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Joaquín Arbe y un salto de calidad para el maratón argentino

El maratón constituye una de las disciplinas de mayor tradición y exigencia dentro del programa atlético y es, también, la que elevó al atletismo argentino –de esto, hace ya mucho tiempo- a sus máximos logros: los oros olímpicos de Juan Carlos Zabala y Delfo Cabrera, el subcampeonato de Reinaldo Gorno, poco después. A principios de la década del 60, fecha que también puede ubicarse como el amanecer de la irrupción africana en los 42k con el doblete olímpico de Abebe Bikila, Osvaldo Suárez fijó el tope nacional en 2 horas, 21 minutos y 27 segundos, marca que permaneció inamovible en nuestras listas por casi dos décadas.

El “mundo” del maratón se nos fue alejando, con una disciplina que ganó en masividad desde los años 80 y que en los últimos tiempos se ubicó en un nivel técnico “estratosférico” con los nuevos sistemas de preparación, la tecnología (fundamentalmente en calzado), el desarrollo de los circuitos y, en suma, el absoluto profesionalismo para la elite.

A mediados de los 90, al ganar el maratón de Hamburgo, Antonio Silio devolvió al fondismo argentino a cierta dimensión internacional, siendo el primero en atravesar la frontera de las 2 horas y 10 minutos. Silio llegaba con una gran base de sus resultados en pista –allí sus récords resultan, hasta ahora, imbatibles- y también con un nivel notable en medio maratón, tal vez su distancia ideal. No abordó con tanta frecuencia el maratón, pero la marca de Hamburgo resultó desde entonces inaccesible, lejana, para los nuestros. Otro atleta con una muy buena base de pista como el “Colo” Mariano Mastromarino colocó nuevamente a la Argentina en un podio relevante del maratón como el de los Juegos Panamericanos, con su bronce en Toronto 2015. Mastromarino y Miguel Bárzola lideraron su generación y obtuvieron la clasificación olímpica, aunque las marcas vecinas a 2h10 todavía asomaban infranqueables.

El primer indicio de que se venía un repunte importante ocurrió hace dos años con las actuaciones, sobre esta distancia, de dos fondistas surgidos del sur profundo: Joaquín Arbe y Eulalio Muñoz. En el maratón de Buenos Aires 2019 –que también constituyó el Campeonato Sudamericano- Arbe sorprendió con 2h.11m.02s., el mejor registro jamás logrado por un argentino en suelo nacional y segunda marca histórica, detrás del récord de Silio. Y luego se vio la progresión de Muñoz quien, tras un promisorio debut en Rotterdam y de escoltar a Arbe en el circuito porteño, mostró su valía en Valencia.

Joaquín Arbe, de Chubut al mundo.

Joaquín Arbe, de Chubut al mundo.

Surgido de Gualjaina, una pequeña localidad chubutense, y radicado en Esquel –de donde es oriundo y vive Arbe- Muñoz “acarició” el récord en diciembre del año pasado, justamente en Valencia, donde estuvo apenas a 2 segundos del tope de Silio: 2h.09m.59s.

La pandemia, que tanto dolor ha causado y causa en el mundo, prácticamente paralizó la actividad de los corredores. En el otoño/invierno del 2020, tanto Arbe y Muñoz (que pasaron la incertidumbre por la cancelación de los Juegos) tuvieron que pausar sus ciclos de entrenamiento en altura. Y en el caso de sus residencias en Esquel, pasaron por varias semanas de confinamiento sin permiso alguno para entrenar.

Arbe, quien estuvo trabajando como albañil para la construcción de su propia casa, pudo preparar después su participación en el Mundial 21k de Polonia, su única competencia internacional del 2020. Muñoz, por su parte, alcanzó un rendimiento casi ideal en aquella incursión en Valencia, meses después. Y ambos encararon, entre tantas dificultades, la ruta hacia los Juegos Olímpicos. Esta vez sí dispusieron del tiempo y el apoyo para la puesta a punto en la altura, que Muñoz concretó en México y Arbe, en el centro de alto rendimiento de Paipa, Colombia.

Joaquín Arbe, de Chubut al mundo.

Joaquín Arbe, de Chubut al mundo.

