Estuvo en la primera final de la gimnasia artística femenina en Tokio 2020 y también en la última. Simone Biles le bajó el telón al deporte del que es la reina con una lección más valorable que una medalla: la salud mental es tan importante como la física. La cuádruple campeona olímpica hace cinco años lo dijo y su voz iluminó a cientos de deportistas en Japón y a millones de personas alrededor del globo.
El mundo la esperaba y ella sentía el peso de esas miradas sobre sus hombros. La presión de tener que ser la nueva figura de los Juegos Olímpicos tras las salidas del nadador estadounidense Michael Phelps y del atleta jamaiquino Usain Bolt la bloqueó. Solo un salto había hecho el 27 de julio en la final por equipos -la primera de Tokio 2020- cuando se retiró y habló de los “demonios en la cabeza” que la atormentaban, que la hacían temer con una lesión.
El bloqueo duró hasta este 3 de agosto, cuando volvió al estadio Ariake para la final de viga de equilibrio, quizás el aparato más desafiante de la gimnasia artística femenina, y obtuvo la medalla de bronce, detrás de las chinas Chenchen Guan y Xijing Tang, de 16 y 18 años respectivamente.
La de la barra de equilibrio era la última final en el programa de la gimnasia artística femenina y, por lo tanto, la última oportunidad de ver en Tokio a la ganadora de cuatro medallas de oro en Río hace cinco años. Vestida con el equipo de gimnasia rojo de Estados Unidos, Biles apareció en el tercer lugar de la fila india que encabezó la canadiense Elsabeth Black, la primera en actuar y obtener una puntuación de 13.866, apenas más baja que la china Xijing Tang, la telonera de la estadounidense, que obtuvo 14.233.
En acción. Simone Biles en el aparato que más exige psicologicamente a las gimnastas. Foto AP Photo/Natacha Pisarenko
Entonces, fue el turno de la medallista de bronce en la viga de Río 2016. La gimnasta de 24 años no entró a la viga con un salto sino que se subió por la mitad y exhibió un triple wolf, lo más destacado de una rutina más simple pero en la que mostró seguridad y limpieza y que terminó con un doble carpado para salir. La felicidad de sus rivales y de la propia Biles fueron evidencia de que la calificación -que fue de 14.000, dividida en 6.100 (dificultad) y 7.900 (ejecución)- no era lo más importante de la tarde japonesa.
El cierre del aparato estuvo a cargo de Chenchen Guan, una gimnasta de apenas 16 años que hizo una rutina perfecta y se llevó el oro con 14,633 puntos, además del elogio y el abrazo de Biles. “Gran trabajo”, le dijo la estadounidense, la segunda en abrazarla cuando se bajó de la viga, donde China repitió el 1-2 de Londres 2012.
El podio de Tokio 2020, con el 1-2 chino y Simone Biles. Foto Lionel BONAVENTURE / AFP
En el podio, no sonó el himno de Estados Unidos, que se despidió de los Juegos Olímpicos con dos oros (Sunisa Lee en all around y Jade Carey en suelo), dos platas (final por equipos y Mykayla Skinner en salto) y dos bronces (el otro fue de Sunisa Lee en barras asimétricas). Pero el mundo dibujó una sonrisa cuando Simone Biles se subió al tercer escalón y se colgó el bronce. Porque recuperarse siempre es una posibilidad y ella es una prueba de que se puede lograr.
La sonrisa de Simone Biles, que repitió el bronce en viga de hace cinco años. Foto Loic VENANCE / AFP