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A Juan Martín Del Potro, sin los números de su lado su sueño lo hace único

A nadie sorprende la resiliencia -casi única en el circuito- de Juan Martín Del Potro. Como una obsesión, el tandilense no se cansa de repetir en sus redes sociales que su único sueño es volver a jugar al tenis. Lo hizo por última vez después de una nueva operación en su rodilla derecha, aquella que se fracturó en octubre de 2018 cuando se golpeó en pleno partido de los octavos de final frente al croata Borna Coric sobre el cemento del Masters 1000 de Shanghai. Desde entonces, Del Potro sólo pudo jugar 12 partidos en 2019. Ni uno más.

La enumeración de las veces que tuvo que pasar por el quirófano lleva la cuenta hasta ocho. Cuatro de esas operaciones fueron en esa maldita rodilla que fue intervenida por primera vez en junio de 2019. Después repitió cirugías en enero y septiembre de 2020 y, la última, hace poco más de dos semanas en Chicago, en la que se entregó a las manos de Jorge Chahla, un médico tucumano, luego de dejar atrás numerosos tratamientos conservadores y alternativos.

Claro que antes de esa rodilla, las malditas también fueron sus muñecas. Primero fue la derecha, cuando en mayo de 2010 se operó el tendón cubital del extensor carpiano. Y luego resultó la izquierda, intervenida en abril de 2014 (articulación), enero de 2015 (ligamento) y junio de ese mismo año (tendón).

Del Potro ganó la plata en Río 2016. Había sumado un bronce en Londres 2012. ¿Estará en Tokio 2020? Foto AP

Del Potro ganó la plata en Río 2016. Había sumado un bronce en Londres 2012. ¿Estará en Tokio 2020? Foto AP

El punto, entonces, no sólo fueron las invasiones que sufrió su cuerpo -de eso se trata, en definitiva, cualquier cirugía- en tantas oportunidades sino el tiempo que estuvo sin jugar. Un dato: si se lo compara con Novak Djokovic, el indiscutible número 1 del mundo y uno de los mejores tenistas de todos los tiempos, a quien Del Potro le ganó cuatro veces (incluída la medalla de bronce olímpica de Londres 2012 y la final de Shanghai 2013), desde 2008, el año de su primer título, el argentino jugó 533 partidos a un promedio de 38 por temporada y el serbio disputó 963 con una media de 68 por año. Los números son elocuentes y marcan una diferencia.

Aún así, Del Potro no se rinde. Y se ilusiona con llegar a Tokio 2020. Se sabe: sus experiencias olímpicas en Londres y Río de Janeiro, coronadas con dos medallas, son inolvidables y, junto a su título en Flushing Meadows 2009 y la obtención de la Copa Davis de 2016, son lo mejor de su carrera. Porque allí no sólo jugó su mejor tenis sino que fue completamente feliz en una cancha.

Imaginarlo en la capital japonesa resulta casi un imposible porque apenas faltan tres meses para que se inicien los Juegos. Y si se escribe “casi” es porque con Del Potro nunca se sabe. Podría reclamar un wild card y esa invitación sería más que merecida. Pero el deporte de alto rendimiento tiene mucho de lógica la mayoría de las veces. Y en este caso la lógica sobraría, aunque también haya un pequeño lugar para las ilusiones.

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