Tu reloj interno está en guerra contra esos hábitos nocturnos. La crononutrición -ciencia que estudia la sincronía entre alimentación y ritmos circadianos- demuestra que comer tarde y dormir mal forman un círculo vicioso con consecuencias precisas:
Efectos en cadena (comiendo después de las 21 hs):
1. Digestión lenta: El metabolismo nocturno reduce 35% su eficiencia
2. Almacenamiento graso: La insulina se eleva 20% más que en horarios diurnos
3. Sabotaje hormonal: La melatonina (sueño) y leptina (saciedad) se desregulan
4. Insomnio metabólico: El 70% de quienes cenan tarde reportan sueño fragmentado
“El organismo no está diseñado para procesar alimentos de noche”, explica la nutricionista Diana Nieto. “Cuando comemos sin horarios, el cuerpo recurre a reservas que disparan insulina y predisponen al síndrome metabólico”.
Estudios de la Universidad de Chicago confirman que quienes retrasan sus comidas principales tienen 43% más riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
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