El Estadio Olímpico de Tokio fue escenario en la noche argentina del miércoles de la consagración de Pedro Pichardo, quien envuelto en una bandera roja y verde, celebró con una gran sonrisa su triunfo en la prueba de salto triple de los Juegos Olímpicos y esa marca de 17,98 metros, que se transformó en un nuevo récord nacional de Portugal, su patria por adopción.
Es que el atleta de 28 años nació en Santiago de Cuba, pero en 2017 desertó, en búsqueda de mejores condiciones de vida y de entrenamientos, y desde 2019 representa al país ibérico, que lo recibió con los brazos abiertos.
Pichardo irrumpió como una gran promesa del atletismo mundial en 2012, cuando se consagró campeón junior en Barcelona con un salto de 16,79 metros, plusmarca mundial de esa categoría.
Al año siguiente, con apenas 20 años y 49 días, se colgó la medalla de plata en el mundial de mayores de Moscú y se transformó en el atleta más joven de la historia en subirse a un podio de salto triple en un torneo ecuménico. Y en 2014, ganó su prueba en el mundial indoor de Sopot. Su futuro parecía brillante, pero su vida estaba lejos de ser perfecta.
Hace unos años, ya exiliado en Europa, contó las dificultades que enfrentó como deportista en su país de origen. “En Cuba, no tenés opción. Si no formás parte del equipo nacional que entrena en La Habana, no podés ser un gran atleta. Era obligatorio, si no estás allí y entrenás con sus entrenadores, no sos bueno, no viajás y no competís”, afirmó.
Pichardo ganó con una marca de 17,98 metros, que se transformó en un nuevo record nacional de Portugal. Foto EFE
Además, contó que como él nació en Santiago, a unos 900 kilómetros de la ciudad capital, a veces tenía que viajar 18 horas en tren para poder disputar los campeonatos nacionales. “Dormía en el suelo, en las gradas del estadio, me daban un poco de pan con café… No lo soportaba más“, explicó.
El saltador tuvo un primer choque con la federación de atletismo de su país en 2014, cuando se rehusó a entrenar bajo las órdenes del coach del seleccionado nacional Ricardo Ponce. Fue suspendido un año, pero volvió recargado.
La temporada 2015 fue gloriosa para él. En mayo, en La Habana, consiguió una marca de 18,08 metros, que sigue siendo su mejor registro personal y actualmente es el quinto mejor salto en la historia de la disciplina. Quedó a solo once centímetros del récord mundial de 18,29 vigente desde 1995. Confiado, en julio se colgó además el oro en los Juegos Panamericanos de Toronto y en agosto, la plata en el Mundial de Beijing.
Así, se había perfilado como uno de los candidatos a hacer podio en los Juegos de Río. Pero se quedó con las ganas de competir en la ciudad carioca por una microfractura en su tobillo derecho, que según él fue consecuencia de una vieja lesión mal curada por los médicos cubanos.
Pichardo comenzó a representar a Portugal en agosto de 2019. Foto EFE
Lejos de casa
Perderse esa cita fue un duro golpe, pero terminó de convencerlo de que el exilio era la única manera de seguir progresando como atleta. “Fueron varios problemas que tuve que soportar, hasta que decidí salir de Cuba”.
Al año siguiente vio su oportunidad. En abril, viajó a Stuttgart, Alemania, para realizar una concentración con el seleccionado cubano de cara al Mundial de Londres. Como vigente subcampeón mundial de su disciplina, era una de las grandes estrellas del equipo y uno de los favoritos para el torneo de la capital inglesa.
Pero nunca llegó a ese evento, porque un día, abandonó la concentración. Por su deserción, fue expulsado inmediatamente del equipo nacional -lo que lo marginó instantáneamente del mundial- y las autoridades cubanas le prohibieron volver a la isla por al menos ocho años.
“Fue triste y doloroso no participar en campeonatos internacionales, pero no lamento haber dejado Cuba, fue la mejor decisión de mi vida“, afirmó un tiempo después.
“Quiero mostrar mi reconocimiento a los portugueses con medallas y trofeos”, afirmó hace unos años. Foto EFE
Tras su salida furtiva de Stuttgart, Pichardo se refugió en Portugal y no tardó mucho en encontrar un club al que representar, el Benfica. En diciembre de 2017, recibió la ciudadanía portuguesa y en octubre de 2018, año en el que ganó la Liga de Diamante, la IAAF (hoy World Athletics) lo autorizó a representar a su nuevo país en competencias internacionales a partir de agosto de 2019.
“Quiero mostrar mi reconocimiento a los portugueses con medallas y trofeos. Creo que es la mejor manera de agradecerles por todo lo que están haciendo por mí”, aseguró en ese momento.
Así lo hizo en Tokio, donde saltó más que ninguno de sus rivales -la plata fue para el chino Yaming Zhu con 17,57 metros y el bronce, para el burkinés Hugues Zango, con 17,47- y le regaló a su patria adoptiva su segundo oro en la historia del triple salto en los Juegos Olímpicos.