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Una lectura del 0,12 por ciento

La bandera no binaria
La bandera no binaria

El primer día, mientras repasaba la lista y hacía un reconocimiento de cada estudiante, advertí que el nombre de uno de ellos, Santiago, no condecía con su aspecto. Pensé, desde la tradicionalidad de mi formación en estos temas, que no estaba ante los rasgos característicos de un varón, pero tampoco reconocía los de una mujer. Con la convicción de que escuchar y comprender siempre es clave para actuar, en el final de la clase le pedí a Santiago que se acercara y le presenté respetuosamente mi inquietud sobre cómo apelar a él, para que se sintiera cómodo. Me dijo que no se percibía ni como varón ni como mujer, y que evitara las marcas de género cuando a su persona me refiriera. Le dije que mi instrumento era la normativa del español que dispone del masculino gramatical para indicar la oposición de género. Y le dije que tampoco usaba la letra “e”. Pero que en nuestros diálogos evitaría los géneros y haría mi máximo esfuerzo para resolverlo de ese modo toda vez que fuera necesario. Agradeció mi preocupación y de allí en más nuestra relación transcurrió sin inconvenientes.

Toda situación siempre debe tener un tipo de consideración acorde con su nivel de complejidad. Pero el lugar que recibe en la agenda oficial del Estado la problemática de los grupos denominados no binarios o agenéricos es visiblemente desmedido respecto de lo que la realidad puede testificar. Los datos provisorios del censo de 2022 indican que este grupo constituye un 0,12 de la población. Es esperable que las corrientes o expresiones sociales novedosas reciban una atención extraordinaria y desmedida, que se comenten más, pero su relevancia en países con las urgencias del nuestro es incomparable a la de otros ejes de la vida institucional como la educación o la salud.

El lugar que recibe en la agenda oficial del Estado la problemática de los grupos denominados no binarios o agenéricos es visiblemente desmedido respecto de lo que la realidad puede testificar

Siempre han existido segmentos sociales que expresan identidades desde una suerte de desánimo por “no ser bien vistos como los demás”. Mientras tanto, su desfile por el espacio público es promovido y capitalizado por distintos sectores políticos que necesitan adosar su imagen a esas causas y de este modo recibir el apoyo de sectores de la intelectualidad, la cultura y el arte.

Los medios de comunicación también se hacen eco, más por la singularidad y fanatismo de esas expresiones que por el volumen de personas que involucran. Así, los discursos y las declaraciones públicas se imponen en número a la propia realidad. Irrumpe la denominada “cultura mediática”, es decir, la adaptación de las prácticas sociales al lenguaje, estilo y ligereza de los programas periodísticos o de ficción. Entonces, las expresiones de los grupos minoritarios resultan más conocidas por la forma en que son representadas en el mundo de los medios que por lo que podría directamente observarse en el mundo de los hechos.

La resonancia pública de los temas de género es utilizada por las políticas gubernamentales para justificar sus estructuras y presupuestos abultados. Pero está a las claras que los grupos clasificados o autoclasificados por estas cuestiones tienen más presencia en la televisión y en las redes sociales que en las preocupaciones de la sociedad mayoritaria, lo cual no implica de ningún modo ignorar que el proceso existe y que, en un plazo difícil de establecer, podría encaminar el mundo a una hiper segmentación cultural.

Las expresiones de los grupos minoritarios resultan más conocidas por la forma en que son representadas en el mundo de los medios que por lo que podría directamente observarse en el mundo de los hechos

Todo Estado debe tener prioridades, políticas de primer nivel que sostengan el desarrollo y crecimiento armónico de un país. Los que hoy están bien posicionados han transitado esas decisiones: Japón después de la guerra con las políticas educativas y la construcción de caminos, Estados Unidos con su política de respaldo a la innovación en informática, Alemania en los ´70 apostando fuertemente a la robótica, Canadá y los países nórdicos promulgando políticas sostenidas de transformación de los planes educativos en el mediano plazo, etc. Las administraciones que no tienen prioridades básicas y buscan legitimaciones de corto plazo convierten en asuntos de interés público la agenda de minorías elitistas o populares. Esto es lo que sucede con el grupo de los que no se autoperciben como varón o mujer: la política actúa de forma, se apropia de sus banderas e impone el lenguaje inclusivo y los cupos para trabajar. En esas conferencias o anuncios oficiales nunca faltan la exageración y las teatralizaciones. Así, convierte a los no binarios, tal como sucede con otras minorías, en un grupo ruidoso y arbitrario, capaz de conseguir acuerdos impensados.

Mientras tanto, una mayoría aprueba o contempla en silencio. La clase media cultural, que siempre fue determinante de la dinámica política y social del país, parece replegarse sobre sus propios intereses y corre la mirada hacia las soluciones de corto plazo y las fórmulas mágicas de prosperidad.

El fenómeno rememora el concepto de “democracia inorgánica” del sociólogo Gino Germani, por el que la discusión de la sociedad en su conjunto, imprescindible para la democracia, entra en una zona de riesgo cuando abandona el espacio masivo de encuentro institucional y queda sujeto a pequeños liderazgos autoritarios. Los nuevos populismos de izquierda en Latinoamérica constituyen el escenario más claro de demostración de esta tendencia.

La discriminación o dudosa aceptación de lo que es distinto de la generalidad empieza, básicamente, con marcar la diferencia

Episodios como el relatado en el inicio de este artículo pueden presentar aspectos que requieren de una atenta observación. Asimismo, demanda a los docentes tomar en cuenta algunas recomendaciones que surgen del análisis de la problemática. Por ejemplo, la importancia de evitar la exposición del caso ante el resto del grupo: mostrar una inquietud particular sobre quienes no se identifican con las categorías generales o, más aún, despacharse con algún sermón sobre la necesidad de incluirlos no hace más que potenciar la exclusión. La discriminación o dudosa aceptación de lo que es distinto de la generalidad empieza, básicamente, con marcar la diferencia.

La integración de Santiago al trabajo de aula sin menciones particulares, burocracias o costosos presupuestos para gestionarlo es el resultado de algunos consejos básicos que tuvimos la fortuna de recibir en casa y en el colegio. Respeto y aceptación serena, sin estridencias, de la cultura de la universalidad y de lo que no se parece a la mayoría.

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