabalén y con Viale recuperándose de sus quemaduras -permaneció internado hasta el 24 de diciembre-, Ford retiró el Prototipo, que acumulaba cuestionamientos sobre su seguridad, especialmente por la ubicación del tanque de combustible. El título, finalmente, fue para Copello, tras una lucha hasta el final con Gradassi en la que no habrían faltado órdenes de equipo.
Compartir solo 13 días con papá: el recuerdo de Mariana Cabalén
El 25 de agosto de 1967, el hijo de Dante y Manuela, quienes siempre lo estimularon en una carrera que se inició con las motos y continuó con los autos a nivel nacional e internacional, tenía 43 años y cinco hijos: María Isabel, Gustavo, Liliana, Oscar y Mariana, quien solo llevaba 13 días en el mundo cuando la peor noticia viajó de San Nicolás a Córdoba. Cabalén y el mecánico Luis Arnaiz habían muerto mientras probaban el Ford Prototipo, el modelo en el que ocho días antes se había accidentado Atilio Viale del Carril y fallecido su acompañante.
Oscar Cabalén “con un saquito marrón que él amaba y usaba habitualmente”.
Foto: Albúm personal de Mariana Cabalén
“Fue muy fuerte todo. Nací y él ya no estaba. Me acostumbré a recordarlo en agosto con un tinte muy triste de parte de toda mi familia porque se lo extrañaba mucho. Mucho. Una persona que se fue de pronto y dejó a toda la familia y me dejó a mí tan chiquita… Fue algo muy fuerte. Esperado, en cierta forma, porque quien practica deportes de riesgo se sabe que puede tener un final así. Pero no es lo deseado, obviamente”, dice Mariana desde Córdoba.
Los recuerdos de papá los formó con las historias, las anécdotas y también los homenajes. “Me encantaba sentarme a escuchar cuando hablaban de mi papá. Todos los 25 de agosto recuerdo ir a misa y al cementerio y a escuchar los distintos homenajes que se le hacían, donde muchos periodistas reconocidos de Córdoba decían que había sido una persona excepcional, no solo un gran piloto. No fue quien más títulos tuvo pero un grande, un ídolo, y los ídolos nunca mueren. Y lo lindo de todo esto es que a pesar de haber pasado 54 años de que ya no está, se ve que fue muy fuerte lo que dejó grabado en la gente porque hasta el día de hoy recurren a nosotros para hablar de él”, agrega.
El living de su casa se transformó “en el cuarto de todos los trofeos” de papá. Allí dos vidrieras reflejaban la historia deportiva de Oscar y el espacio se convirtió “en un lugar muy emotivo” para una familia que La Ketty debía continuar sin el hombre de su vida. “Mi mamá fue el sostén de la familia, el eje, el todo. En el 2012 falleció y sigue tan latente y presente en todos nosotros día a día, en cada diálogo, gesto y cada cosa”, la recuerda la periodista que desde hace un tiempo se dedica a su emprendimiento gastronómico.
En el cumpleaños de 15 de Liliana, ya sin Oscar Cabalén pero presente en sus trofeos. Foto: Albúm personal de Mariana Cabalén
“Cuando mi papá falleció todos estábamos en edades distintas y críticas, porque teníamos 17, 16, 11, 7 y yo, 13 días. A cada uno la historia nos pegó de una manera distinta. Yo me acostumbré a vivir sin él. Pero acostumbrarse no es aceptar. Hasta el día de hoy lo extraño, lo deseo, quisiera haberlo conocido, tenido, sentido. Es algo que creo que no se supera nunca, aprendés a vivir con eso pero es una pérdida irreparable -sentencia-. Y mi mamá se hacía la fuerte, pero jamás superó la pérdida de mi papá. Él era todo para ella: la cuidaba, la malcriaba, la protegía. A todos, en realidad. Era un sobreprotector total”.
Gracias a La Ketty, Oscar Cabalén siguió vivo en su descendencia. “El amor y el respeto por mi papá que mi mamá supo engendrar en todos y mantener en el tiempo hizo que hoy los nietos lo tengan tan presente como si lo hubieran vivido, recordándolo constantemente. Es una persona, creo, que aunque pasen los años no se va a ir nunca de esta casa, de esta familia, de este lugar del corazón de cada uno de su descendencia aunque no nos haya conocido”, remarca la menor de los hermanos. Y comparte que también trascendió el nombre a los nietos: están Oscar, el hijo de Oscar Alfredo -quien lo recibió en honor a Gálvez- y Oscar Emilio, el hijo de Liliana.
La Ketty, la esposa de Oscar Cabalén que sostuvo a la familia y mantuvo vivo su recuerdo. Foto: Albúm personal de Mariana Cabalén
Aunque el tiempo pasó y nunca hubo una pericia que explicara la tragedia o aliviara el dolor, aún hay historias nuevas para la familia Cabalén. Hace poco, Mariana recibió una videollamada del expiloto Cocho López, quien le compartió la vez que le pidió ayuda a su papá un domingo a las 7 de la mañana porque su auto se había roto cerca de su casa en Córdoba.
Liliana, Oscar y Mariana Cabalén en la pileta de la casa de Villa del Lago, en Carlos Paz. “Todo el mundo pasaba y frenaba para ver a mi papá, que solía salir al balcón a desayunar y por supuesto que jamás se negó a saludar o recibir a la gente que paraba”
“Era julio o agosto del 67 -anticipa-. El venía a correr sin tener plata ni idea de nada, el auto se le rompió y le dijeron en la ruta que ahí vivía mi papá. Lo atendió mi mamá con una sonrisa y le dijo: ‘Oscar justo en ese momento se está bañando pero esperalo un ratito’. Y al rato bajó mi papá: elegante, impecable, oliendo al mejor perfume y con buena ropa como le gustaba a él vestir. ‘Por favor, pibe, esto ya lo solucionamos. Es domingo no es fácil pero andá a este hotel de parte mía, alojate, descansá, comé y mañana vas a tener todo solucionado y el jueves vas a poder irte a correr’. No puede olvidar ese gesto tan humano y simple, porque gracias a él pudo largarse a correr. Fue impactante el diálogo con él porque de chiquita me encantaban las carreras y yo lo seguía a Cocho”.
La otra la encontró en una foto de un álbum íntimo que compartió para esta nota. “Son fotos que atesoro en lo más profundo de mi alma, muy lindas y especiales. La foto de la escalera la vi por primera vez este año y es la foto que más me impactó en mi vida. Porque están mis hermanos, Marisa, Liliana, Oscar -solo falta Gustavo-, mi papá y mi mamá. Y lo más importante para mí fue que en esa foto estoy yo en la panza de mi mamá, a punto de nacer. Así que ha sido en el año 67, un mes pudo haber sido antes del accidente. Para mí es una foto que marcó mi historia, mi vida, mi todo porque nunca había visto una foto mía en la panza de mi mamá y con mi papá a mi lado. Muy fuerte”, valora.
En la escalera. La imagen de la familia Cabalén, con Mariana en la panza de su mamá. Foto: Albúm personal de Mariana Cabalén
“Hablar de él es como vivirlo de a poquito -concluye-, a pesar de los años, de que se me siguen llenando los ojos de lágrimas como cuando era chiquita y veía a todos tristes y llorando porque se cumplía un año más, un mes más, un día más que él no estaba con nosotros. Es un dolor que está grabado a fuego en cada integrante de la familia y se crece con eso y se siente en la sangre la ausencia de él”.