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una radiografía de los ultras franceses para entender qué intereses los mueven

Los ultras, esos fanáticos franceses que acompañan a su equipo a todos lados, con banderas, cantos coordinados, bufandas y aliento incondicional, volvieron a la primera plana, tras los serios incidentes entre OGC Niza y Olympique de Marsella en la noche del domingo. Es la cara menos conocida de la Ligue 1, la competencia que acaba de quedarse con la figura más preciada del fútbol mundial gracias a la llegada de Lionel Messi al Paris-Saint Germain.

La violencia y el desborde en el estadio Allianz Riviera de Niza forzó una investigación judicial, con acusaciones mutuas de los alcaldes de ambas ciudades y una condena de la opinión pública a los entrenadores, jugadores y fanáticos que encabezó la ministra de Deportes, Roxana Maracineanu. Avisó de que “se ha superado una línea roja” por la que tendrá que haber sanciones.

La Ligue 1 convocó a ambos clubes a la reunión de la Comisión de Disciplina para el miércoles 25 de agosto. Allí se estudiarán los “graves incidentes” sucedidos. “La LFP condena firmemente las violencias acaecidas durante el encuentro entre el Niza y el Olympique de Marsella”, comunicó la Liga. Paralelamente, la Fiscalía francesa ordenó una investigación sobre la invasión. Los hinchas implicados se arriesgan a una pena de prisión de hasta tres años y una multa de 45.000 euros.

Este domingo, Sampaoli se desbordó cuando los hinchas invadieron el campo de juego. (Photo by Valery HACHE / AFP)

Este domingo, Sampaoli se desbordó cuando los hinchas invadieron el campo de juego. (Photo by Valery HACHE / AFP)

“¡Qué vergüenza!”. Es la frase más escuchada para sintetizar lo que pasó en ese partido interrumpido por la barbarie. Se frenó a los 29 minutos del segundo tiempo y el juego no volvió a reanudarse, ya que el equipo marsellés, con Jorge Sampaoli como DT y Leonardo Balerdi como jugador, decidió no volver a la cancha. El escándalo se desató después que el mediocampista Dimitri Payet, tras recibir varios botellazos de agua, decidió responder y lanzar uno de esos envases de plástico contra la tribuna de los ultras. Una marea inconsciente de un centenar de hinchas invadió el estadio y se convirtió en un ring con los jugadores del equipo visitante como blanco fácil.

Fueron diez minutos de violencia. Uno de los fanáticos dejó el estadio en camilla. Los servicios de seguridad se desbordaron. “Esto supera al fútbol. Es un problema de orden público. La idea es que todo el mundo pueda volver a casa tranquilamente”, dijo el presidente del OGC Niza, Jean Pierre Rivére. Allí, en el club del sur de Francia juega el arquero argentino Walter Benítez, ex Quilmes.

Los jugadores del Olympique de Marsella y el Niza en medio de la gresca del domingo. Foto: AFP

Los jugadores del Olympique de Marsella y el Niza en medio de la gresca del domingo. Foto: AFP

Una noche triste. Nadie podrá olvidar este caos generalizado. Una noche triste, con jugadores agredidos e incidentes en el Allianz Riviera. Payet fue agredido y se hartó. Lanzó la botella contra los ultras. El español Álvaro González, a quien en Niza apuntan por provocar a la tribuna, estaba junto a él. Todos intentaban calmar a Payet cuando el campo de juego fue invadido por los ultras. Todo se desbordó.

La seguridad del OM llegó al terreno para ayudar a los que estaban dentro del estadio. Era un pandemonium. Los ultras que entraron al campo de juego fueron rodeados para que no atacaran más a los marselleses.

En medio de esa confusión, Sampaoli dejó el banco y entró furioso al campo de juego con sus brazos completamente tatuados. Los jugadores de los dos equipos regresaron al vestuario. La situación se calmó y los fanáticos volvieron a las tribunas. El árbitro, Benoit Bastien, invitó a volver a jugar.

Sampaoli, que había perdido el control y debió ser contenido por sus propios dirigidos. Gritaba en español junto a sus asistentes: “Hay que tomar una decisión. No jugamos”.

