Guillermo Burlando tenía 10 años y se cayó de la bicicleta. Se quebró la pierna y le pusieron un yeso que llegaba hasta la rodilla. Pasó más de un mes, y la fractura no se curaba. Empezó a tener mucha sed. Tomaba vasos enteros de agua que no lo calmaban e iba más seguido al baño. Hasta que un día se hizo pis en la cama como cuando era más chiquito y los padres se alarmaron. Lo llevaron a la consulta médica: tenía diabetes. Desde hace 74 años, Burlando ha vivido gracias a la terapia con la insulina y se ha convertido en un prestigioso médico especializado en esa enfermedad.
Hoy tiene 84 años. Entrevistado por Infobae, Burlando contó cómo fue su vida con la diabetes y cómo se convirtió en una eminencia en el campo de la salud en América Latina con la doble perspectiva. Es médico especializado en diabetes y paciente a la vez. Con tantas décadas con el trastorno, Burlando fue experimentando también como paciente los cambios en los tratamientos tras el avance de la investigación en biotecnología.
El tipo de diabetes que le diagnosticaron -que se conoce como diabetes tipo 1- se produce cuando el páncreas no genera la insulina. Esta hormona fue descubierta hace 100 años por científicos en Canadá. En una persona sin la enfermedad, la insulina circula, y permite que el azúcar sea la fuente de energía que ingresa en las células que forman los músculos y los otros tejidos. En cambio, al desarrollarse la diabetes, el azúcar (o glucosa) se acumula en el torrente sanguíneo y puede dañar al organismo. Hoy es el Día Mundial de la diabetes, y esta enfermedad afecta a más de 450 millones en el mundo.
“Yo vivía con mi familia en el barrio de Floresta, Capital Federal -contó Burlando a Infobae-. Como mi fractura de la pierna se extendió más de lo esperado y tuve diferentes síntomas, mis padres me llevaron al médico. Fuimos al sanatorio de un amigo de mi papá. Días después, el médico Pedro Landabure certificó mi diagnóstico de diabetes y me dieron insulina. Yo estaba presente cuando les dijeron a mis padres: tiene una enfermedad incurable”.
Desde ese momento en 1947, la familia entera de Burlando se adaptó a su enfermedad. “Teníamos una balanza en mi casa. Mi papá, que era ingeniero, me daba las inyecciones de insulina. En ese momento, era una insulina de origen bovino. Así comenzó mi vida adaptándome a la diabetes. Yo era hincha de River y mi papá me llevaba a la cancha. Llevaba un termo con café con leche y galletitas que yo tenía que comer por la tarde. Mi mamá también estaba muy al tanto de todo. Me cocinaba. Cuando mi papá tenía que viajar, mi madre me daba la insulina”, recordó.
Más adelante, en una farmacia cercana le enseñaron a aplicarse la insulina. “Era una inyección con una aguja de vidrio terrible. Había que hervirlas antes de usarlas. Ahora, en cambio se usan lapiceras. Ni se sienten”, comentó. Nunca sintió que sus maestros o compañeros lo hayan tratado diferente por tener diabetes. “Iba a la escuela y llevaba azúcar en los bolsillos del guardapolvo por las dudas”, comentó.
En aquellos años, monitorear el nivel del azúcar diariamente para cuidarse no era fácil. “En casa, se usaba el Licor de Fehling, que era un reactivo para determinar azúcares. Según los colores, yo iba adaptando mi dieta. Si hacía alguna trampa, salía rojo. A partir de esa herramienta, yo sabía cómo estaba”, dijo Burlando. “Después pasé a recibir la insulina derivada de porcinos. Es decir, he vivido gracias a todas las innovaciones que se han hecho en la terapia con insulina”, agregó.
Recién en 1982, fue aprobada la primera insulina obtenida por la técnica de ADN recombinante en los Estados Unidos. Se trataba de una insulina de acción corta, similar a la insulina humana natural. “La diabetes es totalmente tratable. Se vienen incluso más cambios como la insulina inteligente que se liberará en el cuerpo según el nivel de azúcar que se registre en el organismo”, estimó Burlando. Existen diferentes tipos de insulina, como la de corta acción, la de acción rápida, la de acción prolongada y otras opciones. En octubre pasado, la Organización Mundial de la Salud agregó a la insulina al listado de medicamentos esenciales para defender el derecho de los pacientes a su aplicación. También los pacientes pueden recibir medicamentos orales.
Cuando tenía que decidir qué carrera seguir durante su adolescencia, Burlando quería ser bioquímico. Se lo contó a su médico, Landabure, que lo trataba por la diabetes. Pero lo desalentó. Landabure había sido practicante en la primera aplicación de insulina en Buenos Aires y era un pionero desde su primer trabajo en el tema: había publicado su tesis sobre la “diabetes oculta” en 1930.
“Landabure me dijo que tenía que hacer medicina. Me convenció bastante, pero no totalmente -dijo-. Allí hice toda mi carrera, y cuando terminé me dí cuenta que ya estaba en contacto con médicos que me trataban mi propia enfermedad y seguí especializándome para atender a mis pacientes”.
¿Notó diferencias al ser médico y paciente con diabetes a la vez?, le preguntó Infobae. “Sí, ha sido diferente. No le dije a mis pacientes desde el primer día que yo también tenía diabetes. Me dí cuenta después de unos años que era un aliciente que yo se los contara al recibir el diagnóstico. Si yo estaba vivo, ellos también iban a estarlo. Yo he atendido adultos con diabetes principalmente”, expresó.
Burlando ha sido también profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, y fue presidente de la Sociedad Argentina de Diabetes. Fue jefe del Departamento de Medicina del Hospital Tornú en Capital. “El conocimiento que gané como médico me sirvió para hacer un mejor control de mi salud con los chequeos y también para estar más a disposición de mis pacientes”, dijo.
“Siempre sentí la protección de mis padres cuando era niño. Quizá al principio consideré que la diabetes era una carga, pero en definitiva se vive normalmente. Pude estudiar y trabajar. Me casé hace más de 50 años. Tengo 2 hijas y 2 nietos. Viajé por el mundo. Colaboré con diferentes sociedades médicas. Enseñé y pude desarrollar la vida que siempre quise”, enfatizó.
¿Se considera un buen paciente?, le preguntó Infobae. “No sé si se puede hablar de un buen paciente. Mantenerse estrictamente con la alimentación, la actividad física, y el tratamiento farmacológico durante los 365 días del año es difícil. Lo que está en los papeles es casi imposible para los pacientes. Pero yo sigo las recomendaciones. Sigo una dieta variada, pero sin excesos, y no he dejado de controlarme como hacer fondos de ojos y otros chequeos”, comentó.
Para sus colegas, Burlando ha tenido su influencia. “Al ser una persona con diabetes y médico, el doctor Guillermo Burlando ha ayudado no solo a sus pacientes sino también a los otros profesionales de la salud con los que ha trabajado o interactuado. Tiene una gran vocación para formar recursos humanos y por compartir sus conocimientos”, dijo a Infobae la presidenta actual de la Sociedad Argentina de Diabetes, la doctora Silvia Lapertosa. “Burlando ha impactado fuertemente en nosotros: las médicas y los médicos que tratamos a los pacientes con diabetes. Nos trasmitió la mirada desde la persona que tiene la enfermedad y la necesidad de que los profesionales desarrollemos la empatía. Ayuda a que nos pongamos en los zapatos de nuestros pacientes”.
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