Uno de los desafíos más complejos del gobierno de Javier Milei está ligado al Tesoro Nacional, el riesgo país y el debate sobre el superávit fiscal. Aunque se suele señalar al Banco Central (BCRA) como actor clave en la acumulación de reservas para reducir el riesgo país, la realidad es que la mayor parte de la deuda pública en dólares recae sobre el Tesoro, mientras que solo una fracción menor corresponde a los instrumentos emitidos por el BCRA, como los BOPREAL.
Esto significa que, para bajar el riesgo país mediante acumulación de reservas, quien debe mostrar capacidad de pago es el Tesoro, y por lo tanto es el que debería comprar reservas utilizando el superávit fiscal. Sin embargo, aquí surge un debate complejo: ¿el Tesoro realmente tiene superávit financiero?
Si se incluyen los intereses devengados por LECAP, BONCAP y PR17, se observa que estos pagos no representan flujo de caja genuino, ya que la mayor parte se cancela con nuevas emisiones de deuda, generando un mecanismo de rollover que posterga, pero no resuelve, el problema. En otras palabras, los inversores cobran, pero con nuevos instrumentos del Tesoro, no con efectivo proveniente de un superávit real.
Este esquema implica que, al no contabilizarse estos intereses en el resultado fiscal primario, el Tesoro no dispone de fondos suficientes para pagar la deuda, lo que en términos técnicos debería considerarse déficit fiscal financiero. Si los intereses no se cubren con efectivo, se acumulan como una bola de nieve hacia el futuro, incrementando la presión sobre las cuentas públicas y complicando la estrategia de Milei para estabilizar la economía y reducir el riesgo país.
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