Rivére, presidente del OGC Niza, partió al encuentro de los ultras y sus representantes. Buscaba calmarlos. Quería saber qué había pasado y asegurarse que el match iba a continuar. Algo que no sucedió.

Volvió a los vestuarios para contar las víctimas: tres jugadores machucados del OM. Un video que circula en las redes muestra a Jorge Desio, asistente de Sampaoli, castigando a un fanático en el campo de juego.

El club marsellés rechazó regresar al campo de juego. Un dirigente de Niza les insistió en volver, argumentó que “es un problema de orden público” y que se debía reiniciar el partido. Larga espera. El OM dijo que la seguridad no estaba asegurada. Se vio a Sampaoli partir con sus ayudantes, con su bolso al hombro. El partido pasará a la historia por mostrarle al mundo la violencia de los ultras en Francia. Pablo Longoria, presidente del Marsella, fue terminante: “Decidimos no seguir el match por la seguridad de nuestros jugadores. Esto debe servir de precedente”.

Ultras a la francesa

El día después de la invasión al Allianz Riviera y la desconcertante pelea que siguió no resultó fácil determinar quiénes fueron los responsables de este humillante escándalo para el deporte.

Los jugadores se agarran con uno de los ultras que saltaron al campo. 
Foto: AFP

Los jugadores se agarran con uno de los ultras que saltaron al campo.
Foto: AFP

A diferencia de los hooligans británicos o alemanes, los ultras franceses tienen sus orígenes en Italia, del otro lado de los Alpes. Pero sus ideales representan una cultura de un movimiento que se opone a la comercialización de los deportes y del fútbol en particular.

Todos se proclaman los originales -la torcida brasileña, los barras argentinos-, pero los inspiradores de los ultras franceses son los italianos, que comenzaron a formarse en 1951, en tiempos de la posguerra, y eran súper violentos. Los ultras de la Lazio, club de Roma, tenían una predominancia de eslóganes fascistas y se expandieron al resto de Europa.

Su diferencia con los hooligans británicos es que los partidos generalmente no concluyen con episodios de violencia. El objetivo de los ultras franceses es utilizar los colores del club, viajar juntos, llegar en masa a los estadios y desplegar las banderas. Eso le permite a la policía mantener un ojo sobre sus movimientos.

Clarín recogió el testimonio de Williams Nuytens, sociólogo de la Universidad de Artois (Pas-de-Calais) y especialista en violencia en los estadios de fútbol, ​​trabajó durante varios años en la División Nacional Antivandalismo (DNLH) para explicar este fenómeno con el que se topará Lionel Messi.

“Las disputas entre los ultras de Niza y Marsella están bien documentadas. Los ultras de Niza no son cualquieras. Como recordatorio, ser un ultra significa apoyar más allá. Y tienen una historia y cultura latina muy fuerte. Estamos en algo que se parece a lo que está pasando en Roma, Milán o Turín. Están acostumbrados a expresar su descontento, a disolverse, a reconstituirse, a cambiar de nombre… Existe una verdadera cultura de protesta colectiva y de violencia”, comenzó.

Los hinchas locales invadieron el campo del Allianz Riviera en Niza. Podría haber terminado en tragedia. 
Foto: AFP

Los hinchas locales invadieron el campo del Allianz Riviera en Niza. Podría haber terminado en tragedia.
Foto: AFP

Y siguió: “Hemos sido testigos del espectáculo de un aparato de seguridad fallido, más privado que público. La división nacional anti-vandalismo, el club Niza, los demás clubes y la Liga conocían el contexto. Hay categorías de partidos de riesgo y éste era uno de los más riesgosos. Junto con algunos investigadores, hemos ayudado a establecer una jerarquía, que permite la construcción de un aparato de seguridad adecuado. Excepto que aquí, dejamos que el curso de los acontecimientos tomase un fondo belicoso”.

Leí y escuché este lunes que es posible que Olympique de Marsella pierda el juego porque no quisieron reanudarlo. ¿Qué significa eso? Volvemos a empezar con la misma mierda, que cuando dejamos que se disputara el partido entre Juventus y Liverpool en Heysel (en la final de la Copa de Europa que se jugó en Bruselas el 29 de mayo de 1985) hubo 39 muertos. ¿Cuál es el problema? ¿No tenemos el recuerdo de los hechos?”, recomendó.

