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El triunfo de Garbiñe Muguruza en el Masters de Guadalajara es también el de toda Latinoamérica

Garbiñe Muguruza ya había ganado dos Grand Slams (Roland Garros 2016 y Wimbledon 2017) y tocó el número 1 del mundo justamente hace cuatro temporadas. Pero quizá nunca se la había visto tan exultante como en el festejo de su título del Masters, conseguido el miércoles a la noche en Guadalajara. No fue un triunfo más el que consiguió la española ante la estonia Anett Kontaveit -había comenzado mal el torneo y estuvo cerca de quedar eliminada tras la derrota ante Pliskova en su debut y luego del partido que levantó frente a Krejcikova en su segunda presentación- y tampoco fue un Masters más el de 2021 porque se trató del primero que se juega en Latinoamérica en una clara muestra de que la WTA le apunta a nuevos mercados para sacar adelante el negocio del tenis femenino.

El Masters estaba programado para que se jugara en Shenzhen pero una vez que se supo que la gira china debía cancelarse por la pandemia, después de Flushing Meadows la WTA comenzó a buscar nuevas opciones para su último evento de la temporada. Y allí surgió la posibilidad de Guadalajara. Y apareció, además, el nombre de Gustavo Santoscoy, un empresario mexicano que organiza el WTA 250 de esa ciudad y que convenció a Micky Lawler, la presidenta de la WTA, de llevar el torneo a su país.

Su poder de seducción y una inversión de unos 15 millones de dólares hicieron que el Masters se desarrollara en el Centro Panamericano de Tenis con un éxito absoluto. Unas 70 mil personas le dieron al torneo un clima único. E inédito para su historia. Además, para Santoscoy y sus socios fue un éxito económico sin precedentes. Y el título de Muguruza, de raíces latinoamericanas (nació en Caracas y es hija de un español que tenía una empresa de tuberías en esa ciudad y de una venezolana), le impuso un plus tan anhelado como celebrado.

Muguruza con el trofeo tras imponerse en la final a la estonia Anett Kontaveit. (Xinhua)

Muguruza con el trofeo tras imponerse en la final a la estonia Anett Kontaveit. (Xinhua)

La foto del final la tuvo a Muguruza con la copa rodeada de Chris Evert, Martina Navratilova, Conchita Martínez y Billie Jean King. Justamente Martínez es su entrenadora y lidera un equipo de trabajo en el que también figuran dos argentinos: el preparador físico Santiago de Martino y la fisioterapeuta Adriana Forti, dos piezas clave en la vida de la primera campeona española del Masters.

Pero también esa foto en la que se la ve a Muguruza con la sonrisa a pleno sirve para recordar el pasado tan diferente de quien en su momento fue tironeada por el propio chavismo para que representara a Venezuela. Ya habían pasado algunos años desde que la familia había decidido radicarse en Barcelona y ella era una promesa firme de la academia de Sergi Bruguera, doble campeón de Roland Garros en 1993 y 1994, y se cuenta que hubo algún tipo de amenaza para que su padre, José, la convenciera a su hija de jugar para su país de origen. Pero a los Muguruza nada los detuvo y Garbiñe terminó en el país que la adoptó.

“Para mí este es un torneo súper especial. Cuando me enteré que iba a ser en Latinoamérica casi me dio un infarto de la alegría porque al menos por una vez en la vida se pudo hacer aquí… Todo me da mucha ilusión porque no es lo mismo para mí jugar ante el público latino que jugar en China”, había señalado Muguruza antes de su debut en el Masters. El que terminó dándole una de las alegrías más grandes de su carrera.

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