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Un vivero reintroduce ostras autóctonas en el sur de Inglaterra para salvar la biodiversidad

Diezmada en los últimos años en Inglaterra por la contaminación y la sobrepesca, la variedad local de ostras planas está renaciendo gracias a un vivero de Portsmouth que se dio por misión reintroducir en aguas británicas a este “ingeniero del ecosistema”.

En el patio del Instituto de Ciencias Marinas de Portsmouth, en el sur del país, se acumulan toneladas de conchas de ostras vacías. Los investigadores las conservan cuidadosamente para poder introducir pronto nuevas larvas.

“En la naturaleza, las ostras se reproducen de mayo a septiembre, así que esperamos imitar esas condiciones aquí en el vivero”, explica a la AFP Luke Helmer, de la Blue Marine Foundation, que codirige el proyecto, puesto en marcha en 2015.

Este criadero es el primero del Reino Unido dedicado exclusivamente a la recuperación de ostras, sin ningún fin comercial. Su objetivo es reintroducir millones de “ostrea edulis”, la ostra plana europea, una especie casi extinguida en la región.

En su edificio, una pequeña sala llena de tubos alberga tanques de agua salada donde esperan tranquilamente decenas de ejemplares. “Aquí las vigilamos, las alimentamos y las mantenemos en condiciones adecuadas”, explica Helmer.

Pronto, el equipo de ocho investigadores aumentará lentamente la temperatura del agua para que se ajuste a las condiciones ambientales y las ostras liberen larvas, añade. Tras crecer en incubadoras, estas se reintroducirán por primera vez en junio en Solent, una ensenada que bordea el laboratorio.

– Sobrepesca y contaminación –

Esta intervención humana se hizo necesaria debido a la casi desaparición de la especie en la región.

“En los años 1970 se pescaban casi 15 millones de ostras planas al año” en Solent, dice el investigador, “frente a casi nada ahora”.

En nivel europeo, la población de ostras planas ha disminuido un 90% desde principios del siglo XIX, según la Universidad de Portsmouth, hasta el punto de estar a punto de extinguirse en algunas zonas.

¿La causa? La actividad humana, en particular “la sobrepesca, pero también una combinación de factores de estrés, como la contaminación del agua y la introducción de especies invasoras”, como la ostra del Pacífico “que las priva de espacio y alimento”, explica Mónica Fabra, estudiante de doctorado en la Universidad de Portsmouth.

Introducida inicialmente en el siglo XX para compensar la desaparición de las ostras autóctonas, esta “ostra japonesa”, que ahora representa la casi totalidad de estos moluscos en Europa, ha resultado ser extremadamente invasiva, modificando profundamente el ecosistema.

“Criarlas en un vivero les proporciona un entorno más seguro”, explica Fabra mientras manipula con delicadeza a “Grand ma”, un impresionante ejemplar de más de 15 años del tamaño de una mano. Aquí, “podemos asegurarnos de que sobreviven hasta su reintroducción” en la naturaleza, añade.

– Salvadoras del ecosistema –

Aunque se necesitarán varios años para invertir la tendencia, Helmer espera reintroducir “entre 500.000 y un millón de ostras” en Solent este año, lo que de paso mejorará la calidad del agua.

“Cada ostra puede filtrar hasta 200 litros al día”, explica el científico, “eso es fenomenal si tenemos en cuenta los millones (de ejemplares) que vamos a reintroducir”, dice, rindiendo homenaje a este “ingeniero del ecosistema”.

Al mismo tiempo, se espera que la biodiversidad asociada al arrecife aumente drásticamente, ya que las ostras suelen dar cobijo a una gran cantidad de otras especies, dice Fabra.

En un experimento preliminar, los investigadores colocaron jaulas de ostras en el mar y se “sorprendieron” cuando las volvieron a subir para encontrarlas “repletas de otras 97 especies”.

El resultado es aún más espectacular con las ostras locales, “porque todas las demás especies han evolucionado y crecido con esta variedad”, añade su compañero.

Además, algunos estudios han demostrado que la ostra plana se comportaría mejor que su competidora japonesa ante el calentamiento global.

Los avances logrados en el vivero podrían aprovecharse rápidamente en otros lugares de Europa, con la colaboración de los investigadores en proyectos similares en Alemania y Holanda.

Pero, según Helmer, pasarán unos diez años antes de que estén listas para ser comercializadas y se puedan degustar unas deliciosas ostras planas en Portsmouth.

cdu/acc/mis

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