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Any Ventura: “Las mujeres de Bendita somos una asociación ilícita y vamos al sex shop por canje”

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Tiene tanta vitalidad, que ni la cuarentena más estricta pudo frenarla. Por ser una persona de riesgo, cuando comenzó la pandemia del coronavirus Any Ventura tuvo que ingeniárselas las para seguir trabajando desde su casa. Y, aunque logró armarse una rutina que la mantiene activa, en diálogo con Teleshow confesó que además de extrañar a sus nietos y a su madre, añora el café con sus compañeros de AM 750, dónde conduce Una nueva aventura, y las salidas de los viernes con las chicas de Bendita, el ciclo que conduce Beto Casella por El Nueve y del que ella forma parte desde hace una década.

Sos una de las pocas personas que, realmente, está cumpliendo con el aislamiento. ¿Cómo lo estás llevando?

—Hago televisión y radio desde mi casa. Tengo micrófono, auriculares, el aro de luz para la tele…. Entonces, hago los programas desde acá. No es lo mismo, porque extraño a mis compañeros de la AM 750, donde hago “Una Nueva Aventura”, en una radio que está creciendo mucho. ¡Extraño al operador! Viste que en radio el operador es todo, porque vos le hacés los gestos de que suba la música, corte… Pero la verdad que soy una privilegiada porque estoy en dos lugares de trabajo que me dan placer. Y eso, hoy en día, hay muy poca gente que lo puede decir.

—En la tele está el problema del maquillaje y el peinado. ¿Te las arreglás sola?

—El pelo no: la peluquería, el supermercado y el banco son mis salidas. A la peluquería, con distancia y todo el protocolo, voy. Pero me maquillo yo y así salgo: parezco una puerta. ¡Extraño a las maquilladoras del canal!

Y a tus compañeras también, porque ustedes son amigotas…

—¿Nosotras con las Benditas ? ¡Pero cómo! Somos una especie de asociación ilícita. Somos muy amigas, nos queremos un montón. Además, somos confidentes. Entonces, durante el programa nos vamos poniendo cosas. Es un grupo re cerrado.

—Eso se nota: cuando quiere entrar una nueva, la sacan…

—Yo soy la jefa del Whatsapp (risas). Bendita lleva quince años y nosotras casi diez. Entonces imaginate: con la Chiru, con Edith Hermida, con Alejandra Maglietti, con Lola Cordero y con Leti Fernández, que es una de las productoras, somos como socias.

Dicen que vos sos la que las lleva por el mal camino, las que les dice:“¡Vamos al sex shop!”.

—Sí, es verdad. Y por canje. ¿Vos sabés eso? Que nos sacamos fotos y todo (risas). Fuimos con Maglietti al sex shop con canje, nos sacamos la foto y nos llevamos las cosas.

Any junto a las "Benditas" (Foto: Instagram)
Any junto a las “Benditas” (Foto: Instagram)

¿Eso lo arreglás vos?

—Entre Maglietti y yo. Pero la reina del canje es Alejandra: no mueve un dedo sin canje. Este año nos enamoramos de la mopa…

—¿El aparatito para limpiar el piso?

—Claro. Y el tema era ver quién la conseguía de canje. Yo no, yo la pagué: juro que la pagué.

—No es tan divertido como lo del sex shop…¿Extrañás eso?

—No porque la visita al sex shop es una vez cada tanto. Lo que más extraño son los viernes a la noche de chicas, dónde vamos a copetearnos…

¡Qué lindo estar en esa mesa y escucharlas a todas copeteadas!

—Es lo mejor, es verdad (risas).

—En la tele salís por Live U igual que Beto. ¿Cómo te organizás con la radio?

—Tengo un equipo de producción que es bárbaro. Estamos desde la noche anterior con las notas y con el sumario de lo que hay que hacer. Yo el domingo leo todos los diarios y marco cómo viene la semana. Y tenemos un Whatsapp dónde nos repartimos el juego: qué hace Hugo Paredero, que hace Emanuel Respighi y qué hace Marisú Papaleo, la locutora. Cada uno de nosotros tiene un rol. Y a mí me fascina conducir un equipo tan encantador y amiguero como este.

—Pero, cuando están en el aire, ¿cómo reemplazan el tema de las señas?

—A través del celular también. Cada uno va diciendo: “Ahora vos”, “Ahora yo”, “Bajá la música”, “Subí”, “Cambiá el tema”…Es un aprendizaje. Y perdés ese contacto. El café antes del programa, por ejemplo, era un básico. O el mate durante el aire. Hay una ceremonia preciosa en la radio que ahora no podemos hacer.

