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Alberto Fernández suma nuevas señales que parecen contradictorias pero que terminan exponiendo la decisión de cerrarse sobre la interna como señal frente a la persistencia de la crisis. Lo hizo esta vez frente a empresarios en el coloquio de IDEA. Fue un gesto en sí mismo su participación virtual en el encuentro, atado también a la necesidad de un mensaje para frenar el dólar, aunque sin dar pistas de proyección económica y con un gesto político de lectura sencilla: defendió la ofensiva judicial y de ese modo contestó cualquier especulación de diferenciación o fisura con Cristina Fernández de Kirchner.
Poco antes, había desperdiciado –desde la perspectiva de lo que hasta hace poco era definido como proyecto albertista- la posibilidad de confrontar con Mauricio Macri como enemigo elegido, pero desde una posición superadora de la grieta.
Macri está poniendo en marcha una estrategia de mayor exposición pública y después del ´”banderazo” del lunes, generó cierto impacto con declaraciones críticas sobre el Gobierno y también con algunos cuestionamientos hacia el interior de la oposición. Esto último no pareció de interés para Alberto Fernández: su respuesta fue hasta en las formas tan confrontativa que cerró otra vez los puentes al “ala moderada” de Juntos por el Cambio.
El Presidente suma así nuevas entregas de una misma decisión. La próxima sería el singular modo de celebrar el próximo 17 de Octubre. Su mensaje a la CGT y a otros promotores de la movida fue claro, incluso en la perspectiva de asumir la titularidad del PJ, un lugar devaluado en las experiencias kirchneristas: el acto no debe ser motorizado ni entendido como un gesto de vuelco hacia las estructuras tradicionales del peronismo en competencia con el poder de la ex presidente.
Poco o nada quedaría así de la idea de conformar una masa política crítica para superar la grieta, según su propia definición, con base en el PJ –comenzando por los gobernadores-, con afirmación de los sectores internos y externos que alguna vez se plantearon la “avenida del medio” –es decir, desde Sergio Massa a Roberto Lavagna- y por afuera hasta generar un nuevo escenario político, en una convergencia táctica con los moderados de JxC. Algo complicado y traducido sencillamente como el terreno para una nueva etapa política sin CFK y Macri como polos.
La decisión que tomó frente al encuentro de IDEA fue ilustrativa de los márgenes que se impuso el propio Presidente. El gesto de participar se destacó en contraste con la historia kirchnerista. Néstor Kirchner y CFK no lo hicieron. El Presidente se encargó de ponerle límite a las interpretaciones de diferenciación interna pasada y presente, como mensaje político y económico en función de la platea. Incorporar el tema judicial cuando nadie podía esperarlo tuvo el sentido del límite. Sí se ocupó de rechazar la idea de una brusca devaluación y de garantizar los depósitos en dólares.
Nada tenía que ver con el temario la reivindicación del proyecto de reforma del fuero federal y la defensa de la carga contra jueces trasladados en la etapa macrista, dos de las acciones que integran la ofensiva más amplia en el terreno de la Justicia, que ayer mismo registró un nuevo roce con la Corte Suprema. Llamativo, el dirigente sindical Julio Piumato replicó sin demora que la reforma es un elemento inexplicable en el contexto de la cuarentena y la crisis económica y social. Una manera elegante de señalar que sólo es explicable en función de una necesidad política atada a la interna del oficialismo y en particular, a la ex presidente.
Es significativa también la última respuesta presidencial a Macri. Por supuesto, el ex presidente es considerado el mejor enemigo, dañado por la crisis de su gobierno. Es lo mismo que hacía el macrismo cuando privilegiaba a CFK como rival. Las cosas no salen siempre como son pensadas. Pero al margen de eso, el punto es cómo o con qué sentido Alberto Fernández va al choque con su antecesor.
El Presidente eligió un tono y hasta una forma que remiten a la grieta. La dureza apuntó contra la gestión macrista en general, de tal modo que no dejó espacio en la interna de JxC para sentirse al margen. En rigor, la carga pareció dirigida a agrupar a la oposición sin matices, algo similar a lo que ocurrió con la poda de fondos a la Ciudad de Buenos Aires, sin reparar siquiera al malestar doméstico que había generado Macri en alguna franja de su coalición.
El más afectado por los dichos del ex presidente fue el grupo que se referencia en Rogelio Frigerio y Emilio Monzó, por la “autocrítica” sobre las consecuencias de haber delegado la responsabilidad de las negociaciones con los jefes provinciales del PJ. Alguna referencia al manejo de la cuarentena generaron malestar cerca de Horacio Rodríguez Larreta, que prefirió dejar trascender un mensaje de no disputa interna.
El jefe de Gobierno porteño reivindica el manejo temprano de las medidas frente al coronavirus, incluso ante la subvaloración inicial del gobierno nacional. También, las duras medidas iniciales y luego, desde julio al menos, la pulseada por la flexibilización de las restricciones. Pero prefiere no confrontar. Considera que la pelea puramente política, en cualquier caso, juega en contra. Y eso, en su visión, corre también para el interior de JxC. La pelea por los fondos ya avisó cómo viene la pelea desde afuera.
Alberto Fernández se ha plantado de un modo que considera vital frente a la crisis. Apuesta ahora a la negociación con el FMI y en lo inmediato, a sofocar la tensión con el dólar. Las tratativas con el Fondo en sí mismo no parecen suficiente elemento, con el antecedente inmediato del modo en que fue diluido el efecto del acuerdo con los acreedores externos. No confía en el concepto de plan económico. Por supuesto, no desconoce, hasta por recorrido propio, el valor del sustento político para generar confianza. El tema es que parece haber reducido ese concepto a cerrarse en su propio frente. Suena paradójico porque nada indica que eso agote las especulaciones sobre la interna y la centralidad del poder.
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