Las actuaciones en Sapporo estuvieron dentro de lo que se suponía, no tenían otra misión que “llegar, y lo mejor posible”. Con temperatura y humedad condicionantes, y la presencia de la crema de atletismo mundial de fondo con Eliud Kipchoge al frente, casi todos –los que llegaron- estuvieron en un margen de siete a diez minutos sobre sus marcas. Muñoz salió con un ritmo más firme y tuvo el gran mérito de sostenerlo, culminando en el puesto 31 con 2h16m35s, Arbe terminó 53° con 2h21m15s. En Chubut los recibieron como merecían, verdaderos héroes.

“La base de entrenamiento de altura que Arbe realizó en Paipa es la que ahora le sirvió para conseguir su récord”, comenta el colombiano Jacinto López, director del centro de entrenamiento en Paipa. Arbe, tras lograr el segundo puesto del 21k de Buenos Aires a principios de octubre, expresó:“Voy retomando mis mejores sensaciones y mi sueño es batir el récord en Valencia”.

Tanto él como Muñoz corrieron el último domingo a un ritmo parejo y consistente, pasaron juntos en 1h04m42s al cruzar el medio maratón y en 1h32m19s a la altura de los 30 kilómetros. “En ese momento, se retiraron las ‘liebres’ que iban con nuestro grupo y yo seguí prácticamente solo. Además, en los tramos finales hubo viento en contra y eso también afectó. Por suerte, ya venía con las reservas suficientes y terminé entero, me sentí muy feliz”, nos contó Joaquín.

Joaquín Arbe en Valencia.

Joaquín Arbe en Valencia.

Sus 2 horas, 9 minutos y 35 segundos no sólo representan el nuevo tope nacional y su clasificación para el Campeonato Mundial 2022, que se realizará en uno de los “templos” del atletismo estadounidense, Eugene. También ubican a Arbe en la elite histórica de Sudamérica, exactamente en el séptimo lugar, en una lista que incluye nombres como el ex recordman mundial Ronaldo da Costa (2h06m05s), el nuevo fenómeno brasileño Daniel Ferreira do Nascimento (9° en Valencia con 2h06m10s) y el ex bicampeón del maratón de Nueva York, el gran Marilson Gomes dos Santos.

Eulalio Muñoz, por su parte, si bien declinó en los tramos finales y no pudo repetir su sensacional rush del 2020, terminó en 2h.11m.55s., marca que revalida su calidad. Y con sus 26 años –muy joven para la especialidad- habla de un promisorio futuro, en la medida que pueda programar y dosificar su campaña.

Arbe y Muñoz provienen de un territorio como Chubut que ha dado varias generaciones de excelentes fondistas. Hace casi medio siglo, el inolvidable Nazario Araujo –oriundo de Santa Cruz, pero residente de siempre en Comodoro Rivadavia- fue el primer atleta chubutense en obtener la clasificación a los Juegos Olímpicos, también en maratón. Luego vinieron los tiempos del “Indio” Raimundo Manquel y otros nombres destacados como Barría, Ibáñez, Mérida, “Lalo” Ríos, David Rodríguez y varios más que se ubicaron entre los mejores del país.

Ahora es Arbe el que inscribe su nombre entre los recordistas nacionales y todavía con el sueño de seguir creciendo en esta dura disciplina.

Nacido el 25 de agosto de 1990, casado y padre de tres chicos, Arbe alternó las carreras de calle con incursiones a la pista, siendo uno de los atletas argentinos más exitosos en la década pasada: acumuló más de veinte títulos nacionales en distintas pruebas que iban desde el cross country hasta las más diversas distancias en pista, entre 1.500 y 10 mil metros. En algunos Campeonatos Nacionales llegó a ganar cuatro pruebas en un fin de semana, algo que no se recordaba desde la época de Domingo Amaison a fines de los 60. Los 3.000 metros con obstáculos parecían su prueba favorita y donde llegó más alto en competencias internacionales con su medalla de plata en el Iberoamericano 2016, en Rio de Janeiro. Pero, en los últimos tiempos, preparó más específicamente las largas distancias de calle/ruta, sin tener que desgastarse con tantas competencias (y tan seguidas). En la medida que pueda mantener este sistema, con objetivos fijos, sin dispersarse y con la interesante experiencia que viene acumulando, Joaquín Emanuel Arbe aún tiene para otra sorpresa. Lo cierto es que su nombre ya figura en una lista histórica. Y junto a Eulalio Muñoz y otros nombres que vienen asomando, nos indican que el atletismo argentino en pruebas de fondo viene produciendo un anhelado salto de calidad.

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