Desde siempre familia y escuela se han enfrentado a la tarea de preparar jóvenes para el mundo real. Hoy ese mundo es ineludiblemente digital. Nuestros niños y niñas no solo consumen tecnología sino que la habitan. Por eso, el desafío ya no es únicamente mantenerlos alejados de las pantallas y protegerlos, también es enseñarles a vivir con ellas de forma responsable y segura.
Durante generaciones, las conversaciones de padres e hijos sobre seguridad se centraban en el mundo físico. Hoy debemos trasladar esos mismos principios de conciencia, respeto y límites al territorio virtual asegurándonos que tanto niños como niñas desarrollen una responsabilidad digital sólida.
Educar niños y niñas seguros en el entorno digital va más allá de prohibir o instalar controles parentales. Se trata de ofrecerles herramientas para el pensamiento crítico y la autonomía frente a estímulos constantes. Necesitamos formar jóvenes que no sean meros receptores pasivos de contenido sino usuarios que cuestionen, analicen y actúen con ética.
Para esto, es crucial enseñarles el valor de su voz; animarlos a expresar sus ideas de manera clara y respetuosa tanto de manera presencial como virtual y siempre con conciencia del impacto de sus palabras. Esto implica entender que lo que se publica o difunde no solo genera una reacción inmediata, sino que deja una huella digital permanente. Hay que enseñarles además el límite del cuerpo y la imagen. Así como enseñamos a respetar el cuerpo propio y ajeno en la vida real, debemos hacerlo también en el plano virtual. El contenido, la foto o el comentario de otra persona no nos pertenecen; merecen ser tratados con respeto y consentimiento. Esto es especialmente vital para las niñas cuyo valor y seguridad se ven constantemente desafiados en estos espacios.
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