“Lo vimos de nuevo durante la Eurocopa con los incidentes de Wembley. El vandalismo no ha desaparecido, simplemente se ha movido en el espacio, como lo conocemos desde hace mucho tiempo. Hay grupos de hooligans que aún existen y se han vuelto a juntar. Después del domingo por la noche en Niza, podría haber habido otra lógica. Algunos atacantes pueden haber querido progresar en su grupo con este tipo de hechos de armas por identificar. Conocemos esta racionalidad, es triste. Es posible que otros partidarios solo estuvieran borrachos o bajo la influencia de drogas psicotrópicas”, explicó el sociólogo.

En contra del fútbol comercial

Los ultras franceses rechazan un modelo de comercialización del deporte. Los clubes de fútbol en manos de billonarios empresarios se han transformado en productos de consumo: los derechos audiovisuales de televisión, los campeonatos sin tener en cuenta la disponibilidad de los hinchas, los partidos organizados por los sponsors, los nuevos estadios convertidos en templos de consumo con boutiques, hoteles, restaurantes… El fútbol profesional se transformó en un deporte comercial. Una actividad económica extremadamente rentable. Ellos quieren un público pacífico, consumista, tranquilo, dócil y familiar.

Los ultras se atribuyen ser el alma del fútbol popular. Reivindican el apoyo sostenido, los cantos, las camisetas, los colores. Todo eso los diferencia del fútbol de los negocios.

En Francia generalmente los ultras no son violentos, sino un público popular, de los suburbios, asociados, con autorización de la prefectura y dispuestos a disfrutar del fútbol. Son mayoritariamente árabes y negros. La fraternidad, el honor, la identidad local son sus valores más importantes.

El sociólogo Nicolás Hourcade considera que los “ultras creen que ellos conforman un movimiento, con un mismo mundo, prácticas, reglas, redes. Su estructura social es similar a la italiana: son mayoritariamente jóvenes, entre 15 a 26 años, blancos, estudiantes, liceístas, desempleados con un estatus precario, inmigrante y suburbano con un primer empleo”.

La segunda familia

Los ultras en Francia tienen un funcionamiento jerarquizado. Llegan por primera vez a la cancha cuando tienen 13 años, acompañados por un familiar. Cuando crecen, ellos eligen ir a esas tribunas de los ultras para compartir el partido.

El grupo ultra es un colectivo bien organizado que exige tiempo: es como una segunda familia, con estatus según el grado de compromiso, el sexo, el lugar de residencia, las calidades personales y las perspectivas del mundo.

Mayoritariamente los ultras no quieren saber nada con las chicas. “Las chicas no tienen nada que hacer en un grupo ultra”, afirman. La virilidad, la fuerza física y el coraje son sus banderas. El mundo social supera a la cancha de fútbol y continúa en el centro de la ciudad, en una estación, en internet, en la ruta.

¿Opuestos al Fair Play?

Messi, ante la hinchada del PSG. 
Foto: EFE

Messi, ante la hinchada del PSG.
Foto: EFE

A medida que el fútbol se comercializa, los ultras son vistos como hinchas que provocan disturbios, opuestos al fair play y a la fiesta. Cada vez son menos bienvenidos. Especialmente cuando se oponen a la renovación de los estadios. Ellos creen que quieren hacer desaparecer las tribunas que los aloja mientras se quejan de los violentos comportamientos de la policía.

La mayoría de los ultras se consideran apolíticos. Aunque ciertos grupos se apoyan en la derecha o la izquierda. En la primavera árabe, los ultras se movilizaron para defender a los manifestantes de las fuerzas del orden.

Los ultras del Paris Saint-Germain son diferentes. Se arremolinan en la tribuna Auteuil, en una tradición que se inició en la Copa de Francia de 1982. Divididos en seis grupos son los que acompañarán a Messi en su temporada en Francia. ¿Su diferencia? Son calurosos con los adversarios. Sus únicas rivalidades son el Olympique de Marsella, en una batalla entre la capital y la provincia, y la Juventus.

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