¿Y dónde montaste vos tu estudio?

—En un escritorio dónde a veces viene a dormir alguno de mis nietos o se queda alguna amiga. De fondo tengo un cuadro de Yellow Submarine de los Beatles, dos de mis películas preferidas que son Los puentes de Madison y Annie Hall de Woody Allen. También está la foto del Papa, cuando lo fui a ver hace dos años y tuve una visita privada. Después hay un premio que me gané hace un montón y una de las publicidades de la 750.

También tenés una bicicleta fija, ¿no?

—Sí: es la de de spinning. Todas las mañanas hago cincuenta minutos de bicicleta y hago otros treinta, con clases que saco de Youtube o de Instagram, con un palo de escoba para eliminar la panza y los rollitos.

Tenés que ser muy disciplinada para seguir esa rutina sola…

—En verdad, empezamos a hacerla con las chicas de Bendita por la tarde, pero después nos fuimos abandonando. Y a mí me viene muy bien hacerla a la mañana, apenas me despierto, después del mate y de leer los diarios.

—¿Cuál es tu incentivo para decir: “Me levanto y me pongo a entrenar”?

—A mí me da mucha energía hacer gimnasia. Me parece que es esto de las endorfinas. Si yo me quedo todo el tiempo tirada, que podría, siento que la cabeza se me va a aplastar y que el encefalograma me va a dar lineal. En cambio, si empiezo el día en movimiento, después limpio, cocino, organizo algunas cosas y ya estoy en marcha.

Any junto a su pareja, Fernando (Foto: Instagram)
Any junto a su pareja, Fernando (Foto: Instagram)

—¿Estás pasando la cuarentena sola o con tu pareja?

—La empezamos juntos y, después, cada uno tuvo su trabajo. Entonces decidimos que era mejor, para la salud mental y física de la pareja, encontrarnos los viernes, sábados y domingos, más feriados o vacaciones. Y que, durante la semana, cada uno haga lo suyo. Porque se nos complicaba….

¿Viste que hubo muchos que se fueron separando en el camino?

—Sí. Pero yo soy buena conviviendo: tengo mucha experiencia matrimonial, entonces sé negociar. Tengo veinte años con un señor, quince con otro…Y yo te negocio. ¿Te digo algo en secreto? Después no se quieren ir porque soy buena negociando.

—Si los señores no se quieren ir, debés ser buena negociando y algo más…

—No sabría decirte: lo dejo a tu criterio (risas).

¿Podemos dar las señas particulares de tu actual pareja? ¿Nombre? ¿Profesión?

—Se llama Fernando, es economista y hace cinco años que estamos juntos.

¿Tenés intenciones de pasar por el Registro Civil?

—Te voy a decir lo que me gustaría a mí: yo quisiera que él se arrodille, que me diga: “Mi amor, ¿te querés casar conmigo?”, y que me muestre el anillo, para que yo le pueda decir: “Mirá, mi amor, tengo que pensarlo”.

—¿Perdón?

—A mí ningún tipo se me arrodilló en la vida. ¡Nunca! Y alguna vez, aunque sea de grande, esto me tiene que pasar. No sé si quiero casarme, pero me gustaría mucho esa ceremonia. Para la foto (risas).

—Si la pareja viene funcionando bien así, lo mejor es no hacer cambios…

—Yo me saqué la grande con todos los premios, porque él es soltero y sin hijos. ¡Así que imaginate para casarlo lo que va a ser! Dejémoslo ahí, que está bien.

—Se te nota súper entera a pesar del contexto: trabajás, entrenás, disfrutás del amor…¿Sufriste algún momento de crisis durante estos meses de encierro?

—Tuve crisis en relación a mis nietos chiquitos. Yo tengo uno de tres años, Joaquín, y tengo la sensación de que se va a olvidar de mí, que no me va a reconocer cuando lo vea. No hay Zoom que valga. Con Teo y con los chicos más grandes tengo una relación más fácil. Pero con el menor me da miedo. Entonces, a veces, voy en mi auto y lo hago saludarme desde el balcón de su casa. Y me voy. ¡Que voy a hacer!

—¿Eso te duele?

—Me da tristeza. Igual que no ver a mi mamá, que tiene noventa y cuatro años y vive a una cuadra, pero no puedo ir porque es una persona de alto riesgo y la estamos cuidando mucho. Así que no es que estoy pizpireta todo el tiempo.

¿Y de dónde sacás fuerzas para seguir adelante en esos momentos?

—Tengo un compañero que es muy socio, como nunca antes había tenido. Y también mis hijos me ayudan. O mis amigas. Y si no, hago una sesión por Zoom con mi terapeuta.

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